(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)
Luis A. Bambarén, SJ

El papa Juan Pablo II, hoy santo, nos habló de la ley del ascenso y del descenso. Cuando una persona vive los valores morales, éticos, cívicos y patriotas, ascienden él, su familia y la sociedad. Pero cuando se es corrupto, violento, o se busca el dinero venga de donde venga, la sociedad desciende. 

En el Perú la ley del descenso impera por las ‘idolatrías’ que existen hoy. El ‘ídolo del dinero’ lo hace a través de la corrupción, los sobornos, los robos, las coimas… a las que incluso se admiten justificaciones (“roba pero hace obras”). El ‘ídolo del placer’; con los casos de violaciones, infidelidades, tocamientos y abuso de menores en los colegios; o los feminicidios que movilizan a miles y miles de mujeres en todo el Perú con el movimiento Ni Una Menos. Está también el ‘ídolo del poder’, que conduce a las dictaduras, como en la década antepasada, o ahora a la hegemonía y el dominio de la mayoría del Congreso, que no respeta a los otros poderes del Estado: la Fiscalía de la Nación, el Tribunal Constitucional… y algunos congresistas hasta se atreven a plantear la posible vacancia presidencial. ¡Es el colmo! 

No olvidemos que las décadas pasadas han dejado dos herencias lamentables. Por un lado, la dejada por Sendero Luminoso: el desprecio por la vida. Ahora se mata por no dejarse robar, sea un auto o un celular. Antes no había sicarios en el Perú, ahora se contratan por nada. A un joven de 15 años le dijo la policía: “¿No te da vergüenza ser un criminal y matar por 50 soles?”; y él respondió: “Ese es mi trabajo”. 

La segunda herencia es la de las dictaduras, que está presente, por ejemplo, en el estilo agresivo de expresarse de algunos parlamentarios, especialmente los voceros de la mayoría. Antes a los congresistas se les llamaba “padres de la patria”. Ahora, ¿merecen ese apelativo? 

En el caso del fiscal de la Nación, el doctor Pablo Sánchez, es necesario recordar que él luchó por corregir y hacer volver al buen camino a su cuestionado antecesor, Carlos Ramos Heredia.  

Conviene escuchar además la voz de personas e instituciones respetables como las de varios fiscales de todo el Perú, la PUCP, diferentes representantes de partidos políticos, decanos de colegios profesionales, gremios privados y otras instituciones de la sociedad que se han pronunciado en favor del fiscal de la Nación y en contra del abuso de un poder del Estado. 

Resume el sentir de gran parte del país la voz del ex presidente de Transparencia Internacional y procurador ad hoc para los casos de corrupción del régimen de Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos, José Ugaz, quien en una entrevista para “La República” dijo recientemente: “Fujimori fugó del país y renunció por fax, como lo ha recogido la historia. Ahora resulta que sus herederos políticos buscan una situación muy parecida: una captura del Tribunal Constitucional, si es que generan esas cuatro vacancias; una captura del Ministerio Público, si logran la destitución del fiscal de la Nación” (22/11/2017). 

Debemos cerrar filas por un Perú reconciliado, limpio y sin corrupción. Recordemos lo que Jesús nos dice: “No hay nada oculto que no se vaya a saber. Lo que digas o hagas en secreto se dirá en las calles y plazas”. Recordemos a tantos presidentes regionales, alcaldes y funcionarios que ganaron las elecciones y hoy están en las cárceles. Que Dios nos conceda ser transparentes, vivir sin idolatrías y en plena democracia, una que nos lleve al amor por el Perú profundo por encima de consignas políticas.