"Los que vivimos en el Perú sentimos que la distancia física que nos separa de Chile se desvanece" (Ilustración: Giovanni Tazza).
"Los que vivimos en el Perú sentimos que la distancia física que nos separa de Chile se desvanece" (Ilustración: Giovanni Tazza).
Andrés  Barbé González

Hoy, nuestra vida se desarrolla en torno de una que, luego de casi dos años, pareciera darnos cierta tregua. Los chilenos, y no me cabe duda de que también los peruanos, agradecemos este momento, pues pese a la incertidumbre y a tantos dolores que nos ha provocado, nos permite conmemorar, con esperanza, momentos significativos en nuestros calendarios. Por ejemplo, el 18 de setiembre, que nos recuerda ese lejano 1810 que marcó el momento en el que el poder soberano pasó a manos de los criollos chilenos con la formación de la Primera Junta de Gobierno. Y el bicentenario del Perú, que también nos recuerda ese otro setiembre de 1820, cuando la llegada de la denominada Escuadra Libertadora a la bahía de Paracas, al mando de José de San Martín y con una tripulación conformada por peruanos, chilenos, argentinos, paraguayos y de otras nacionalidades, buscaba un solo objetivo: lograr la independencia del Perú y, luego, la de toda la América hispana.

Tradicionalmente, esta fecha es motivo de una auténtica fiesta al aire libre, en la que los chilenos celebramos nuestra identidad como nación. Pero también hacemos más que eso: elogiamos la vida que aflora a lo largo de nuestra larga y diversa geografía. Esto, por supuesto, no sucede solo en , sino en todos aquellos lugares en donde nos encontramos. En aquellos países y sitios lejanos en los que las diferencias son enormes, y nos invaden la nostalgia y los deseos de regresar.

Los que vivimos en el Perú sentimos que la distancia física que nos separa de Chile se desvanece. Las similitudes son mayores, por mucho, de aquellas cosas que nos diferencian. La presencia y el aporte de los miles de peruanos que viven en Chile ha sido reconocido y apreciado por todos. Esto, no solo en la gastronomía, sino también en innumerables ámbitos y quehaceres de la vida diaria de mi país. Nos reconocemos unos a otros como parte de una misma identidad cultural que se enraiza en la herencia de nuestros pueblos originarios, en el legado colonial, en nuestro carácter andino y también en nuestra mirada al Pacífico. No por nada el padre de Chile, Bernardo O’Higgins, escogería al Perú como su segunda patria y el lugar donde terminaría sus días.

Como pueblos, estamos más cerca que nunca. No solo por la pandemia, sino porque ya se apreciaba esa búsqueda de comunidad. La pandemia, es cierto, modificó nuestra esencia, generando profundos cambios. Pero la separación física y las mascarillas fue solo lo externo. La cooperación, el trabajo conjunto y la solidaridad es realmente lo que queda. Esta dura vivencia nos permitió apreciar la solidez de nuestras relaciones.

Tenemos muchos desafíos en común en ámbitos como la sustentabilidad, el cambio climático, la protección ambiental, la innovación y los desastres naturales. Y lo tenemos todo, absolutamente todo, para hacerlo en conjunto y seguir creciendo juntos.

Más temprano que tarde, el retroceso de la pandemia dará pie a que se abran las fronteras y, al reencontrarnos, aflorará lo mejor de nosotros. Con todo el entusiasmo que me brindan las brisas de setiembre, tengo la absoluta convicción de que comenzamos a escribir las mejores páginas de nuestra historia, la de Chile y el Perú.