Alto tráfico en Lima
Alto tráfico en Lima
Ramón Chehade

El contar con de calidad en nuestras es un derecho ciudadano, pues democratiza la vida urbana. Los espacios públicos estimulan el encuentro ciudadano, libre y espontáneo, permitiendo la interacción social original que últimamente parece haberse desplazado hacia las redes sociales.

Algunos espacios públicos de las ciudades se convierten, por espontánea decisión popular, en puntos de expresión cívica para celebrar victorias deportivas o lugares habituales de protesta popular, consolidándolos como puntos emblemáticos de la legítima expresión ciudadana.

La cantidad y calidad de espacios públicos que encontramos en las ciudades son un buen reflejo de la madurez y conciencia urbana que ha desarrollado la ciudad a lo largo del tiempo, pues constituyen una clara representación de la importancia de la generación de espacios colectivos para el desarrollo de actividades de ocio, recreación o deporte que toda colectividad requiere disfrutar.

Para que un espacio público cumpla adecuadamente su función, debe poder ser disfrutado activamente como tal y no solo contemplado a lo lejos o desde lo alto de un edificio, como sucede cuando se prohíbe la entrada a un parque o se le enreja para impedir su uso público. No existe absurdo urbano mayor que un espacio público prohibido al acceso público. Lamentablemente, a veces las autoridades municipales prefieren impedir su uso antes que reglamentarlo adecuadamente para permitir su disfrute ordenado con base en ciertos horarios y reglas de conducta.

Los espacios públicos contribuyen a la formación de una identidad ciudadana, a la construcción de un sentido de pertenencia para entender lo público como parte de lo propio, de lo nuestro. El ciudadano valora y cuida lo suyo y lo defiende de un mal uso o del uso abusivo, reforzándose así, casi de forma natural, el cuidado de los espacios públicos.

Existe una demanda de apropiación colectiva del espacio público entendida como un legítimo reclamo ciudadano por contar con espacios públicos de calidad donde poder interactuar, y que ante el déficit de espacios existentes en la ciudad son, curiosamente, los centros comerciales e Internet los “espacios públicos alternativos” donde se trasladan parte de las necesidades de interacción y expresión de los ciudadanos.

¿No sería interesante, por ejemplo, permitir que en los parques de nuestra ciudad funcionen pequeños cafés con mesas y sillas al aire libre que inviten al ciudadano a sentarse a la sombra de los árboles mientras sus hijos disfrutan del parque, juegan, patinan o montan bicicleta? ¿Seguiremos con esas trasnochadas discusiones relativas a si la zonificación de recreación pública que urbanísticamente ostentan los parques, resulta absolutamente incompatible con una pequeña cafetería o con un quiosco de bebidas y dulces? ¿El encuentro ciudadano y la interacción urbana no terminarían acaso repotenciados con pequeñas iniciativas de este tipo debidamente reglamentadas?

Son diversos los ejemplos donde el uso y la gestión de los espacios públicos han sido muy bien empleados por las ciudades, permitiendo albergar la realización de diversas actividades en un mismo lugar durante los distintos días de la semana. Así, mientras el espacio público (representado por lo general por grandes parques metropolitanos con estratégicas ubicaciones) cumple una función de esparcimiento, deporte o recreación los días de semana, alberga distintas ferias de artesanías, anticuarios, floristas o exposiciones de arte los días sábados o domingos que complementan la oferta de esparcimiento al ciudadano.

Precisamente, la existencia de una diversidad de ocupaciones y actividades es lo que enriquece y potencia el uso de los espacios públicos catapultándolos a la categoría de espacios formadores de identidad social, convirtiéndose en verdaderos puntos de encuentro ciudadano que contribuyen a democratizar la vida urbana y a ofrecer los necesarios espacios de esparcimiento que muchas veces los desarrollos inmobiliarios y la tugurización urbana no ofrecen.

Existen dos grandes virtudes que se exteriorizan de forma natural en los espacios públicos de las ciudades: son lugares donde aprendemos a desarrollar la tolerancia y el respeto hacia los demás, aspectos tan necesarios en nuestros días, y una segunda condición casi tan importante como la anterior: en los espacios públicos, todos somos iguales.

Una aguda mirada hacia el interior de nuestras ciudades permitiría identificar aquellos espacios públicos abandonados o subutilizados que con algo de imaginación, bajo presupuesto y buena voluntad pueden ser transformados en verdaderos espacios públicos. Revitalizarlos estimulará el encuentro ciudadano y permitirá a su vez la realización de distintas actividades de ocio, deporte y esparcimiento que potencien la interacción real (no virtual) de las personas.