Alianzas sin futuro, por Luis Egusquiza
Alianzas sin futuro, por Luis Egusquiza
Luis Egúsquiza

En el Perú las alianzas de partidos políticos son electorales: sus objetivos inmediatos son, en el mejor escenario, constituir una oferta atractiva para lograr el voto popular o, en el peor escenario, juntar retazos de votación que les permitan salvar la inscripción. En períodos legislativos recientes ha habido intentos por mantener alianzas más allá del proceso electoral. Son los casos de Unidad Nacional, que intentó convertirse en un bloque amplio por varios años, y de Alianza por el Gran Cambio, que se mantuvo unida como bancada por un tiempo breve. 

Una vez asumido el cargo, los congresistas requieren hacer un cálculo distinto del que los condujo a su curul. Ya no requieren el voto popular, al menos no de forma inmediata. Lo que necesitan es posicionarse en una bancada para tener mejores condiciones de desempeño; que van desde el acceso a comisiones con visibilidad hasta gozar de facilidades como oficinas y personal. En ese nuevo universo, la unidad de la alianza electoral es una utopía. 

La dura realidad del Parlamento acuña a las nuevas bancadas. Si hubo suerte y se cuenta con al menos seis congresistas, se podrá formar bancada propia. Si no, se tendrán que hacer todos los esfuerzos por aglutinar grupos pequeños o recoger congresistas descontentos de bancadas más grandes. El incentivo es muy sencillo, sin bancada no es posible hacer casi nada en el Legislativo.

En la presente elección, los resultados de las tres alianzas que participaron se vislumbran magros. La más exitosa es Alianza por el Progreso del Perú, nombre oficial de la alianza que promovió el partido de César Acuña, que alcanzará quizá 10 congresistas, de los cuales 6 provienen de movimientos regionales o son independientes y solo 4 se encuentran afiliados a Alianza por el Progreso. La experiencia nos demuestra que superar la fuerza centrífuga del Congreso será una tarea difícil para una bancada de estas características, más aun si existen dos organizaciones políticas, entre ellas la Alianza Popular, que cuentan con cinco representantes y estarán a la caza del sexto que les garantice formar bancada.

Alianza Popular es un caso emblemático. Todo hace indicar que sus cinco congresistas serán miembros del Partido Aprista Peruano. Además, todos con experiencia partidaria y reelectos. En tanto, su aliado, el PPC, no obtiene representación por primera vez en 16 años, considerando que en la elección del 2000 no presentó candidaturas. Evidentemente, la alianza feneció este último lunes. Lo único positivo para el PPC ante el naufragio es que mantiene su inscripción y podrá reorganizarse con al menos esa certeza.

Por su parte, la alianza Solidaridad Nacional Unión por el Perú, no sin controversia y desencuentros, optó por el retiro para salvar la inscripción de los dos partidos que la integraban.

En el 2011 se formaron seis bancadas que abarcaban un total de 15 partidos. Hoy cerramos la legislatura con 9 bancadas que se armaron a partir de lo que la pugna parlamentaria y la coyuntura fueron dejando de los endebles grupos parlamentarios. El 28 de julio asumirán su mandato un número similar de bancadas. 

Las debilidades mostradas por sus antecesoras (a saber: falta de prioridades comunes, ausencia de vasos comunicantes entre legisladores y hasta el no conocerse los unos a los otros) parecen mantenerse en varios de los posibles grupos parlamentarios. No será una sorpresa, entonces, si las posibles bancadas se parten. El escenario diferente estará marcado por la mayoría fujimorista a la que dicha división podría serle muy favorable. En un cálculo como este, finalmente, la que más sale perdiendo es la representación política de los ciudadanos.