La proyección misma del aeropuerto de Chinchero puede verse como una expresión de la falta de criterio del Estado para fijar la ruta de un desarrollo verdaderamente sostenible
La proyección misma del aeropuerto de Chinchero puede verse como una expresión de la falta de criterio del Estado para fijar la ruta de un desarrollo verdaderamente sostenible
Natalia Majluf

. No es un lugar que evoque probablemente en las mentes de la mayor parte de los peruanos algo que no sea el desafortunado proyecto de un . Es posible pensar incluso que un número mucho mayor de extranjeros que peruanos haya tenido la fortuna de conocer lo que sin duda es uno de los sitios culturales más complejos y hermosos del Perú. Solo la presunción de tal desconocimiento permite imaginar que una idea tan pobremente concebida haya logrado avanzar al punto que hoy el Gobierno inicie los trabajos para materializarlo. Y solo eso explicaría que un proyecto cuestionado desde casi todos los ángulos no haya sido observado antes por el daño irreparable que causará a uno de los lugares patrimoniales más importantes del país.

La meseta de Chinchero es parte del espacio conocido como el “Valle Sagrado de los Incas”, un área amplia que en el 2006 fue declarada Patrimonio Cultural de la Nación por iniciativa de Luis Guillermo Lumbreras durante su gestión como director del Instituto Nacional de Cultura. Según el texto de la propia resolución, se trata “del territorio cultural con la mayor cantidad de vestigios de la civilización inca”, que contiene en su extensión más de 350 sitios arqueológicos. Junto con Machu Picchu, Písac, Ollantaytambo y la ciudad del , el parque arqueológico de Chinchero forma parte de un paisaje cultural trazado por los incas que sobrevivió a múltiples transformaciones coloniales y republicanas. La construcción de un aeropuerto en ese lugar acabará con todo eso. Y será recordado por futuras generaciones como uno de los mayores atentados que se hayan perpetrado contra el del Perú.

El Estado, como garante de los bienes comunes, nos debe una respuesta. Necesitamos saber cómo ocurrió que un proyecto de tal impacto pudo ser aprobado. Tendríamos que conocer los nombres de los arqueólogos y especialistas responsables por las autorizaciones que se dieron, contar con información sobre sus calificaciones y tener mayor precisión sobre las instancias que participaron en otorgar los permisos para una obra que afectará un lugar que es patrimonio de todos.

Parecería que el afán de lucro de unos pocos se ha impuesto sobre el interés común. ¿Quién se beneficia con este proyecto? No será la industria turística a la que supuestamente debe servir el aeropuerto, pues la propia infraestructura termina por dañar justamente las cualidades paisajísticas y culturales que motivan el viaje de los turistas locales y extranjeros.

Nuestras autoridades no han sido capaces de impedir la degradación causada por las construcciones ilegales y la urbanización informal y desordenada en la ciudad del Cusco y sus alrededores. Frente a un Estado débil y doblegado por la corrupción no es posible imaginar un espacio compartido, cuidado y usado por todos. La proyección misma del aeropuerto de Chinchero puede verse como una expresión de la falta de criterio del Estado para fijar la ruta de un desarrollo verdaderamente sostenible. Y no cabe duda que su construcción llevará a extremos el crecimiento descontrolado que está causando estragos en la región.

Conociendo la gravedad del peligro que se avecina, los más destacados arqueólogos, antropólogos e historiadores peruanos y extranjeros especialistas en la historia y cultura andina han firmado y compartido una petición que ya fue entregada formalmente al presidente Martín Vizcarra, en que solicitan se detenga este proyecto. Entre los firmantes se encuentran investigadores dedicados al estudio de los incas, a su arquitectura y su relación con el paisaje, así como otros que han llevado a cabo estudios en profundidad sobre el propio pueblo de Chinchero y su entorno. Firman también esta petición personas que pertenecen a los ayllus de la zona. Nadie mejor que ellos conoce lo que estamos a punto de dañar. Invoco a la prensa, a la sociedad civil y al Gobierno a escuchar sus argumentos.