En Venezuela la única nevera llena es la de la morgue. Foto: AFP, vía El Nacional/ GDA
En Venezuela la única nevera llena es la de la morgue. Foto: AFP, vía El Nacional/ GDA

Caracas. En la historia republicana de la población incrementó su poder adquisitivo, creció el número de universidades, ambulatorios y hospitales. Había inversión en infraestructura y en servicios públicos. Gracias a poco más de 20 años de revolución, tal como afirma el sociólogo Tomás Páez, actualmente en Venezuela la única nevera llena es la de la morgue.

“A pesar que desde 1999 se han recibido más recursos que en 40 años de democracia y capitalismo, ahora estamos peor, ya que unos personajes usufructuaron nuestros recursos y se los robaron”, señaló.

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Para el también profesor universitario la situación del venezolano está marcada por grandes desigualdades causadas por el deterioro económico, la hiperinflación, la destrucción del bolívar, de las fuentes de empleo y la inseguridad, lo que a su vez se convierten en razones para irse del país.

“Éramos una sociedad muy heterogénea, pero hoy en día, somos una sociedad fragmentada con grandes diferencias sociales, donde el sector pobre alcanza 90%. Tenemos una mayoría que se empobrece cada vez más y una minoría que se enriquece, pero no es el viejo empresario venezolano, son unos pocos que se han hecho ricos por ser consistentes con el poder”, aseguró.

El empresario

Edmundo Milián es dueño de una compañía de entretenimiento. Coincide con Páez al afirmar que en años anteriores las empresas se autogestionaban: “Solíamos tener excelentes ganancias en Venezuela y en otros países. Pero ahora se ha hecho cuesta arriba. El mantenimiento de empleados e infraestructura ya supera nuestras capacidades”.

Milián, junto a sus socios, trata de retener a los empleados con incentivos económicos. “Pagamos bonos en divisas y de transporte para evitar que el sueldo se les diluya en pasaje. Lo podemos hacer así porque tenemos trabajo en el exterior. Si no pagamos de esta manera no es atractiva ninguna oferta de trabajo”, manifestó.

Afirmó que quienes tenían cierto poder adquisitivo de un año para acá su nivel ha mermado. “Ahora las prioridades están centradas en alimentación, servicios y pago de educación. Si uno salía a comer tres veces a la semana a un restaurante ahora lo hacemos cada 15 días. El poder adquisitivo bajó y la inflación subió”, expresó.

El empresario explicó que hay tres versiones de venezolanos dentro de un mismo país: “La clase más popular, que son dependientes de cajas de comida y de una economía de trueque; la clase media, que trata de sobrevivir quemando sus ahorros; y aquellos que están haciendo las maletas para irse”.

La desigualdad

El sociólogo Ender Arenas explicó que el venezolano se refugia en su vida íntima ya que no tiene acceso al entretenimiento común y corriente: “No es que nos hemos vuelto más hedonistas, ahora somos más privados porque es la única dimensión donde nos sentimos seguros. No podemos salir a la calle por la delincuencia y porque no tenemos dinero”.

Alertó que se presenta, con cada vez más frecuencia, que la gente piense que el flujo mejor repartido es el sufrimiento: “Por eso quizás criticamos a aquellos que pueden ir a un restaurante o a un concierto. Pensamos que lo que debe estar homologado son las carencias y no las riquezas”.

Arenas resalta que solo 10% de la población puede distraerse, aunque a la mayoría le gustaría hacerlo.

Señaló que el venezolano se ha convertido en un inmigrante económico. También mencionó que hay razones políticas porque muchos se sienten acosados, como sucede con Mariana Abreu, que pidió asilo en Estados Unidos. Su solicitud aún está en proceso, y por lo tanto, no puede trabajar legalmente en ese país ni mandarle dinero a su familia en Venezuela.

