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Agencia AFP

Miles de familias celebran desde este domingo el , la tradición más representativa del país, con fuertes restricciones y enlutadas por la pandemia que deja unos 92.000 fallecidos.

Muchos cementerios, que suelen estar abarrotados en estas fechas, permanecen cerrados, mientras numerosos eventos fueron cancelados para evitar que los contagios (a la fecha más de 900.000) se disparen.

El Panteón de Dolores, el cementerio más grande de Ciudad de México, lucía desierto. Solo las personas cuyos parientes iban a ser cremados o sepultados podían ingresar con un máximo de 10 integrantes por familia.

A las afueras, unas seis florerías permanecían abiertas pero sin clientes. “¿A quien le vendemos? Esto está muy triste pero hay rentas y deudas que pagar”, dijo a la AFP Isidoro Ávila, vendedor de 76 años.

José Encarnación -que tiene como tradición familiar acudir cada 1 de noviembre a un panteón de Xochimilco, al sur de la ciudad, para montar una ofrenda en honor a su madre- lamentó las medidas impuestas por las autoridades.

“Este año, por la pandemia, no pudimos llevarle la comida y bebida que tanto le gustaba a mi mamá. Fue tristísimo no reunirnos con ella esta noche”, dijo el chófer de 46 años.

En Cholula, en el central estado de Puebla, un cementerio abrió las puertas con horario restringido y prohibió el ingreso de músicos, alimentos y bebidas.

“Nada más nos dieron 15 minutos (para estar en el panteón) y son dos tumbas las que tenemos. Solo nos va a dar tiempo de arreglar esta”, dice a la AFP Digna Santana, una empleada doméstica de 58 años, quien limpia a toda prisa la tierra acumulada sobre la tumba de su padre.

“Lo empiezo a ver con alegría”

Ciudad de México se quedó sin su acostumbrado desfile de sonrientes calaveras y disfraces multicolores. Tampoco se observan personas vestidas de catrinas, los elegantes esqueletos típicos de la festividad, que se extenderá hasta el lunes.

En su lugar, muchas familias recuerdan en la intimidad de sus hogares a quienes ya fallecieron.

“A lo mejor en su momento lo ves con dolor, pero ahora lo empiezo a ver como una alegría, de lo que representa en realidad el Día de Muertos”, dice a la AFP Janet Burgos, de 41 años.

Junto con sus hermanos, la mujer puso una ofrenda en memoria de su madre Rosa María, quien murió en junio a los 64 años presuntamente de COVID-19.

Al lado del altar, adornado con papel picado, fruta y una fotografía de Rosa María sonriente, Janet recuerda que su mamá pedía que no la lloraran cuando muriera.

“Yo quiero que todos estén contentos, que hagan fiesta porque yo fallecí, no quiero que estén llorando porque la vida continúa”, recuerda Janet que le decía su madre.

Primera ofrenda

Según la tradición mexicana, durante el Día de los Muertos las ánimas regresan a casa para convivir con sus parientes, que les preparan ofrendas con fotos, coloridas flores de cempasúchil y sus bebidas y alimentos preferidos, además del pan de muerto.

“Va a ser el primer año en que nosotros en sí vamos a poner una ofrenda y más que nada para mi mamá, porque todos los años la ponía ella”, comenta Nelly, de 47 años, la otra hija de Rosa María. “Para ser la primera vez (...) quedó muy bonita”.

Aunque el altar en memoria de Rosa María está impregnado de la alegría propia del Día de Muertos, la familia no puede ocultar la tristeza.

“Se siente la ausencia y siempre se va a sentir”, suspira Janet.

Tradicionalmente, las familias visitan a sus seres queridos en los panteones y llevan música, alimentos y bebidas.

El coronavirus ya había alterado los ritos funerarios. Familias como la de Rosa María no pudieron celebrar velorios, y en numerosos casos los cuerpos salen directo de los hospitales al crematorio.

Por ello, las ofrendas del Día de los Muertos se convirtieron este año en un consuelo para los que no pudieron decir adiós por la epidemia.

En el céntrico Hemiciclo a Juárez, integrantes de colectivos feministas se reunieron con una ofrenda para recordar a las mexicanas fallecidas por la violencia machista en el país.

“Hoy estamos recordando a las compañeras que ya no están acá con nosotros porque la mayoría de ellas aún no han encontrado justicia”, dijo a la AFP Ailet, de 18 años.

El gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador decretó tres días de luto nacional por las víctimas del COVID-19 en México, de 129 millones de habitantes y el cuarto país más enlutado por esta enfermedad.

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