A mediados del 2015, José Ignacio Bergoglio viajó a Paraguay para ver a su tío, ya convertido en Papa. Al lado de ambos, el presidente de ese país, Horacio Cartes. (Archivo personal)
A mediados del 2015, José Ignacio Bergoglio viajó a Paraguay para ver a su tío, ya convertido en Papa. Al lado de ambos, el presidente de ese país, Horacio Cartes. (Archivo personal)
Óscar  Bermeo Ocaña

Nací hace 34 años en Buenos Aires. Soy hijo de María Elena, la única hermana viva del Papa. Mi tío ofició mi primera comunión y confirmación. Solo faltaría que sea el sacerdote que me case. Todas las semanas llama a casa. Es un buen consejero.

A una hora del centro de Buenos Aires, en la localidad de Ituzaingo, la familia Bergoglio aguarda cada semana una llamada del Vaticano. En la charla se cuelan la comida y el fútbol. La despedida siempre es la misma. “Nos pide que recemos por él”, cuenta José.

—¿Cómo ha sido la relación con tu tío?
Cuando era cardenal, cada vez que iba al centro me escapaba a la catedral y conversábamos un rato. Además, nuestra relación tuvo mucha comunicación telefónica.

—¿Qué lugar ocupa la religión en la familia?

Mi primo José Luis es sacerdote jesuita, mi prima María Inés fue religiosa, mi mamá y mi tía Martha fueron catequistas. Es normal en la familia encontrar un cura.

—¿Cómo es tu tío?

Es un hombre sencillo, sincero y bromista. Si te tiene que llamar la atención lo va a hacer, si necesitas ayuda te aconsejará. Le gustan la pizza, el tango y el fútbol. Su gran virtud es saber relacionarse con los jóvenes. Eso es importante para la Iglesia, hoy que la mayoría de jóvenes piensa que algunas cosas son ‘cool’ cuando no lo son.

José Ignacio dice que el Papa se comunica con ellos semanalmente. (Óscar Bemeo / El Comercio)
José Ignacio dice que el Papa se comunica con ellos semanalmente. (Óscar Bemeo / El Comercio)

—En marzo se cumplirán 5 años de su elección. ¿Cómo vivieron este tiempo?
Al principio fue difícil asimilar todo. Cuando el diácono salió a anunciar la elección del Papa, nosotros escuchamos un nombre que nos resultó familiar. Nunca imaginamos que iba a ser él. En ese primer tiempo mucha gente se acercó. No podíamos ir a comprar sin que nos reconocieran. Después las cosas se fueron acomodando en su lugar.

—¿Él no lo esperaba?
Para nada. Antes de viajar llamó para despedirse y al igual que en el 2005 [cuando fue la elección de Benedicto XVI] le dijo a mi mamá: “Nos vemos, gordita. A la vuelta a ver si nos tomamos unos mates”. Él ya estaba listo para retirarse. Había reservado su habitación de reposo en la Vicaría de Flores.

María Elena Bergoglio, aquí saludada por un vecino, es la única hermana viva que le queda a Francisco. (AP)
María Elena Bergoglio, aquí saludada por un vecino, es la única hermana viva que le queda a Francisco. (AP)

—Para tu madre debió ser muy emotivo…
Para ella fue muy difícil. Ya quedaban solo ellos dos. Eran bastante unidos, ten en cuenta que los otros tres hermanos han fallecido. Fue duro porque además de costarle entender qué estaba pasando, ella debía asimilar el desprenderse de su hermano, el no poder ir a despedirlo al aeropuerto o a la catedral. Con el tiempo lo asimiló.

—¿Cuándo fue la primera vez que hablaste con él ya como Papa?

El 13 de marzo del 2013, el mismo día de la elección, a las nueve de la noche. Sonó el teléfono de casa, venía sonando todo el día. No le reconocí la voz. “¿Quién habla? Yo, Jorge. Ah, tío, ¿qué tal, todo bien? Espera que te paso con mi mamá”. Fue todo muy natural, porque no dijo: “Yo Francisco”, sino Jorge. Lo primero que le dijo a mi mamá fue: “Gordita, no pude decir que no”.

—¿Con qué frecuencia se comunica?
Mínimo una vez por semana. Llama él porque no sabemos italiano y las llamadas son caras. Siempre saluda con un “Hola, negrito. ¿Cómo estás?”. Hacemos chistes de fútbol. Solo él es hincha de San Lorenzo, nosotros somos de River Plate. Uno de sus guardias se hizo hincha de San Lorenzo para acercarle las novedades.

—¿Les comenta sus viajes?
Muy por encima. En su viaje a Brasil quedó marcado con el chico autista que se acercó a abrazarlo. Ese caso puntual lo sigue atesorando.

—¿Su sueño era ser misionero?
Se inscribió en la orden jesuita con el objetivo de ‘misionar’ y se encontró con una traba por temas de salud. Tenía un problema pulmonar. Ahora se está dando el gusto. Ha viajado por lugares a los que jamás imaginó ir.

