Rusia salvó a Bashar al Assad en el peor momento de la guerra civil en Siria. Moscú no pudo salvar al gobernante sirio de ser derrocado cuando el conflicto parecía estancado. En solo 11 días de una ofensiva relámpago y sorpresiva, los rebeldes liderados por el grupo islamista Hayat Tahrir al Shams (HTS) acabaron con la dictadura que combatió a sangre y fuego el levantamiento popular de marzo del 2011, que luego se convirtió en una lucha armada. Esta guerra fue la gran apuesta del presidente ruso Vladimir Putin no solo para rescatar a su par sirio, sino para convertir a Rusia en un actor de alcance global, con la capacidad de desplegar tropas y equipo militar para proteger a sus aliados. Pero ahora su propósito de establecer un nuevo orden multipolar se tambalea.
El 30 de setiembre del 2015, cuando Al Assad solo controlaba una tercera parte de Siria y su régimen estaba cerca de caer, comenzó la intervención militar rusa. Ese día, la aviación de Putin bombardeó al Estado Islámico, el grupo terrorista que en junio del 2014 había anunciado el establecimiento de un califato en los territorios que ocupaba en Irak y Siria.
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Cuando empezó la intervención rusa, el Estado Islámico dominaba el 50% del territorio ruso.
A partir de la ayuda de Rusia, todo fue cuesta arriba para Al Assad. El 27 de marzo del 2016, el ejército sirio recuperó la ciudad de Palmira, que estaba bajo control del Estado Islámico, que había destruido importantes restos arqueológicos.
El 22 diciembre del 2016 se dio una victoria estratégica para Al Assad. Con apoyo de Rusia, el ejército sirio recuperó la ciudad de Alepo, que también tenía una gran presencia del Estado islámico y de otras facciones rebeldes.
Casi un año después, el 2 noviembre del 2017, el ejército sirio tomó la ciudad de Deir al Zur, en el noreste del país.
Ese mismo año, Putin visitó la base aérea rusa de Hmeimim en Siria y declaró que la misión estaba cumplida.
A partir del 29 octubre del 2018, el ejército sirio y Rusia lanzaron una gran ofensiva contra el Estado Islámico en el este y el centro.
Para este 2024, Bashar al Assad, con la ayuda de Rusia e Irán, otro aliado clave, ya controlaba el 70% de Siria, incluidas las grandes ciudades. La guerra civil parecía condenada al olvido, con numerosas facciones rebeldes arrinconadas en pequeños territorios.
Pero todo cambió desde el pasado 27 de noviembre, cuando la coalición insurgente liderada por el grupo islamista Hayat Tahrir al Shams (HTS), apoyado por Turquía, inició una ofensiva contra el Gobierno de el Al Assad.
Al día siguiente, los rebeldes se hicieron con el control de la mayor parte de la provincia de Idlib, en el noreste del país.
Luego avanzaron hacia Alepo y el 30 de noviembre la conquistaron sin mayor resistencia.
El 5 diciembre cayó la ciudad de Hama, en el centro del país. También capturaron Homs, con lo que tenían el camino libre hacia la capital.
Dos días después, los rebeldes se acercaron a Damasco. Finalmente, el 8 de diciembre proclamaron su victoria en la capital siria. El régimen de Al Assad, quien estaba en el poder desde el 2000, colapsó. Putin no pudo hacer mucho por salvarlo. Ahora el derrocado mandatario está asilado en Rusia.
Las bases militares rusas en Siria
Rusia tiene en Siria dos bases militares: la aérea de Hmeimim, en Latakia, y la naval de Tartus, en el Mediterráneo. Ahora la gran pregunta es qué va a pasar con ellas. El Kremlin adelantó este lunes que negociará el futuro de estas con las nuevas autoridades del país árabe.
Con Al Assad en el poder, Siria acordó que Rusia podía mantener esas bases militares por 49 años a cambio de asistencia militar.
“Rusia está interesada en mantener una presencia tanto en la base aérea de Latakia como en la naval de Tartus. También tenía una presencia de inteligencia de señales en varias porciones del territorio sirio. Entonces, eventualmente ahora no solo podría perder su presencia e influencia en el Medio Oriente, sino que también importantes activos que tiene desplegados”, dijo a El Comercio el analista internacional Francesco Tucci.
“Hay que reflexionar sobre un dato importante. Al Gobierno Ruso no le importa per se la caída de Al Assad; ¿por qué?. Si otro líder, otro grupo puede garantizar a Rusia la posibilidad de poder utilizar sus bases militares, mantener un cierto nivel de presencia, de inteligencia de señales, abandonará tranquilamente a Al Assad”, precisó Tucci.
Recordó que actualmente Rusia tiene dificultades para mantener su presencia en el Mediterráneo debido a la guerra con Ucrania, por eso es clave que Tartus siga bajo su control.
El analista también sostuvo que se debe tener en cuenta que una parte importante de los rebeldes tiene el apoyo de Turquía.
“Entonces, para entender cuánta influencia perderá Rusia, hay que tomar en cuenta quién gobernará Siria”, refirió Tucci.
¿A Turquía le va a interesar que Rusia siga teniendo presencia en sus bases militares en Siria? Tucci dijo que Turquía ha coqueteado varias veces con Rusia, a pesar de formar parte de la OTAN.
“El presidente turco Erdogan en varias ocasiones se propuso como mediador en la guerra en Ucrania, y también sobre el tema de los granos. Además, compró sistemas de armas rusas. Entonces, hay que ver el tipo de juego que tiene en mente Erdogan, porque ya ha jugado en las dos ligas. Dependerá mucho de sus intereses (el futuro de Rusia en Siria”, anotó Tucci.
La debilidad de Putin
Con respecto a cómo queda Rusia tras la caída de Al Assad, Tucci indicó que el país gobernado por Putin, y el propio mandatario, están en un momento de debilidad.
“Y ojo también Irán pierde. Los dos países, tanto Rusia como Irán, están en dificultades No pudieron ayudar a Al Assad a tiempo, o por lo menos no como quería el presidente sirio”, explicó Tucci.
Por su parte, el Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW) dijo que el rápido colapso del régimen de Al Assad es una derrota política estratégica para Rusia.
“Putin se ha opuesto a los movimientos democráticos para derrocar a los gobernantes autoritarios aliados del Kremlin en todo el mundo, ya que considera que estos movimientos obstaculizan sus esfuerzos por crear su deseado mundo multipolar, donde Rusia y sus principales aliados y socios autoritarios desempeñan un papel importante”, señaló el ISW.
Agregó que la incapacidad o la decisión de Putin de no salvar al régimen de Al Assad mientras la ofensiva rebelde lograba rápidos avances, dañará la credibilidad de Rusia como un socio confiable y eficaz para dar seguridad a sus aliados en todo el mundo, lo que a su vez afectará negativamente la capacidad del presidente para plasmar su deseado mundo multipolar.