Las protestas y los disturbios no dieron tregua este miércoles casi seis semanas después del comienzo de la peor crisis que ha vivido Chile en 30 años y que ha dejado 23 muertos. En la imagen, un manifestante en Valparaíso. (Foto: Reuters)
Las protestas y los disturbios no dieron tregua este miércoles casi seis semanas después del comienzo de la peor crisis que ha vivido Chile en 30 años y que ha dejado 23 muertos. En la imagen, un manifestante en Valparaíso. (Foto: Reuters)
/ GORAN TOMASEVIC
Milagros Asto Sánchez

Después de seis semanas de protestas, en impera la certeza de que el país ya no es el mismo. “Si uno tuviera que describir con una sola imagen el cambio que Chile ha experimentado tendría que decir que el oasis en la región [del que habló hace unos meses] se ha convertido en un desierto encendido”, apunta a El Comercio el politólogo chileno Carlos Peña, rector de la Universidad Diego Portales.

Para el académico, que visitó Lima por invitación de la Fundación Konrad Adenauer, el factor generacional es uno de los principales componentes del movimiento de descontento en el país, que está lejos de terminar.

— ¿Se esperaba que las protestas y manifestaciones alcanzaran esta magnitud?

Creo que a nadie le sorprendió demasiado. Antes del 18 de octubre –cuando estallaron las protestas–, ya se veían algunos signos de una especie de rebelión juvenil, muy generacional. Lo sorprendente fue que esto sirviera de catalizador a un malestar generalizado de amplios sectores de la población.

— Según usted, ver el acuerdo para reformar la Constitución como la salida a la crisis es un simplismo. ¿Por qué?

Hay quienes piensan que asistimos a una crisis del modelo de desarrollo que Chile ha tenido en las últimas tres décadas. Para ellos, el acuerdo constitucional es un primer paso. Creo, sin embargo, que las protestas y el malestar generalizado son producto de la misma modernización de Chile, que ha sido muy explosiva, muy rápida. Es una expresión de la modernización, más que un rechazo a ella, y creo que la respuesta es una solución de más largo plazo, lo que supone diagnosticar bien los problemas y que poco a poco la propia política vaya haciéndose cargo de ellos.

Lo que está ocurriendo hoy en Chile es comprensible pero no es correcto. Se ha dado una reacción muy rápida de la clase política, que ha levantado una agenda social sin mayor diagnóstico, una agenda social que si se la exagera puede arriesgar los equilibrios fiscales en Chile, amenazando con costes futuros muy altos.

— ¿Qué podría aplacar entonces la ira en las calles?

Bueno, hay que esperar que la ira pase. El peor camino es darle todo a quienes sienten ira para que dejen de tenerla. Sacrificar el procedimiento democrático por la ira de las calles tampoco es un camino razonable. El presidente Piñera fue elegido hace apenas 18 meses con amplísima mayoría, echar todo esto por la borda a propósito de la ira de las calles no es el camino correcto.

Los saqueos, incendios y enfrentamientos en todo Chile con una policía cuestionada, debilitan al gobierno de Sebastián Piñera. (Foto: Reuters)
Los saqueos, incendios y enfrentamientos en todo Chile con una policía cuestionada, debilitan al gobierno de Sebastián Piñera. (Foto: Reuters)
/ PABLO SANHUEZA

— Dice que las protestas son un movimiento más generacional que ideológico y es contrario a las voces que lo llaman un estallido social. ¿Cómo lo define?

La expresión estallido social no tiene ningún sentido sociológico ni preciso. Es una expresión pintoresca para describir un movimiento de malestar. Yo diría que estamos asistiendo en Chile a una cuestión multifactorial, pero uno de cuyos componentes principales, e insisto en esto, es una cuestión generacional. Estamos viendo a una generación que padece cierta anomia, falta de normas, que es propia de una sociedad que se ha modernizado muy rápidamente y que ha generado un proceso de individuación muy fuerte.

— ¿Qué papel tiene la educación en las protestas?

La generación que hoy tiene entre 18 y 24 años en Chile es la generación más educada en toda nuestra historia. Nunca en Chile ese segmento etario había sido tan ilustrado. Entonces nos preguntamos, por qué el sector más ilustrado está tan descontento. Bueno, es justamente porque es el más ilustrado, tiene más expectativas, es más crítico, es más individualizado y se siente más frustrado.

Eso sucede porque prácticamente dos tercios de quienes van a la universidad en Chile pertenecen a sectores sociales que nunca antes habían ido a la universidad. Esos sectores esperan encontrar en el certificado universitario los bienes que esos certificados garantizaban cuando eran solo para una minoría y aseguraban alta renta, prestigio, respeto social. Pero ahora que esos certificados se masificaron ya no proveen esos bienes y el resultado es la frustración. La juventud nunca estuvo mejor y a la vez más frustrada que ahora. Esto es lo que llamamos la paradoja del bienestar chileno.

