(Foto: Pixabay)
(Foto: Pixabay)
Fabiola León Velarde

En el 2013, investigadores de la Universidad de Yale crearon el currículum vítae de un estudiante ficticio, John, y el de una universitaria, Jennifer, a fin de ser enviados a casi 400 profesores de ciencias en siete de las mejores universidades de investigación de Estados Unidos. Los docentes debían evaluar las supuestas aptitudes de ambos y qué tan probable sería que los contrataran. Aunque las solicitudes enviadas eran idénticas, el estudio arrojó, con significación estadística, que tanto profesores como profesoras estaban sesgados a favor de los estudiantes masculinos.

El panorama al 2019 sin duda ostenta avances en esta materia. Hace cincuenta años, no existían reconocimientos como el de la Agencia Espacial Europea al bautizar como Rosalind Franklin al robot que explorará Marte para ver si hay indicios de vida ahí, justo reconocimiento a quien aportó de manera sustancial al descubrimiento de la estructura del ADN y que, a diferencia de sus compañeros de investigación, nunca recibió un premio Nobel. Más impensable aun habría sido la existencia y uso de términos como ‘bropropriating’, que en la actualidad define la apropiación que hombres hacen de la idea o el trabajo de una mujer.

La realidad ahora quizá es menos dramática, pese a que las brechas siguen abiertas: cada vez hay más espacios y acciones afirmativas que desde diversos frentes están generando el cambio. Las sociedades de hoy, desde un punto de vista occidental por lo menos, se están aproximando a ser cada vez más conscientes de que tanto hombres como deben tener las mismas oportunidades, así como compartir derechos y deberes en los diferentes campos de su vida. Es menester confiar que en ese “orden imaginario” del que nos habla Yuval Harari en su libro “Sapiens” y del que nos valemos los humanos para organizarnos, sobrevivir y dominar este mundo, vayan calando cada vez más los valores de y respeto y de no discriminación de ninguna índole.

En el Perú, quienes formamos parte del ecosistema en ciencia, tecnología e innovación (CTI) somos conscientes de que en nuestro medio la brecha de oportunidades entre hombres y mujeres es amplia en el campo profesional, y más aún en el campo científico.

Como , estamos en esa lucha. Lo hemos asumido como una política en nuestro quehacer como ente rector del Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología e Innovación Tecnológica. Lo hacemos, por primera vez, a través de acciones afirmativas a favor de una mayor presencia femenina en los concursos para financiamientos que realizamos a través del Fondecyt, así como dándoles mayores facilidades a las mujeres en aquella etapa de su vida donde deben cumplir tanto su rol de madre como de investigadoras.

Y hemos constatado que en los últimos años la participación de mujeres en estos concursos sobre en el Perú ha logrado un aumento. Desde el año 2015, la cuota femenina creció de 31% a 40% en el 2018. Entre los concursos del año pasado, por ejemplo, que es cuando hemos reforzado las acciones afirmativas, la convocatoria de Investigación Aplicada y Desarrollo Tecnológico, que ejecuta el Concytec con un crédito del Banco Mundial, en la conformación de los equipos de investigación se registró que 78 de los 190 proyectos ganadores, es decir el 41%, tuvieron más del 50% de mujeres en su composición.

No obstante, si observamos cuántos de estos equipos o proyectos fueron liderados por mujeres, la cifra baja y menos del 30% estaban encabezados por una científica. Entonces, el reto es ese: tener más mujeres líderes en proyectos de ciencia, tecnología e innovación.

Este reto es integral y nos debe comprometer a todos. Nos compete a nosotros como Concytec, pero también a las universidades, a los institutos de investigación, a las empresas, a las instituciones gubernamentales y no gubernamentales. Como en todos los objetivos que persiguen una mayor valoración de las mujeres en los diversos campos de la vida, le compete a la sociedad entera.