La OEA y la crisis peruana

Óscar Vidarte A.

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Óscar Vidarte A.

La instrumentalización de la Carta Democrática

Delia Muñoz

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Delia Muñoz

“Sin una salida negociada entre los diferentes actores políticos, la crisis en el Perú va a continuar”.

Sin duda alguna, el pedido del Gobierno Peruano a la Organización de Estados Americanos () –invocando la Carta Democrática Interamericana– buscó hacer frente a una coyuntura difícil para el presidente a partir de la denuncia presentada por el Ministerio Público.

No obstante, si bien “sobrevivir” en estos momentos es una prioridad para el gobierno peruano, la defensa de la democracia y la gobernabilidad también constituyen una necesidad para el futuro del país. Es allí donde la misión de alto nivel que va a enviar la OEA puede ser de gran ayuda.

El trabajo que va a realizar debería resultar en un informe crítico acerca de la situación de la democracia peruana. Lo señalado en la comunicación enviada por el gobierno peruano al secretario general de la OEA denota la existencia de una oposición intolerante y poco respetuosa de la institucionalidad. Pero esta es solo una cara de la moneda. El gobierno del presidente Pedro Castillo no se ha mostrado transparente, toma decisiones arbitrarias y no ha deslindado de un entorno que no parece ser respetuoso de la legalidad. Además, no cabe duda de que el Perú se ha vuelto un país ingobernable desde el 2016.

Una vez superada esta primera etapa y presentado el informe ante el Consejo Permanente de la OEA, el organismo regional debería asumir un papel más activo. Frente al debilitamiento de la democracia en América Latina, el accionar de la OEA en la crisis peruana podría convertirse en un caso emblemático. Ello explica la rapidez de la respuesta y la conformación de una misión con bastante legitimidad (compuesta por cincos cancilleres en funciones y que denota un balance entre las diferentes tendencias existentes).

Brindar sus buenos oficios podría ser el camino a seguir. Esto se puede materializar de muchas formas, una de ellas puede ser a través de una mesa de diálogo –como sucedió a finales del gobierno de Alberto Fujimori– que permita a la OEA reunir a todos los actores involucrados en la crisis. Discutir sobre una reforma política y nuevas reglas que recompongan la maltrecha democracia peruana, así como la posibilidad de algún tipo de transición, se convierten en temas de gran importancia (incluso al margen del mantenimiento de Castillo en el poder).

Cabe señalar que la participación de la OEA no debería significar ninguna intromisión en los procesos judiciales que se vienen desarrollando contra autoridades o personajes del entorno gubernamental, salvo que exista alguna situación que altere el orden democrático o que la justicia se convierta en una herramienta política.

Y si bien la polarización hace muy difícil establecer un espacio de negociación, a nivel comparado se han dado crisis de mayor complejidad –incluso con graves casos de violencia–, en el que se han logrado llegar a acuerdos políticos. Sin una salida negociada entre los diferentes actores políticos, la crisis en el Perú va a continuar, tal y como ha sucedido en los últimos años. No hay democracia que aguante tanto.