"La fuerza de Tik Tok e Instagram se sintió en el movimiento juvenil que en noviembre sacó a Manuel Merino, pero eso no ha servido para a encumbrar nuevos líderes, sino para afianzar a quienes ya estaban". (Foto: Getty Images)
"La fuerza de Tik Tok e Instagram se sintió en el movimiento juvenil que en noviembre sacó a Manuel Merino, pero eso no ha servido para a encumbrar nuevos líderes, sino para afianzar a quienes ya estaban". (Foto: Getty Images)
Sandro Mairata

En el Perú, que elegirá presidente en el 2021, estamos a merced de diversos espejismos digitales. Tenemos 25 millones de electores y 13 millones de usuarios de redes sociales. Pero las encuestas se enfocan en los presidenciables, con cifras más o menos estables en proporción desde hace unos meses, sin saber a ciencia cierta qué ocurrirá con la avalancha de candidatos al Congreso.

No podemos confiar en las redes. La mecánica de fiabilidad que nos dan se basa en nuestras propias simpatías y rechazos, y el ruido puede ser alto aunque la realidad sea otra. Pasó en el 2016 cuando nadie vio en Estados Unidos la posible victoria de Donald Trump. En el Perú del 2020, estábamos siguiendo a los de siempre y se nos pasó la fuerza real con la que el Frepap llegó al Congreso.

Sin posibilidad de hacer mítines, sino pequeños eventos de 30 o 40 personas, los candidatos del Perú pandémico buscan el amplificador de las redes pagando pautas focalizadas para sus regiones y han regresado las eternas pintas en muros y cerros. Han vuelto los volantes ya que los potenciales electores no recorren las ciudades como antes. ¿A quién no estamos viendo?

A demasiados desconocidos.

Sin reelección posible, el interior del país se ha llenado de candidatos noveles que combinan los viejos trucos del mundo real con apariciones en redes como bien puedan, con promesas de salud ante el virus y bienestar regional. Las campañas en Facebook pueden ser focalizadas geográficamente, el problema es que las nuevas generaciones ven esta red como red de viejos y estamos presuponiendo un acceso a Internet homogéneo que no existe.

La fuerza de Tik Tok e Instagram se sintió en el movimiento juvenil que en noviembre sacó a Manuel Merino, pero eso no ha servido para a encumbrar nuevos líderes, sino para afianzar a quienes ya estaban. Alguien como Sigrid Bazán, de Juntos por el Perú, tomó nota de que Tik Tok fue la red que más creció durante la cuarentena (la segunda fue Facebook) y baila reggaetón y canciones pop en inglés: en el medio peruano esta red es más diversa. Si estos esfuerzos le sirven para ganar una curul será también por su presencia previa como periodista y líder de opinión.

Recordemos que en el 2016 a Julio Guzmán se le apodaba “el candidato de Internet”; para muchos la experiencia en esas presidenciales les pareció experimento interesante. Pero hace poco, su video al volante de un bus tuvo más críticas que aplausos. Por estos días, Daniel Olivares se ha ganado un lugar en el debate por su admisión de que consume marihuana “desde hace 20 años”. Los puntos a favor o en contra son para Olivares, no para su líder, y Olivares no postula.

Entonces, estemos preparados para la avalancha de marzo. Las balas publicitarias se guardan aún para la recta final y veremos historias de Instagram compitiendo con sablazos verbales en Twitter, afirmaciones dudosas en Facebook y más curiosidades en Tik Tok que darán vergüenza en un futuro cercano. Es más el Perú de Josi (el tiktoker en quien los jóvenes sí confían) que el de Julio Guzmán, la otrora estrella digital del 2016.

Al ritmo que van las cosas, esos eran tiempos de cavernas digitales.