Lecciones de América Latina para integrar a inmigrantes árabes
Lecciones de América Latina para integrar a inmigrantes árabes

Acertijo: ¿Qué tienen en común la actriz Salma Hayek, el ex presidente argentino Carlos Menem y el multimillonario Carlos Slim? Respuesta: Los tres nacieron en América Latina, pero descienden de emigrantes de países árabes.

El abuelo de la mexicana Hayek provenía del Líbano, el mismo país donde nació el padre del también mexicano Slim, el segundo hombre más rico del mundo de acuerdo a la lista Forbes.

Menem, que gobernó Argentina de 1989 a 1999, es hijo de sirios.

No son excepciones: los apellidos de origen libanés, sirio o palestino integran desde hace tiempo la nomenclatura política, empresarial o artística de esta región.

Hay, por ejemplo, otros ex presidentes descendientes de palestinos: el salvadoreño Tony Saca (2004-2009) y el hondureño Carlos Flores Facussé (1998-2002). Mientras que el colombiano Julio César Turbay (1978-1982) era hijo de libanés.

También hay más celebridades, como la cantante colombiana Shakira o el actor argentino Ricardo Darín, ambos con ascendencia libanesa.

Los expertos creen que esos casos destacados ilustran el éxito general con que Latinoamérica recibió en el pasado olas de inmigrantes árabes que se abrieron camino en la región pese a sus diferencias culturales, religiosas e idiomáticas.

Y sostienen que esa historia puede ofrecer algunas pistas y lecciones en medio de la gigantesca crisis de refugiados desatada por la guerra en Siria, que desafía especialmente a Europa.

"América Latina en este sentido es probablemente un buen ejemplo a seguir", dice Farid Kahhat, profesor de relaciones internacionales en la Pontificia Universidad Católica del Perú, a BBC Mundo.

"No poner restricciones"

Se estima que cerca de 18 millones de latinoamericanos hoy tienen origen árabe, en su mayoría de inmigrantes que llegaron entre fines del siglo XIX y comienzos del XX, según cálculos de entidades que los agrupan.

No eran formalmente refugiados como los que hoy piden paso en Europa, pero en la práctica muchos escapaban de serios problemas.

Primero una crisis en la producción y venta de seda hizo emigrar a miles de libaneses que vivían de esa actividad.

Pero también surgieron persecuciones contra las minorías cristianas maronitas, que junto con el derrumbe del Imperio Otomano y el riesgo de ir al frente de guerra llevaron a que numerosos hombres jóvenes buscaran nuevos horizontes.

América surgió como un destino atractivo, en algunos casos por la cercanía con la pujanza de Estados Unidos, en otros por las oportunidades que ofrecían países como Brasil a quienes quisieran colonizar tierras.

Brasil fue de hecho la principal puerta de entrada de árabes en América Latina y mantiene hasta hoy una importante comunidad de descendientes de los mismos: el propio vicepresidente Michel Temer es hijo de cristianos maronitas que llegaron desde el Líbano.

Los especialistas creen que una de las claves para la integración de esos inmigrantes en la región fue la ausencia de trabas legales o de otros tipos para que pudieran instalarse.

"Lo más elemental es no poner restricciones. Porque no es que en América Latina se haya hecho mucho para facilitarles la integración: no hubo políticas específicas, simplemente se les permitió inmigrar y trabajar", sostiene Kahhat, él mismo hijo de palestino.

En el mismo sentido apunta Patricia Chamy, una chilena de 73 años cuya abuela siria llegó en barco a Argentina y atravesó la cordillera de los Andes en mula a comienzos del siglo XX, antes de casarse con otro inmigrante sirio.

"No tenían educación, pero eran inteligentes y fueron como autodidactas", sostiene Chamy, quien preside la sociedad de damas árabes de beneficencia en Valparaíso. "El país los acogió bien y ellos fueron gente trabajadora: trataron de surgir y surgieron".

Comercio, tensiones

Buena parte de los inmigrantes árabes en la región se dedicaron a lo que mejor sabían hacer: el comercio.

Los primeros vendían productos de forma ambulante, de pueblo en pueblo, pero con el tiempo fijaron domicilios que eran a la vez sus hogares y tiendas, dice Roberto Marín Guzmán, historiador y catedrático de estudios árabes en la Universidad de Costa Rica.

"La tercera generación se enriqueció porque ya incursiona en la industria de zapatos o textil", explica a BBC Mundo, señalando a la ciudad mexicana de Puebla como un ejemplo de esto. "Es una tercera generación mucho más educada".

Pero los expertos advierten que no todo fue color de rosa.

En algunos lugares surgieron pugnas con comerciantes locales que se sintieron amenazados por los nuevos competidores, a los que denominaban de forma despectiva como "turcos".

Sin embargo, esas tensiones cedieron con el tiempo ante una realidad inexorable.

Marín Guzmán sostiene que el hecho de que muchos inmigrantes fueran cristianos maronitas les permitió adaptarse también desde el punto de vista religioso, participando en misas, ritos católicos y hasta fundando sus iglesias en algunos lugares.

Los inmigrantes árabes en América Latina aparecieron retratados en la literatura de la región, por ejemplo en la novela de Jorge Amado "De cómo los turcos descubrieron América" o en la obra de Gabriel García Márquez "Cien años de soledad", donde son algunos pobladores de Macondo.

Su influencia alcanza a la ciencia y la medicina: uno de los mejores hospitales brasileños, donde se atiende la presidenta Dilma Rousseff, es el "Sirio-Libanés" de São Paulo.

Muchos creen que todos estos antecedentes han pesado para las políticas receptivas que países latinoamericanos aplican con los actuales refugiados sirios.

En Brasil esos refugiados ya suman más de 2.000 desde 2011, según datos oficiales, un contingente superior al que recibieron España, Grecia o Portugal.

El gobierno brasileño simplificó el trámite para reconocerlos, las asociaciones sirias y libanesas se mueven para facilitarles techo y trabajo, y algunos han llegado a ser acogidos en parroquias católicas, algo que el papa Francisco pidió el domingo que hagan en Europa.

Refugiados sirios también han sido acogidos en Argentina, Chile y Uruguay.

"América Latina puede mostrarle al mundo que ha sido posible recibir a esas poblaciones", señala Marín Guzmán sobre aquellas primeras olas migratorias árabes, "y luego ir integrándolas, aunque algunos quieran mantener sus tradiciones".

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