Tal vez uno no lo recuerde con claridad por los veinte años transcurridos, pero hasta la mañana del 11 de setiembre del 2001 estaba permitido llegar a la playa de estacionamiento del aeropuerto Jorge Chávez, dejar el auto a un lado y acompañar a un familiar o amigo hasta el mismo lugar donde entregaba sus maletas a la aerolínea para que fueran en la bodega del avión.
Los objetos que aparecen en esta nota fueron requisados en el Jorge Chávez al pretender ser llevados como equipaje de mano después del 11 de septiembre del 2001. Esta es la historia de cómo se vivió ese día fatídico en el principal aeropuerto del país y las medidas de seguridad que se tomaron a consecuencia de ello.
Juan Salas Rivera recuerda perfectamente ese día en que cambió para siempre nuestra manera de viajar. Ese martes estaba realizando una inspección de rutina en los ingresos a las salas de embarque del aeropuerto. Seis meses atrás, la empresa en la que trabaja, Lima Airport Partners (LAP), había ganado la concesión para operar en el Jorge Chávez y decidió nombrarlo su gerente de seguridad. De modo que ningún detalle se le podía escapar.
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Eran poco más de las 8 a.m. A más de seis mil kilómetros de distancia, el vuelo 11 de American Airlines, con cinco terroristas de Al Qaeda a bordo, ya había despegado del aeropuerto Logan de Boston y no se dirigía a Los Ángeles como se tenía previsto. Había cambiado de manera abrupta su ruta hacia Nueva York. Luego de 46 minutos impactaría de lleno en la parte alta de la torre Norte del World Trade Center (WTC). Cumpliendo así la mayor amenaza de Osama Bin Laden desde que, en agosto de 1996, le declaró la guerra a EE.UU. en una cueva en Afganistán.
“Tienes que ver lo que está pasando en la televisión”, le dijo un compañero a Salas. Acto seguido, fueron a la oficina. Las imágenes eran sorprendentes, confusas y perturbadoras. Por un momento creyeron que se trataba de una película hasta que a las 9:03 a.m. impactó el vuelo 175 de United Airlines en la torre Sur en el mismo complejo de edificios en Manhattan. Entonces supieron que eran parte de los millones de espectadores del peor ataque terrorista que ha visto la humanidad y que dejó a 2.753 fallecidos solo en el WTC.
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No había mucho tiempo que esperar. Aunque la información todavía estaba en desarrollo (horas después Bin Laden sería señalado como el principal sospechoso y luego se convertiría en la persona más buscada en la historia del FBI), Salas y su equipo tuvieron que tomar decisiones urgentes. Afuera tenían a cientos de personas que estaban por subirse a un avión.
Realizaron un comité con las autoridades y se concluyó que se debía reforzar la seguridad del aeropuerto de inmediato. Como primera medida, se sectorizó el área de chequeo de los pasajeros. Ya no se permitiría el ingreso de familiares ni terceras personas a los counters. Solo quien viajaba podía acercarse, ticket en mano, a embarcar sus maletas. Se implementó un cordón de seguridad y se pidió apoyo a la policía.
Salas recuerda que por el impacto de la noticia no hubo mayores reclamos de los pasajeros. Se sentía miedo e incertidumbre en el ambiente. Pero también eran conscientes de que estas personas debían de llegar a sus destinos.
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Como segunda acción, se estableció una lista de objetos prohibidos. En adelante, nada punzocortante podía ir en la maleta de mano. Si antes se podía viajar con una navaja suiza, dardos o pinzas en la bolsa, estos automáticamente quedaban retenidos en los controles de seguridad. Lo mismo pasó con los objetos contundentes: palos, lanzas, martillos. Si el pasajero insistía en llevarlos consigo, simplemente no podía subir al avión.
“El 11 de setiembre conllevó también a ver cómo iba a manejarse estas situaciones de acuerdo a las amenazas. Porque después de esa fecha, también aparecieron otros atentados”, dice Salas, haciendo referencia a un frustrado atentado en el 2006 en el Reino Unido donde los terroristas quisieron hacer estallar varios aviones que iban con dirección a EE.UU. con explosivos líquidos. Fue a raíz de este evento que está prohibido llevar en la maleta de mano líquidos, aerosoles, gel, cremas que no superen la cantidad mínima de 100 ml.
No obstante, es frecuente ver que, pese a las advertencias, los pasajeros aún intentan viajar con objetos no permitidos (como muestran las imágenes que acompañan esta nota): piedras, ladrillos, machetes, armas de fuego, lanzas, cuchillos, mazos y taladros forman parte de la colección de cosas confiscadas por los trabajadores del Jorge Chávez.
“Mira cuánto tiempo ha pasado desde el 11 de setiembre y la gente aún lleva este tipo de objetos prohibidos”, dice Salas señalando un cilindro medio lleno de los elementos punzocortantes como tijeras de coser y cortaúñas que fueron detectados a los pasajeros en sus maletas y colocados en ese recipiente, al lado de la revisión del equipaje de mano, solo en la primera semana de este mes.
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A los terroristas de Al Qaeda les bastó llevar cuchillas y puñales para secuestrar los cuatro Boeing 757 y 767, reducir a los pasajeros, tomar la cabina y estrellar las aeronaves: dos contra el World Trade Center, uno contra el Pentágono y otro en un campo en Shanksville (Pensilvania) porque no llegó a su objetivo que era el Capitolio. Eso es algo que se le pasa cada tanto por la cabeza a Salas: el día en que un grupo de fanáticos yihadistas llevaron el terror a las alturas y el mundo nunca volvió a ser como antes.
Objetos retenidos luego del 11/09
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