(Ilustración: Víctor Aguilar Rúa).
(Ilustración: Víctor Aguilar Rúa).
Abelardo Sánchez León

No está de moda ser un entrenador motivador, pero si tenemos adelante a , debe recrear una metodología ad hoc que fomente el entusiasmo y la seguridad. La selección peruana necesita, históricamente, entrar en confianza, sentir que puede sacar un resultado adelante cuando hay presión. ¿Qué les podrá decir a cada jugador y al oído? ¿Qué arengas, que no sean bélicas, podrá escoger, sin recurrir al manido tema de la ?El joven estudioso de nuestro fútbol Alonso Pahuacho Portella se encuentra indagando en los orígenes de la rivalidad deportiva entre los dos países y ha resaltado el hecho de que empezó con una terminología que nos era cercana: la caballerosidad, el juego limpio, el ‘fair play’, e incluso relata el periplo de un combinado entre el Perú y Chile en tierras europeas, el Combinado del Pacífico, que llegó a jugar 39 partidos en 1933.

Actualmente la rivalidad ha dado paso a escenas algo más violentas y nacionalistas, aunque los dos países hemos aprendido, gracias a los memes, a tomar los resultados con humor.

En el fútbol, como en todo deporte, depende de cómo nos agarren. Depende del momento en el que nos encontramos dentro del proceso de preparación y de cuán consolidados estemos. Cada quien retiene los nombres que más daño nos hicieron en el pasado. Nosotros no podemos olvidar las figuras de Carlos Caszely, Sergio Ahumada, Humberto ‘Chupete’ Suazo, Iván Zamorano o Marcelo Salas y ellos tienen grabado el golazo del ‘Jet’ Muñante en Santiago, la chalaca de Juan Carlos Oblitas en Matute o la presencia de Teófilo Cubillas y Hugo ‘El Cholo’ Sotil en su área chica.

Hoy, a la dupla Arturo Vidal-Alexis Sánchez la contrarrestamos con la presencia de Paolo Guerrero y André Carrillo, ya sin galácticos, con las justas, es verdad, pero con los pies en la tierra, sin engreimientos, en base a una noción solidaria del juego. Toda una novedad en el país implementada por Gareca. Solamente la selección ha roto el maleficio que dice que todo peruano es enemigo de otro peruano y que los chilenos no tienen que preocuparse si nosotros mismos nos hacemos daño.

El mérito de Gareca es haber desarrollado un estilo de juego acorde con nuestra tradición, pero eliminando palabras como “gitano” o “talentoso”, para reemplazarlas por una noción colectiva. ¡Qué difícil resulta hacer eso en el Perú! Nuestra tendencia es irnos cada quien por su lado, pensar en uno mismo e ignorar aquella idea que dice que resulta difícil ser feliz en un entorno infeliz. Muchos hemos pensado que los peruanos nos contentamos con poco y que confundimos la ambición con la codicia, las ganas de mejorar con el arribismo social y que el éxito produce envidia. Esta última idea se pasea oronda por la ciudad estampada en micros y buses.

Yo mismo pienso a veces que, si ya estuvimos en el , los jugadores tendrán flojera de esforzarse, otra vez, para clasificar al Mundial de Qatar y pasar por los agotadores trámites de la , en lugar de gozar de sus vacaciones en familia o cediendo a las tentaciones de la noche. No olvidemos que la mayoría juega fuera y el Perú, si se descuidan, termina por convertirse en un espejismo a la hora de hacer las sumas y las restas. Eso pensé cuando recibimos, una vez más, . Pero cuando renació en nosotros esa garra que les es propia a los charrúas, a los guaraníes y a los mapochos; parece ser que los incas eran más administradores que guerreros y que los criollos somos más dicharacheros que agresivos. Chile y Uruguay para evitar encontrarse con Colombia y así enfrentar al Perú, una selección entendida como frágil, desmoronada, distraída y blandengue. Pero no fue así. Los peruanos, a veces, resultamos respondones y nos cobijamos en palabras como la sana rebeldía, reforzada en el juego colectivo, sin caudillismos o figuras que militen en clubes de élite.