El adelanto social, por Miguel Ferré
El adelanto social, por Miguel Ferré
Miguel Ferré

Uno de nuestros principales problemas es la gran cantidad de peruanos que viven en zonas rurales muy alejadas de la prosperidad y el crecimiento. Ellos han sido olvidados por la sociedad y, en particular, por el Estado, que debería resolver las necesidades básicas de estas comunidades y acompañarlas en su desarrollo.

 En algunos de estos lugares existen recursos mineros, petroleros o gasíferos, lo cual ha hecho que empresas del sector privado se acerquen a estas comunidades. Últimamente, sin embargo, muchas experiencias en la relación entre empresas y comunidades no han sido satisfactorias y se han generado retrasos en inversiones. En ocasiones, además, proyectos muy importantes se han paralizado, eliminando todo beneficio para el país, la región y las comunidades involucradas.

 En el sector minero, los nuevos yacimientos son a veces explorados por empresas junior –cuya finalidad es dimensionar el yacimiento y conseguir los permisos de explotación otorgados por las dependencias del Estado pertinentes– para después vender el proyecto a la empresa que finalmente invertirá en la construcción y explotación de la mina.

En la etapa de construcción, la inversión es de mayor envergadura y proporciona buena cantidad de empleos, pero durante la explotación estos se reducen drásticamente y exigen mayor cualificación. Es recién en esta etapa cuando el proyecto genera utilidades y el Estado recibe los impuestos correspondientes, que distribuye de acuerdo con ciertos criterios (el llamado canon).

Tenemos que reflexionar sobre el primer contacto entre las comunidades y la empresa. Las comunidades están expectantes por mejorar su situación, pero las inversiones grandes recién se dan en la etapa de construcción y las utilidades en la explotación de los proyectos. ¿Cómo mejorar la situación de estas comunidades incluso antes de la construcción y explotación?

Una solución es el llamado adelanto social, planteado por el presidente electo, que propone que antes de cualquier acción de una empresa extractiva, el Estado anticipe inversiones en infraestructura, escuelas, postas médicas, entre otras cosas. Así, en el futuro obtendrá ingresos de los proyectos por concepto de canon y regalías. Este anticipo social pondría en otro escenario la relación entre empresa, comunidades y Estado al inicio de los proyectos.

Pero el adelanto social, en nuestra opinión, debe involucrar no solo una acción del Estado sino de la propia empresa privada. Por ejemplo, es relativamente corriente que existan trámites en marcha e incluso obras ya aprobadas en alguno de los ministerios, como el de Vivienda –en agua y desagüe– o el de Energía y Minas –electrificación rural– , para estas comunidades. Estos trámites u obras no se ejecutan con la velocidad necesaria porque nadie les hace seguimiento. Las empresas pueden montar un equipo que impulse los proyectos que el Estado tiene en las zonas de su interés. La inversión le corresponde al Estado, pero verificar la correcta ejecución le correspondería a la empresa. 

A veces existen inversiones en la zona, pero no funcionan por falta de mantenimiento. Sería otro apoyo barato pero eficaz para ayudar a la gente de la comunidad.

Finalmente, sugerimos que quien se preocupe de resolver los problemas de las zonas donde están los recursos sean los gobiernos regionales, que tienen mucha mayor cercanía con las comunidades y sus problemas. El gobernador regional debe tener un mayor protagonismo en el desarrollo de su región, sin esperar a que el Gobierno Central le resuelva los problemas que les han sido delegados. 

La propuesta del adelanto social no solo debe involucrar un adelanto material o de infraestructura, sino también la mejora de las capacidades de la población para que puedan ser artífices de su propio desarrollo. Es básico, por ello, comenzar por educación y salud, pero además se debe escuchar a las comunidades y atenderlas en lo que necesiten. 

Las personas designadas para este acercamiento deben tener una real intención de ayuda, sabiendo escuchar, con respeto –sin paternalismo–, buscando hacerles partícipes de su propio desarrollo, buscando la mejora de sus capacidades y ayudando a que mejoren sus condiciones de vida. Así, el diálogo con ellas será más fructífero y permanente, consiguiendo la verdadera licencia social.