Cómo hacer del aprendizaje un placer, por Fiorella De Ferrari
Cómo hacer del aprendizaje un placer, por Fiorella De Ferrari
Fiorella De Ferrari

Resulta sintomático escuchar a tantos padres que buscan colegios decir que quieren que sus hijos disfruten de la vida escolar, que sientan placer por aprender. Muchos de ellos han experimentado una frustrante vida escolar de la que excepcionalmente salvan a algún profesor o curso interesante, los amigos y la hora del recreo. También son padres que por su propia experiencia profesional actual, mirando la escuela, sienten que si no hay un clima positivo en el aula y si los retos no son interesantes, el aprendizaje resultante (si alguno hay) termina siendo muy mecánico, pobre y efímero. 

Las neurociencias nos alertan sobre cómo los niños necesitan trabajar alrededor de sus intereses y pasiones y ser estos la plataforma sobre la cual se introducen los objetivos curriculares. Los niños necesitan estar emocionalmente conectados con la experiencia educativa para sostener su atención por períodos largos y así alcanzar mayores niveles de comprensión y profundización sobre el objeto de estudio.

Pensemos por un momento en un grupo de niños de 7 años que encuentra una tela de araña en el jardín del colegio. El grupo visita la tela de araña con frecuencia porque esta ha llamado su atención y se generan conversaciones espontáneas alrededor de cómo la araña pudo llegar a tal nivel de sofisticación. Los niños, sin duda, tendrán un conjunto de preguntas e hipótesis sobre cómo lo hizo y por qué necesita de su tela.

¿Podría su maestra dar espacio a este interés? ¿Se puede conectar el currículo con esto que los niños traen, es decir, las matemáticas, la biología, las artes, habilidades vinculadas a la lectoescritura? Por supuesto. Integrar el placer y los intereses de los niños a la experiencia de aprender es buscar las oportunidades curriculares que se presentan y potenciarlas a través de una investigación orientada por aquello que el niño quiere entender.

Pensemos en lo que se está construyendo a largo plazo: una relación afectiva con el aprendizaje. Los niños crecen con la idea de que aprender es algo que está en su cancha y para lo cual necesitan tener una actitud comprometida, perseverante y rigurosa (por eso la investigación y el método científico como medio). Si todo viene del profesor, el niño estudia para complacer, no porque hay algo que desea entender.

Sir Ken Robinson, PhD experto en innovación educativa y consultor de varios gobiernos en el diseño de políticas públicas educativas y estimulación de la creatividad, afirma que el rol de la educación debería ser ayudar al joven a encontrar “su elemento”, ese lugar donde se encuentran su pasión y sus habilidades. Y tiene sentido. Cuánto se ahorrarían los padres bajo este enfoque, cuánto más divertido sería el trabajo del profesor, cuánta más ilusión tendrían los niños de ir al colegio y cuánto más sentido le encontrarían a despertarse cada mañana.

El colegio necesita ser el espacio del placer por el aprendizaje, para alcanzarlo con exigencia y rigor y como medio para ir puliendo y encontrando aquello que nos apasiona. Nuestro mayor deseo debería ser que esta relación con el aprender sea una que no dependa de otros, sino de uno mismo y de nuestras ganas de construir una perspectiva propia de las cosas.

Para esto necesitamos elegir metodologías que permitan al estudiante explorar qué lo motiva (hay una estrecha relación entre la motivación y el placer por aprender). El llamado PBL (aprendizaje a través de proyectos) está teniendo resultados importantes alrededor del mundo. Un ejemplo interesante es el HTH, escuelas con este enfoque en Chula Vista, barrio latino en San Diego, California. Al terminar la secundaria pública, solo el 46% de los estudiantes de esta comunidad solía ir a la universidad. HTH ha transformado estos resultados: hoy el 98% de los jóvenes va a la universidad.

¿No sería emocionante que en las reuniones con las maestras de nuestros hijos la conversación gire en torno al cultivo de las pasiones que están explorando y sobre cómo darle continuidad a esto que tanto les interesa?

Si como propone Robinson, la escuela fuese el lugar donde encontramos nuestro elemento, tendríamos menos jóvenes terminando el colegio sin saber qué estudiar y que habrían construido un vínculo placentero con el aprendizaje, que los acompañe a lo largo de su vida.