"Los últimos datos sobre el coronavirus sugieren que está genéticamente relacionado (en un 99%) a una variedad encontrada en especies de pangolín".
"Los últimos datos sobre el coronavirus sugieren que está genéticamente relacionado (en un 99%) a una variedad encontrada en especies de pangolín".
Enrique Ortiz Tejada

La epidemia de que azota y tiene preocupado al mundo está ligada a nuestra errada relación con la naturaleza; en particular, al tráfico de animales silvestres. Según reportes, esta epidemia se originó en un mercado conocido por comercializar ilegalmente especies de . El virus de Wuhan se detectó por primera vez en China, pero bien pudo haberse originado en cualquier parte del mundo, incluyendo el Perú.

Aunque los detalles de la epidemia están aún por publicarse, se sabe que esta, así como otras epidemias, es el resultado de las mutaciones de virus existentes en especies de la fauna silvestre. Estos virus mutantes pueden permanecer “durmientes” dentro de los animales, sin causarles daño a sus portadores. Por ejemplo, se sabe que el sida se originó en África, proveniente de chimpancés. Y que el SARS (un tipo de coronavirus mutante) se originó en murciélagos.

Los últimos datos sobre el coronavirus sugieren que está genéticamente relacionado (en un 99%) a una variedad encontrada en especies de pangolín, y que –según ha reportado la revista “Nature”– este animal puede ser el eslabón intermedio entre murciélagos y humanos. El pangolín es un mamífero muy similar en hábitos al oso hormiguero de nuestro país (ambos se alimentan de hormigas y termitas), pero provisto de una coraza de grandes escamas. De las ocho especies conocidas de pangolín, la mitad de ellas habita en Asia y el resto en África.

Se estima que el tráfico de especies de fauna es el tercer negocio ilegal más lucrativo en el mundo, después del narcotráfico y el tráfico de armas. Las especies de pangolín están siendo diezmadas a un ritmo mayor que cualquier otra en el mundo (más de 100.000 al año) y todas se encuentran al borde de la extinción. Aunque su comercialización está penada con 10 años de cárcel en China, se calcula que estos habrán desaparecido en 20 años. Su carne es muy apreciada, así como sus diferentes partes para los mercados de medicina tradicional.

El escenario asiático no es muy diferente al que vemos en el Perú. El comercio ilegal de fauna silvestre continúa siendo una gran amenaza. Basta con visitar los mercados en Iquitos, Yurimaguas o Chiclayo, en los que a vista del público se puede encontrar “carne de monte” para consumo, o partes de animales (de osos de anteojos, tucanes o jaguares, entre otros) para fines medicinales o shamánicos. También es frecuente ver especies silvestres en el mercado de mascotas, a menudo en condiciones de cuidado y hacinamiento extremadamente crueles. Aparte de la preocupación ambiental por la extracción de sus ambientes naturales, el tráfico ilegal de fauna es también una amenaza a la salud pública.

La fauna silvestre en su hábitat natural (sea este un desierto, bosque o un parque urbano) está donde se ha adaptado evolutivamente. Y es allí donde debe quedarse y desenvolverse. Nuestra relación con la fauna silvestre debe ser más bien una de tipo “mutualista”: de protección de sus ecosistemas y de ellos mismos, por un lado, y de disfrute de los servicios que nos presta (por ejemplo, el 80% de la polinización de la vegetación que comemos está realizada por animales silvestres, entre insectos, aves y murciélagos), por el otro. El uso de especies silvestres para fines de consumo debe limitarse a condiciones de subsistencia o bajo un manejo regulado (incluyendo la cacería deportiva), pero también bajo un escrutinio estricto de la salud y de las condiciones en las que se encuentran las especies usadas. La fauna silvestre no es un peligro para la salud humana cuando está en su ambiente natural, pero sí lo es cuando está en un mercado ilegal, o cuando es descuidada en cautiverio.

Erradicar el tráfico ilegal de fauna silvestre es una forma de prevención de epidemias, como la del coronavirus y otras enfermedades. También lo es educar a nuestra sociedad de que la grasa de serpiente es, después de todo, solo “sebo de culebra”, y que únicamente beneficia al comerciante. Esta vez ha sido el carismático pangolín en Asia. Mañana puede ser el lorito para Pepito.