Agencia AFP

Envuelta en la bandera arcoíris, Larissa Meneses no disimula la alegría que le produjo el triunfo de en el balotaje de este domingo en Brasil. “Es un día para reír”, dijo rodeada de una multitud en Sao Paulo que celebró la victoria sobre Jair Bolsonaro.

“Me sentí asfixiada durante cuatro años. ¡Hoy es el momento de carcajearse!”, afirmó a la AFP esta desarrolladora de software de 34 años en la Avenida Paulista, lugar emblemático de las manifestaciones del exmandatario izquierdista, que regresará al poder por tercera vez.

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A unos dos metros de distancia, un grupo cantaba alegre “Tá na hora do Jair já ir embora” (Es hora de que Jair se vaya), una de las canciones más oídas en la plataforma Spotify durante la campaña electoral.

Lula, que gobernó entre 2003 y 2010 al gigante latinoamericano, asumirá el 1 de enero aunque tiene casi la mitad del país en su contra: obtuvo 50,8% de los votos frente a 49,1% para Bolsonaro.

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La felicidad de Meneses se empañaba por momentos al advertir que Bolsonaro, quien amenazó en la campaña con no reconocer los resultados alegando un posible fraude, aún tiene dos meses en el gobierno y los conservadores serán mayoría en el Congreso durante el mandato de Lula.

“Me da miedo porque creo que es capaz de cualquier cosa, aunque creo que la democracia va a prevalecer”, señaló. “Espero que sigamos resistiendo, que sigamos presionando”.

Lágrimas y gozos

Sobre uno de los grises andenes de la Paulista, Fernando Nascimento lloraba como un niño mientras a su alrededor se escuchaba pirotecnia y cánticos de “¡Lula, guerrero del pueblo brasileño!”.

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Apenas se oficializó la victoria, confirmada en la calle con un sonoro grito de júbilo, este sin techo negro de 59 años sacó su billetera, que tenía un adhesivo de Lula, la levantó al cielo y la besó con los ojos cerrados.

“Siempre fui de Lula, no del Partido de los Trabajadores (PT, del exmandatario)”. “Yo soy Lula y ahora voy a salir de la calle”, dijo, poco después de abrazar a un desconocido.

Como es tradicional en los mitines lulistas, el rojo prevaleció en la calurosa noche paulista, aunque más de uno asistió con la camiseta de la ‘Seleção’.

El bolsonarismo convirtió a la bandera nacional y la camiseta de la selección en símbolos. Lula pidió a sus seguidores que se apropiaran de nuevo de ambas piezas, aunque sin mucho éxito.

Llamado a la calma

Sin embargo, su llamado tuvo eco en William Alves, un empresario de 37 años de pelo crespo y anteojos de marco grueso.

Sobre su espalda colgaba la bandera verde y amarilla, que en el medio tenía un plato de comida y una imagen de Lula con el puño en alto.

El expresidente, de 77 años, prometió combatir el hambre, que afecta a 33,1 millones de los 215 millones de habitantes, según la Red Brasileña de Investigación de Soberanía y Seguridad Alimentaria.

“Esperaba que el resultado fuera cerrado, pero no tanto”, afirmó Alves. “Es una victoria sufrida, pero es histórica. Espero que retomemos la institucionalidad, que la Constitución sea respetada y con eso Brasil retome el desarrollo y la inversión en áreas prioritarias, en cosas básicas que no tuvimos en este periodo”.

Con una cerveza en la mano, Diana Rafaela, una vendedora de 35 años, celebraba el triunfo sobre el “fascismo”, pero llamaba a la cautela.

“Ahora vamos a tener que reconstruir Brasil, porque no va a ser de la noche a la mañana que vamos a tener trabajo, educación, poder adquisitivo”.

La alegría de todos, sin embargo, era la tristeza de Pedro Rogério Barbosa.

Instalado en una esquina al lado de una estación del metro, este vendedor de banderas brasileñas empezó a recoger su mercancía minutos antes de que el triunfo de Lula fuera oficial.

“Vine en caso de que Bolsonaro ganara, para vender su bandera”, señaló este hombre negro de 58 años.

Pero el seguidor del excapitán del Ejército se fue con las manos vacías, porque “solo se estaban vendiendo las del PT”.

“La preferencia era Bolsonaro, Dios, familia, en fin... Voy a ver lo que hace Lula por nosotros”.