Claudia Arbulu, establecida en España desde hace 16 años, estudió Bellas Artes, tiene una maestría en Crítica del Arte y un doctorado en Filosofía, Estética y Teoría de las Artes. Además, es asesora de coleccionistas privados e instituciones. (Archivo personal)
Claudia Arbulu, establecida en España desde hace 16 años, estudió Bellas Artes, tiene una maestría en Crítica del Arte y un doctorado en Filosofía, Estética y Teoría de las Artes. Además, es asesora de coleccionistas privados e instituciones. (Archivo personal)
Renzo Giner Vásquez

Imagine visitar una exposición de pinturas, fotografías, dibujos, esculturas, collages, grabados o piezas audiovisuales de distintos artistas sin salir de su casa. Sin que se levante del sillón. Y es más, que si decide comprar la obra la dejen en la puerta de su casa. Desde hace un año, esa es la apuesta de Claudia Arbulu, establecida en  desde hace 16 años y dueña de una galería de arte online que lleva su nombre.

Puede visitar la galería de arte de Claudia Arbulu dando clic en este enlace.
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“Lo que más me gusta es que estamos llegando al público joven, a las nuevas generaciones, que son el futuro del coleccionismo”, dice Claudia durante una llamada con El Comercio. “Me refiero a los llamados ‘young collectors’, jóvenes de entre 25 y 30 años, con un presupuesto más reducido, pero que hacen un gran esfuerzo por empezar a coleccionar”.

Esta galerista peruana que nació en París y tiene un poco de española e italiana, explica que el éxito de este tipo de plataformas reside en dos puntos claves: brindar facilidades de pago a esos jóvenes y permitir compras a un clic.

“Las cosas van cambiando, las generaciones demandan otras cosas, y la generación actual es la del móvil, la de comprar por Internet y la de las redes sociales. Esto es reinventarte o morir. Mira, yo no soy de la nueva generación pero la ropa, los muebles y todo lo compro por Internet [risas]”, asegura.

Según reportes especializados, durante el 2018 el 85% de galerías de arte ya contaba con pasarelas digitales de pago. Algo impensado hace unos pocos años, según Arbulu, quien aclara que el florecimiento de estas nuevas plataformas, no necesariamente indica la desaparición de las tradicionales.

Claudia es consciente de los riesgos de ofrecer un catálogo tan variado y con imágenes en alta calidad en Internet.

Puede visitar la galería de arte de Claudia Arbulu dando clic en este enlace.
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“Siempre te pueden piratear”, reconoce. “Muchos me han pedido que suba las fotos con menor calidad para que no sean replicadas. Pero no hay que tener miedo”.

Arbulu considera que es imposible combatir a la piratería, pero confía en que la solución reside en la reeducación del comprador. “Una copia nunca tendrá el alma y aura que le otorgó el artista”, dice. “Hay que tener la esperanza de seguir educando a las personas para que puedan valorar tener una verdadera obra de arte y no una pirata”.

Claudia es, además de galerista, una artista. Uno de sus primeros recuerdos son los bodegones y payasos que pintaba su madre al óleo. Además, cada año esperaba a las vacaciones de verano para poder matricularse en algún taller de pintura o dibujo.

“Recuerdo ir al taller de Teresa Suárez Vértiz. Era muy pequeñita y me encontrabas en medio de todas las señoras que estaban pintando [risas]. Escribir fue otra de mis pasiones, escuchaba mucha música, era muy romántica y un poco solitaria”, cuenta.

Estudió Bellas Artes en la PUCP y luego emigró a Washington D.C. por una temporada, donde estuvo como alumna visitante en la Corcoran Gallery of Art. Ahí aprendió sobre la autogestión del artista. Eso, asegura, es vital en su relación con las jóvenes promesas que ahora venden sus obras a través de la galería.

“Yo sé lo que es ir con un dossier bajo el brazo buscando galerías de arte. También sé lo que es la ilusión de poder comer de tu trabajo como artista. Por eso con mis artistas somos como una familia. Tener una galería es un reto empresarial, yo me quedo muerta cuando me entero lo que ganan otras galerías, pero la idea acá no es hacerme rica con esto, sino incentivar el talento de estos jóvenes”, asegura.

Tras su paso por Washington postuló a una maestría en Maastricht y a otra en Madrid. La aceptaron en ambas universidades, aunque finalmente se decidió por la Complutense.

Ahí obtuvo un máster en Teoría y Práctica de las Artes Plásticas Contemporáneas especializándose en Crítica de Arte, Mercado del Arte y Arte Público. Luego entró como becaria al importante Museo Reina Sofía de Madrid.

Y si algo marcó su paso por aquella institución fue la exposición de Anni y Josef Albers, dos de los máximos exponentes de la escuela de arquitectura y diseño Bauhaus. “Logré llevarla al Perú porque había averiguado la influencia que los Albers tuvieron durante su paso por Chile y nuestro país", cuenta. “Fue todo un milagro hacerlo porque ajustamos presupuestos y convencimos a muchas personas, pero al final se logró”.

El siguiente paso fue obtener un doctorado, para ello ingreso a la UNED donde realizó una tesis doctoral sobre Filosofía, Estética y Teoría de las Artes guiada por Simón Marchán Fiz.

"Don Simón es el gurú del arte conceptual en España", resume Arbulu.

Tras su nuevo paso por las aulas publicó "Los Catalanes de París. Un análisis estético", una crítica del arte desde el punto de vista filosófico. 

Ahora lo pueden encontrar en todas las librerías de España y .

“Después de eso vino esta idea de crear la galería de arte”, asegura. “Si la galería funciona, mi sueño es poder tener mi propia fundación. Yo, más que galerista, me siento un mecenas. Siento que he tenido mucha suerte en la vida, por lo que me gustaría compartir eso con otros artistas. Imagina poder becarlos, hacer intercambios entre artistas peruanos y europeos, hacer residencias, contar con lugares de creación, quizás una pequeña editorial”.

Además de todo esto, Arbulu es asesora de coleccionistas privados y para instituciones. Una especie de guía que le aconseja qué comprar para conseguir que su colección sea más valiosa y tenga más sentido.

Una suerte de psicóloga del arte.

“[Risas] En realidad sí, un poco al menos. Mi trabajo es definir cuál es la obra que visualmente le encante al coleccionista y que además, si ya tiene otras obras, vaya completando una filosofía para que mañana tenga valor como colección”, detalla. “Te confieso que es inevitable que haya un poco de subjetividad, pero hay que controlarlo. Quizás puedo recomendar una obra que yo nunca compraría pero siento que completa su colección. Es como armarle un equipo de fútbol: eliges al mejor defensa y al mejor atacante para el estilo de juego que busca”.

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