(Foto:GDA/La Nación)
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Redacción EC

La joven de 16 años yace de costado sobre un colchón en el piso. No logra mantener la cabeza en alto. Su tío le acerca un vaso de agua a la boca, pero apenas puede tragar. Su voz es tan débil que el hombre debe pegar su oído a la boca de la joven para entender lo que dice.

Se llama Souhayla y tras tres años de cautiverio y violaciones seriales fue liberada este mes de uno de los sectores más devastados de la ciudad de Mosul, cuando su captor de Estado Islámico murió durante un combate aéreo. Su tío dice que la joven está en shock y ha invitado al periodismo para que compruebe el estado de Souhayla y pueda dar testimonio de las secuelas que el abuso sexual sistemático del grupo terrorista ha dejado en su sobrina. "Acá tienen lo que le están haciendo a nuestro pueblo", dice Khalid Taalo, tío de Souhayla.

Según datos de la Oficina de Rescate de Secuestrados de Iraq, desde que empezó la operación militar para recuperar Mosul, el año pasado, fueron liberadas alrededor de 180 mujeres, chicas y chicos de la minoría étnica yazidí que habían sido capturados en 2014 por Estado Islámico (EI). Las mujeres que pudieron ser rescatadas durante los dos primeros años que siguieron a la invasión de EI de su tierra ancestral regresaron a sus hogares con infecciones, fracturas en sus miembros e ideas suicidas. Pero tras más tres años de cautiverio, las recién liberadas, como Souhayla y otras dos mujeres que vieron los periodistas la semana pasada, muestran daños mucho más profundos y manifiestan signos de graves traumas psicológicos.

"Exhaustas", "inconscientes" y "en severo estado de shock y trauma psicológico", así describe el estado de esas mujeres el doctor Nagham Nawzat Hasan, un ginecólogo yazidí que ha tratado a más de 1000 víctimas de violación.

"Pensábamos que los primeros casos eran graves -dice Hasan-, pero después de la liberación de Mosul vimos lo realmente grave."

El director de la Oficina de Rescate de Secuestrados de Iraq, Hussein Qaidi, dice que esas mujeres en shock duermen durante días y que no parecen poder despertarse. "El 90% de las mujeres que salen de ahí pasan en algún momento por ese estado", dice Qaidi.

Souhayla y su familia quisieron que su nombre se conociera y que sus fotos se difundieran como una forma de alertar sobre los padecimientos de la minoría yazidí. Su tío publicó su imagen en Facebook no bien la joven fue liberada, con una descripción de los tormentos a los que la habían sometido.

Taalo dice que conocía el paradero de su sobrina desde hacía más de un año, como también el nombre del combatiente de EI que la tenía cautiva. A pesar del riesgo, logró convencer a un contrabandista de que fotografiara a Souhayla a través de una ventana de la casa donde estaba prisionera y le enviara las fotos a su familia.

Pero intentar rescatarla era demasiado peligroso.

Souhayla escapó el 9 del actual, dos días después de que un ataque aéreo derrumbó una pared de la casa donde la tenían y murieron su captor y otras dos jóvenes cautivas, según relató su tío. Logró trepar entre los escombros y llegar hasta el primer retén de las fuerzas iraquíes. Cuando su familia se acercó a buscarla, Souhayla corrió a abrazarlos.

"Corrí hacia ella y ella corrió hacia mí, y los dos empezamos a llorar, pero también a reír, dice Taalo, hermano del padre de Souhayla, quien sigue desaparecido desde que EI ocupó su ciudad. Pero según Taalo, a las pocas horas la joven enmudeció. Cuando llegaron al campamento donde su madre y su familia extendida encontraron refugio tras la invasión de EI, Souhayla ya había caído en una especie de estado de inconsciencia. Los médicos que la examinaron le administraron antibióticos para una infección en las vías urinarias. También evidenciaba signos de desnutrición. Pero nada que explicara un síntoma tan agudo como la incapacidad de respuesta, según su familia y uno de los médicos que la examinaron. "Estoy feliz de estar en casa", susurró a duras penas en el oído de su tío en respuesta a una pregunta de los periodistas. "Pero estoy enferma."

En 2014, cuando EI ya llevaba dos meses gobernando Mosul, los líderes de la agrupación pusieron sus ojos en la región de Sinjar, un macizo montañoso de 100 kilómetros de largo, hacia el norte de la ciudad. Sus laderas y aldeas de montaña habían sido un verdadero hogar para el pueblo yazidí, una pequeña minoría que representa menos del 2% de los 38 millones de habitantes que tiene Iraq. La centenaria religión de los yazidíes gira en torno a un dios único que a su vez creó siete ángeles sagrados. Debido a esa creencia, EI los etiquetó de politeístas, una peligrosa categoría en la clasificación del grupo terrorista. Apelando a un artículo ignoto y casi extinto de la ley islámica, EI argumentó que por sus posturas religiosas los yazidíes podían ser esclavizados.

El 3 de agosto de 2014, las fuerzas de EI avanzaron por Sinjar arrasando los valles adyacentes. Una de las primeras aldeas por las que pasaron de camino a las montañas fue Til Qasab, con sus edificios bajos de hormigón, rodeados de planicies de pastos dorados.

Ahí vivía Souhayla, que por entonces tenía 13 años.

Un total de 6470 yazidíes fueron secuestrados en las montañas, según funcionarios iraquíes. Tres años después, 3410 de ellos siguen cautivos o con paradero desconocido.

Fuente: GDA/La Nación

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