Desde la mañana y hasta por la tarde los niños de la Isla de Salamanca salen a esperar que algún conductores les deje un regalo. Foto: El Tiempo de Colombia/ GDA
Desde la mañana y hasta por la tarde los niños de la Isla de Salamanca salen a esperar que algún conductores les deje un regalo. Foto: El Tiempo de Colombia/ GDA
El Tiempo de Colombia/ GDA

Un balón de fútbol es el regalo de que este año quieren Dany y Gabriel Núñez Pansa, no importa que sea de segunda, pero que aguante la ‘pata’ que va llevar en la cancha de arena donde ellos juegan; mientras que Angélica, la hermana menor, quiere un par de sandalias doradas, para no andar descalza en la casa, y una muñeca que tenga bastante cabello para peinarla y hacerle moños.

No le han hecho la carta al niño Dios, porque dicen que el hombre gordo, de barba blanca, nunca les ha llevado nada, y sus padres no tienen plata para comprarles ropa y menos juguetes.

Las esperanzas de tener el balón, las sandalias y la muñeca están depositadas en los conductores y las familias que a diario pasan por la Troncal del Caribe, vía que comunica a Barranquilla con Ciénaga, en inmediaciones del parque Isla de Salamanca ().

“El año pasado nos regalaron bastantes juguetes”, cuenta Angélica de 7 años de edad, mientras que Dany de 9, recuerda que recibió también ropa, “y un balón, pero que ya se rompió”, agrega Gabriel de 11 años.

Los hermanos Núñez hacen parte de una de las tantas familias que viven en inmediaciones de la reserva natural y que por estos días, entre el 15 y 25 de diciembre, salen de las fincas, parcelas y ranchos, a buscar que algún vehículo se detenga y les entregue un regalo.

“No estamos mendigando. Hay gente de buen corazón que ve nuestra pobreza y nos regala desde mercaditos, ropa, o juguetes, con eso es que pasamos la Navidad”, dice Miriam Núñez, hermana mayor de Angélica, Dany y Gabriel.

Ya es costumbre

Quien por estos días transita por la vía Barranquilla-Ciénaga verá una gran cantidad de niños de todas las edades, sacando la mano o con una rama, a la que le amarran en la punta una bolsa plástica blanca, que funciona como extensión del brazo y que agitan, como si fuera una bandera de la paz, para que los carros se detengan.

La escena se repite desde hace varios años entre el kilómetro 5 y 13, de la vía, que corresponde a la vereda Clarín Nuevo, en jurisdicción del corregimiento de Palermo del municipio de Sitionuevo (Magdalena).

Los hermanos  Núñez confían en que recibirán sus regalos antes del 24 de diciembre. Foto: EL TIEMPO/ GDA
Los hermanos Núñez confían en que recibirán sus regalos antes del 24 de diciembre. Foto: EL TIEMPO/ GDA

“Ellos no están dentro de la reserva natural, el sector donde se encuentran ubicados es conocido como zona de amortiguación del parque”, explica la directora del Vía Parque Isla de Salamanca (Vipis), Patricia Saldaña, quien reconoce la presencia de esta comunidad, que es visible por estos días del año, cuando salen a la vía a pedir alguna ayuda, con motivos de las fiestas de navideñas.

El asentamiento está a orillas de Caño Clarín, uno de los canales laterales que surten de agua dulce del río Magdalena a la Ciénaga Grande de Santa Marta, y que mejora las condiciones ambientales del parque.

Son unas 100 personas, entre adultos y niños, que viven de la pesca en las ciénagas del parque y el mar, además de los cultivos de cilantro, cebolla, y col. Aquí han levantado casas, unas con bloques y techos de zinc, y otras con tabla, remiendos de latas, plásticos, cartones, y de techo de palma, que aún por la noche se alumbran con mechones.

Algunas de estas familias son desplazadas por la violencia que se vivió en los años 90 por la guerra entre paramilitares, guerrilla y ejército y que golpeó al departamento del Magdalena.

“Tenía mis tierras más adentro, pero saque a mis pelaos y mujer cuando se presentó la masacre de la Ciénaga Grande, por miedo a que nos pasara algo”, cuenta José Núñez, padre de Angélica, Dany, Gabriel, y otros siete más, de la unión con Miriam Pansa.José es pescador, y confiesa que la única esperanza que tienen sus hijos de estrenar esas sandalias, la muñeca y el balón, en esta Navidad es que alguien se los regale.

“Somos muy pobres, lo que consigo con la pesca es para medio comer y sobrevivir en medio de esta selva. Por la carretera pasa gente buena que nos regala a todos los del pueblo algo para estrenar en Navidad”, dice en tono desolado el hombre de 55 años de edad, pero que parece mucho mayor a consecuencia de las largas faenas expuesto al sol y el sereno de la noche.

Los hermanos Núñez van al colegio de la vereda, ubicado en el kilómetro 6, una escuela rural a la que asisten los niños de esta zona. “Angélica está en tercero de primaria, Dany en cuarto y Gabriel en sexto”, cuenta Miriam, quien ya terminó el bachillerato y ahora quiere ir a estudiar a Barranquilla al Sena, alguna carrera relacionada con la ingeniería.

Son parte del paisaje

La casa donde viven los hermanos Núñez, a 50 metros de la carretera, se ubica en el kilómetro 9, más 500 metros, margen derecha de la Troncal del Caribe en sentido Barranquilla-Ciénaga.

Allí bajo un trupillo, seis de los 10 hermanos, agitan las ramas con el plástico haciendo señales a los vehículos.

A menos de 100 metros hay más niños y mujeres, también esperando que alguien se baje de un auto y les regale algo. La fila se extiende hasta el kilómetro 13.

Según Miriam son como 50 niños, entre esos muchos de brazos y recién nacidos. “Aquí hay mucha pobreza y está es la única fecha del año que salimos a esperar que nos ayuden con algo”, dice la joven.

Algunos vehículos de detienen para entregarle ayudas a los pequeños. Foto: EL TIEMPO/ GDA
Algunos vehículos de detienen para entregarle ayudas a los pequeños. Foto: EL TIEMPO/ GDA

La situación de estos niños de la Isla de Salamanca, como se les conoce, es conocida en la Gobernación del Magdalena, desde donde se asegura que están atentos a que los pequeños no sean explotados ni expuestos a situaciones de mendicidad.

El encargado de los asuntos de infancia y adolescencia del Departamento del Magdalena, José David González, dijo que estos niños están protegidos por el sistema de salud y educación de la Gobernación, y aseguró que el Icbf también ha visitado el caserío para revisar que no se les esté violando ningún derecho.

“Cuando están en esa parte de la vía lo hacen bajo la vigilancia de sus padres o un adulto, nunca están solos pidiendo limosnas, solo esperan que los conductores les regalen algo para estas fechas de navidades”, indicó González.

Como lo hizo Luisa María , quien viajaba a Santa Marta con su esposo, y detuvo el carro para saludar a Miriam, y escuchar a Angélica, Gabriel y a Dany. Quizás regrese antes de la Navidad con el balón, las sandalias y la muñeca, que los niños esperan les deje este año la Navidad.


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