—Tras la elección hubo voces discrepantes acá en Argentina, cuestionando una supuesta complicidad con la última dictadura…
Lo tomamos como tal, trascendidos y sin darle mayor importancia porque sabemos la realidad. Lo sabe la familia, la justicia y él mismo lo cuenta en su libro. El resto son datos de color, gente que vaya a saber por qué motivos salió a decir lo que dijo. Sabiendo cuál es la verdad, no les hicimos caso.

—¿Cómo surge la fundación Haciendo Lío?
En el 2015, mi novia Marina y yo lanzamos la fundación, que hace una clara alusión al mensaje de Francisco en su encuentro con los jóvenes en Río de Janeiro dos años antes. Interpretamos que no solo era un mensaje a la juventud, sino a toda la sociedad para que salgamos de la zona de confort y estemos dispuestos a tender nuestros brazos a los más necesitados. Asistimos a comedores de todo el país, tenemos jornadas de intermediación laboral.

—¿Qué te dijo tu tío cuando le comentaste que querías hacer una fundación?

Que estaba loco pero que le diera para adelante.

—¿Cuándo fue la última vez que se vieron?
Durante su visita a Paraguay, en julio del 2015. Mi tío no sabía que iba. Nos abrazamos. Le entregué una carta de unos chicos de Jujuy. Fue muy lindo el encuentro. Lo saludé como tío. No llegué a darle el beso en el anillo de Papa. Él es el Papa pero sigue siendo nuestro tío, se lo prestamos por unos años al mundo. Muchas de esas cosas protocolares a él no le gustan mucho.

—¿Por qué no viaja el Papa a Argentina?

El mundo tiene más de 200 países. Ahí está la respuesta. El resto son conjeturas. He escuchado un sinfín de cosas sobre por qué no viene. Sin embargo, cuando hablo con él me dice que echa de menos, pero que hoy lo están necesitando en otra parte. Me dirán que visitó EE.UU., sí, pero en esa visita a quienes les habló más fuerte fue a gente millonaria con pobreza en el corazón. La necesidad de esperanza que hay en tantos países es enorme. En Argentina lo tuvimos 75 años y no fuimos capaces de escucharlo. Ahora esperémoslo. Él va a venir. ¿Cómo no va querer visitar a su hermana? Pero no hay que anteponer los intereses personales sobre los de Dios.

—¿Hay temor en la familia por su seguridad?
No, de hecho hemos hablado con él de eso. Y nos dijo unas palabras que creemos que son suficiente para dejarnos tranquilos: “Además de la Guardia Suiza tengo el mejor guardaespaldas del universo, que es Dios. Él me va a proteger’.

—Desde que asumió tuvo algunos gestos que lo mostraron como un Papa con tono progresista, aunque algunos dicen que son gestos para la tribuna…
Tiene que ver con la doctrina social de la Iglesia. Sería fácil decirle a la gente lo que le gusta y dejarlos contentos. Lo difícil es respaldar con hechos. Él no hace más que expresar las raíces de la Iglesia. ¿Se siente cómodo con drogadictos, prostitutas y demás? No creo, pero él quiere estar ahí porque Jesús estuvo ahí. Y qué es un Papa si no un representante de Jesús en la Tierra. No pasa por una ideología progresista o neoliberal, simplemente tomó la postura que la Iglesia escribió. Para mí no habla para la tribuna.

—El Vaticano afronta serios problemas con las denuncias de curas pederastas. ¿Qué posición toma Francisco?

Tiene una posición de lucha intensa contra los pedófilos, pederastas y corruptos. Creo que no duda ni un segundo al pedir el castigo correspondiente para un obispo o sacerdote pederasta. Él busca que en la Iglesia no exista más esa gente.

—Hay algunos datos de color que surgieron tras su elección, como que un romance infructuoso dio origen a su carrera eclesiástica.
Él empezaba a conocerse con una chica. Ya se encontraba en esa dicotomía de seguir una vida amando a una mujer y conformando una familia o una vida de amor a Dios, a los pobres. Fue un 29 de setiembre cuando estaba yendo de picnic con sus amigos y pasaron por la puerta de la basílica San José de Flores, y sintió que debía entrar. Tuvo una confesión y una charla con un sacerdote. Salió de allí ya convencido de cuál era el camino que debía tomar. No fue “si no me aceptaba la chica me volvía cura”. Eso queda como una anécdota.

—¿Les llamó la atención el nombre de Francisco?
Todo nos llamó la atención. Podía haber elegido Juan Pablo III, Juan XXIV. Eligió Francisco, ¿por qué? Una vez que lo eligieron, un cardenal brasileño le dijo: “Jorge, no te olvides de los pobres”. Entonces eligió Francisco, por San Francisco de Asís.

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