Abreu es licenciada en Turismo del Colegio Universitario de Caracas. Tiene 35 años de edad. Su padre recogió su título en la secretaría de la institución. En 2017 participó en las concentraciones y plantones que se organizaban en la plaza Francia de Altamira, en Caracas, por la cercanía con su casa de estudios, razón por la cual recibió amenazas de los colectivos que hacen vida en el CUC.

Los grupos afectos al régimen de Nicolás Maduro querían evitar que Abreu se graduara, a tal punto que en 2018 la amenazaron de muerte y la agredieron a golpes luego de su defensa de tesis. No volvió a la capital y salió de Venezuela en febrero de 2019.

Abreu se ha mantenido gracias a que sus padres vendieron el único carro que tenía la familia. No manda cajas con comida como muchos venezolanos residentes en Estados Unidos. A pesar de que sus progenitores son profesionales, el sueldo solo les alcanza para cubrir los gastos básicos.

La familia Abreu vive con miedo. En varias oportunidades los que la acosaron en la universidad han ido hasta su casa en Catia a preguntar por su paradero. Su hermano, ante tal situación, está preparando todo para emigrar a Uruguay antes que termine 2019.

En este sentido Tomás Páez, que desde 2013 adelanta un estudio acerca de la diáspora venezolana, afirmó que el capital humano en el exterior será importante para poder ayudar al país en un futuro: “Toda diáspora es positiva y reduce la pobreza global. No existe fuga de cerebros”.

El sociólogo resaltó que en el país la mayoría de la gente no puede comprar lo que necesita, contrastando con los pocos que pueden disfrutar de las riquezas: “Hay 90% en precariedad, que necesita la ayuda de sus familiares en el exterior. Eso genera un clima de indignación y malestar”.

El ciudadano de a pie

María Isabel Campos es técnico superior en Recursos Humanos. Está desempleada desde hace varios años por lo que emigrar está en su lista de cosas por hacer, pero la tardanza del Saime en entregarle su pasaporte se lo impide.

Su hija mayor vive en Chile y le manda dinero una vez al mes. En su casa dejan de comprar algunas cosas como jabón en polvo o materiales de limpieza porque prefieren adquirir comida.

La historia no es distinta a la de Eliana Martínez, una profesora universitaria y economista jubilada de una institución pública, que pidió que se le cambiara su nombre para esta entrevista: “Mi estilo de vida ha desmejorado significativamente, los ingresos alcanzan escasamente para la adquisición de alimentos básicos. En gracia de Dios soy sana y cuando me ha tocado asistir al servicio médico, utilizo el de la universidad. El esparcimiento que solía tener se ha reorientado a más encierro en mi casa”.

Su hija emigró a un país europeo hace dos años, buscando una mejor calidad de vida para ella y su niño. “Quería que le dieran una educación plural, una seguridad alimentaria, de salud, de esparcimiento y de sus derechos como ciudadano. Su ayuda monetaria es esporádica porque aún no dispone de un trabajo estable”, señaló.

Sin embargo, no piensa emigrar. “Quiero seguir defendiendo mi derecho ciudadano y apostar por un cambio coyuntural y estructural de mi país”, expresó.

A pesar de tener credenciales en el ejercicio público y privado, la calidad de vida de esta economista ha ido en declive desde que se jubiló en 2006. Afirmó que todo se debe al desmejoramiento en los ingresos que han mermado por la maxidevaluación y por no homologarse, algo que por ley le corresponde.

“El gobierno se ufana en un discurso orientado a convencer al colectivo interno e internacional de que se ha reducido al máximo la desigualdad social, que en parte es cierto porque prácticamente 85% de la población es de estrato bajo. Ya se fusionó la clase media y el porcentaje restante que tiene mejores condiciones de vida son parte de ese gobierno o propietarios de medios de producción”, indicó.

Señaló que, por ahora, esta estrategia les ha resultado exitosa para mantener el control sobre la gran mayoría y atornillarse en el poder.

Páez retomó esta idea y afirmó que la situación venezolana se compara con la de Rusia, China o Cuba: “En esos países los pudientes son los del gobierno. El socialismo produce eso, dos grandes sectores: los pobres y ellos”.

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