(Archivo El Comercio)
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Rolando Arellano C.

La casa, que durante la historia del mundo fue el centro de vida de individuos y familias, está siendo reemplazada drásticamente por la calle. Hoy nuestros estudios muestran que eso crea desafíos y oportunidades importantes para todos. Veamos. 

Antiguamente, lo normal era que las personas pasaran la mayor cantidad de tiempo en sus hogares. Allí diariamente desayunaban, almorzaban y cenaban, y también allí celebraban los eventos importantes con amigos y parientes. En casa se escuchaba la radio, se veía la televisión y se recibían y se hacían las llamadas telefónicas. Por cierto, los más chicos pasaban todo su tiempo en casa, donde las mamás conservadoras (Estilo de Vida LATIR) les daban la educación básica, pues se dedicaba integralmente al cuidado de su familia. 

Hoy las cosas son distintas. Independientemente de su estrato social, la mayoría de mamás trabajan fuera (son modernas) y por ello más niños asisten a los wawa wasi o escuelas de educación inicial. Como cocinan poco, todos almuerzan y hasta cenan fuera, en restaurantes de menú o cantinas del colegio o la empresa. Si hay que celebrar, se prefiere un restaurante, y por cierto la televisión y la radio se siguen más en la computadora o el celular, en el trabajo o en muchas horas de transporte. Y si hoy con el celular se llama desde cualquier lugar, la bolsa de cosméticos permite maquillarse en la combi o el baño de la oficina, cambiando la costumbre de hacerlo antes de salir de casa.  

Este inmenso cambio social, ligado solo en parte a los cambios tecnológicos y sin duda mucho más importante y profundo que estos, genera grandes oportunidades y desafíos. Por ejemplo, a los arquitectos y constructores les muestra exigencias distintas de tamaño y disposición de viviendas, incluyendo la minimización (o desaparición, como en otros lugares) de zonas como la cocina. A los restaurantes y la industria alimentaria les presenta la demanda por más comida preparada y de atención en el desayuno. Al sector educativo, la exigencia de repensar los horarios para recibir a los niños y la conveniencia de dejar trabajos para la casa. A los medios de comunicación les exige hacer programas adaptados a una audiencia en movimiento y considerar esta situación en sus estudios de rátings. Y, entre muchos otros sectores, plantea también a las autoridades el reto de administrar una ciudad donde las zonas públicas son mucho más importantes para el bienestar de los vecinos.  

Seguramente, el lector verá aquí muchos más problemas y oportunidades, pero sin duda pensará que el mayor desafío para la sociedad será cómo evitar que esta transformación de la calle en la nueva casa disminuya la unidad de las familias. Tremendo reto.