(Foto: Archivo)
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Mark Rice

En el Cusco existe un proyecto de infraestructura que promete fomentar el trabajo, el desarrollo y el turismo. Sin embargo, hay una oposición –ubicada principalmente en Lima– que se compone de preservacionistas y académicos que protestan contra el proyecto. ¿Qué pensaría usted si le comento que estamos en 1972, y que el proyecto no es el, sino un hotel en Machu Picchu? Creo que vale la pena recordar una historia poco conocida para evitar errores en la actualidad.

Desde la década de 1950, muchos cusqueños y empresas turísticas solicitaron la construcción de un hotel moderno cerca de Machu Picchu para reemplazar la posada construida en 1930. Con el crecimiento del turismo en Cusco a partir de 1960, creció también el riesgo de que una falta de capacidad no permitiera alojar a los nuevos visitantes.

Por ello, cuando el gobierno militar del general Juan Velasco Alvarado promocionó el desarrollo turístico en la región –a través del Plan Turístico y Cultural Perú-Unesco (Copesco)–, los cusqueños celebraron el comienzo de una ola de proyectos de infraestructura que crearía trabajo y fomentaría las inversiones públicas. Copesco planeaba construir cinco hoteles para turistas. El más emblemático era el Hotel Machu Picchu. En 1972, el gobierno ya había solicitado estudios para construir un hotel cerca del sitio arqueológico. Así también, planearon construir carreteras y brindar facilidades para acceder al nuevo recinto.

Sin embargo, en junio de ese año, figuras influyentes empezaron a criticar el proyecto. Luis E. Valcárcel, Fernando de Szyszlo, John Murra, María Rostworowski y otros se expresaron en contra de la iniciativa, ya que pensaban que era una amenaza para la preservación de Machu Picchu. La jefa del entonces nuevo Instituto Nacional de Cultura (INC), Martha Hildebrandt, usó la influencia de su oficina para prohibir la edificación del hotel.

En el Cusco –una región agitada por el subdesarrollo, las revueltas y la reforma agraria– el hotel no representaba una amenaza, sino una promesa de trabajo y el desarrollo de una infraestructura turística a cargo de manos públicas. Para ellos, las protestas de Lima pertenecían a gente aislada a las necesidades en la región. Peor aun, muchos cusqueños pensaban que la cancelación del hotel dejaría abierta la oportunidad para que inversionistas limeños tomaran el control del turismo en la región.

Esta oposición y –eventualmente– una crisis económica, cancelaron para siempre el Hotel Machu Picchu. Para muchos cusqueños, este representaba una oportunidad para lograr el control local sobre un sitio con gran potencial turístico. Todos sabemos que Machu Picchu, con un hotel moderno de diez pisos al lado, no sería el destino tan atractivo ni lucrativo que es hoy. En verdad, al cancelar el hotel, la oposición había garantizado que Machu Picchu tendría mucho más valor turístico en el futuro.

No obstante, es importante comprender las preocupaciones de los cusqueños de entonces, que querían asegurar oportunidades para su gente. Temo que el respaldo para el aeropuerto de Chinchero corre el riesgo de repetir los daños que fueron evitados con la cancelación del Hotel Machu Picchu.

El aeropuerto actual, inaugurado en 1965, ya ha rebasado su capacidad. Al igual que el hotel, el proyecto promete fomentar el trabajo, el desarrollo y el capital que puede quedar en manos cusqueñas y no de empresas limeñas o extranjeras. Sin embargo, como sucedió con el hotel, el aeropuerto podría causar daños significativos a la cultura de la zona. Cientos de académicos (incluyéndome) han firmado una carta de protesta que resalta la falta de prevención de riesgos en los estudios ambientales realizados en los sitios arqueológicos. Asimismo, la rapidez y la naturaleza limitada de los estudios de impacto ambiental dejan muchas preguntas sobre los posibles daños que la construcción podría causar a la ecología de Chinchero.

Como historiador del turismo en Cusco, siempre me impresionaron la originalidad, la imaginación y la visión de los cusqueños que conviven junto a uno de los destinos turísticos más famosos del mundo. El aeropuerto de Chinchero puede brindar beneficios inmediatos, es cierto. No obstante, se debe pensar en el daño que puede causar a largo plazo en el ambiente, la cultura y la apelación turística de la región. Sería triste que en el 2019 se cometa un error que fue evitado en 1972.