Roger Zuzunaga Ruiz

Rusia salvó a Bashar al Assad en el peor momento de la guerra civil en Siria. Moscú no pudo salvar al gobernante sirio de ser derrocado cuando el conflicto parecía estancado. En solo 11 días de una ofensiva relámpago y sorpresiva, los rebeldes liderados por el grupo islamista Hayat Tahrir al Shams (HTS) acabaron con la dictadura que combatió a sangre y fuego el levantamiento popular de marzo del 2011, que luego se convirtió en una lucha armada. Esta guerra fue la gran apuesta del presidente ruso Vladimir Putin no solo para rescatar a su par sirio, sino para convertir a Rusia en un actor de alcance global, con la capacidad de desplegar tropas y equipo militar para proteger a sus aliados. Pero ahora su propósito de establecer un nuevo orden multipolar se tambalea.

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