La gran mayoría de los manifestantes son jóvenes. (Foto: Reuters)
La gran mayoría de los manifestantes son jóvenes. (Foto: Reuters)
/ RODRIGO GARRIDO

— ¿Cómo ve hoy a Piñera y qué le queda por hacer?

El gran problema de Piñera es que, como consecuencia de los hechos, ha debido abandonar su programa de gobierno, sustituyéndolo con una serie de acuerdos sociales alcanzados por el conjunto de las fuerzas políticas. Este es un primer problema, un mandatario cuyas ideas ya no aspiran a ser realidad. Y el segundo problema es que el poder en Chile se ha trasladado claramente del presidente al Congreso.

Yo he dicho en una columna que Piñera es un presidente que se ha vuelto inútil, por supuesto no he dicho que él como persona sea inútil, sino que la función presidencial se ha vuelto inútil. El presidente se mostró incapaz de imponer el orden público, por una parte, y, por otra, se ha mostrado también incapaz de responder con eficacia y rapidez a los problemas que los chilenos han denunciado. Es decir, las dos funciones principales del presidente de la república, Piñera ya no las cumple. Confiemos en que lo pueda hacer en el futuro, pero hasta ahora no las cumple.

— Piñera también enfrenta una acusación constitucional por la represión policial...

Sí, el otro gran problema que enfrenta el presidente Piñera es una acusación constitucional por violación sistemática de derechos humanos que no va a prosperar, pero que igualmente lesiona su imagen y su prestigio. También están las acusaciones de violaciones a los derechos humanos en Chile que han denunciado organismos internacionales. A mí me parece que sería errado afirmar que Piñera ha dado instrucciones para que se violen los derechos humanos, pero desgraciadamente en política se responde por los resultados y la responsabilidad del Estado en estos hechos recae sobre el presidente.

Sebastián Piñera ha admitido que la Policía chilena se encuentra "sobrepasada" por las protestas y los disturbios ocurridos durante esta crisis. (Foto: AFP)
Sebastián Piñera ha admitido que la Policía chilena se encuentra "sobrepasada" por las protestas y los disturbios ocurridos durante esta crisis. (Foto: AFP)
/ JOHAN ORDONEZ

— Las lesiones oculares y la represión abrieron un debate sobre hasta qué punto debe actuar la policía...

Nada de eso es justificable. Una fuerza policial que no es capaz de contener las manifestaciones o producir orden respetando los derechos humanos es una fuerza policial fallida, inadecuada para un Estado democrático.

— ¿Comparte la postura que plantea que estamos viviendo una “primavera sudamericana”?

Yo creo que lo que estamos viviendo en América Latina es una pérdida dramática del centro, un abandono de la fase más virtuosa de la izquierda latinoamericana, que fue la izquierda socialdemócrata, la izquierda amistosa con la modernización, la que modernizó Chile.

El gran desafío para los países de la región es sentar las bases intelectuales y culturales del centro. Lo hemos perdido en favor de una izquierda radicalizada, que está reverdeciendo los viejos ideales de los años 60, y una derecha extrema que se está volviendo rápidamente populista en la región. Nada de esto le hace bien al futuro de la región. América Latina tiene que seguir creyendo en los ideales que les han dado prosperidad a sus pueblos, en la mezcla de democracia y modernización.

— ¿Qué puede aprender la región de la crisis en Chile?

Lo principal es que la política sigue siendo vital para el bienestar de los países. Se puede tener modernización, bienestar material, pero la política es finalmente la que produce cohesión social, la que es capaz de escuchar las expectativas de las personas y, sobre todo, procesar el conflicto que es inevitable en la vida social de manera pacífica.

— ¿Por qué es importante que académicos e intelectuales se pronuncien en épocas de convulsión?

La principal tarea de los intelectuales no es tomar partido en estos problemas, sino tomar distancia, ayudando a la comprensión racional de los problemas en vez de simplemente dedicarse a usar sus armas retóricas para avivar el fuego de la discordia. Desgraciadamente en América Latina los intelectuales muchas veces abandonan este mandato fundamental y en vez de ayudar a los ciudadanos a que comprendan racionalmente sus problemas, a domeñar las pasiones, se dedican a atizar el fuego de la discordia. La tarea de los intelectuales en América Latina es ayudar a comprender racionalmente lo que estamos viviendo, a prever los problemas del futuro y contribuir a resolverlos.

Carlos Peña, abogado y doctor en Filosofía, ofreció en Lima una conferencia sobre las implicancias de la crisis de Chile en la región. El académico es rector de la Universidad Diego Portales (Santiago de Chile) desde el 2007. También es catedrático y columnista del diario “El Mercurio”. (Foto: El Comercio / César Campos)
Carlos Peña, abogado y doctor en Filosofía, ofreció en Lima una conferencia sobre las implicancias de la crisis de Chile en la región. El académico es rector de la Universidad Diego Portales (Santiago de Chile) desde el 2007. También es catedrático y columnista del diario “El Mercurio”. (Foto: El Comercio / César Campos)
/ Cesar Campos

Contenido sugerido

Contenido GEC