Los dilemas de la Tía, por Manuel Pulgar-Vidal
Los dilemas de la Tía, por Manuel Pulgar-Vidal
Manuel Pulgar-Vidal

En los últimos sesenta días mucha agua ha corrido bajo el puente, o más bien por el valle, y así el conflicto por el proyecto minero Tía María ha generado crispación, violencia y pasiones y quizá por ello no ha permitido absolver una pregunta clave que ayudaría a entender los continuos brotes de conflictividad: ¿Son los dirigentes que han liderado la protesta, principalmente de Tierra y Libertad, opuestos a la minería y otras actividades económicas en el Perú?  

La respuesta la adelanto. Es un claro y rotundo SÍ, pero no con ello pretendo ingresar a calificativos innecesarios y poco serios de “antimineros” o similares, sino llegar a lo que es el sustento ideológico de la propuesta política de este grupo y los líderes que encabezan la protesta, para con ello ingresar a un debate más serio sobre la visión del Perú y sus actividades económicas para el futuro.

La base ideológica de Tierra y Libertad en relación con la minería está contenida en un documento fechado en agosto del 2012 denominado “Nueva minería exige debate nacional”, en el que refiere al “posextractivismo” como un objetivo que transicionalmente debemos caminar para que nuestra economía dependa cada día menos de la exportación de materias primas, y aun cuando se señala que posextractivismo no significa “cero extractivismo”, ello no es del todo cierto si recurrimos a la fuente ideológica de esa posición y la analizamos a detalle.

Eduardo Gudynas (1960), uruguayo, investigador del Centro Latinoamericano de Ecología Social, es el artífice de esta propuesta y ha visitado numerosas veces el Perú para proponer lo que denomina las “transiciones al posextractivismo”. Para él, se define como extractivismo a la extracción de recursos naturales en grandes volúmenes orientados principalmente a la exportación como materias primas o procesamiento mínimo, incluyendo no solo a la minería o los hidrocarburos, sino a su vez a la agricultura de monocultivos, piscicultura, entre otros. 

Señala Gudynas que hoy vivimos en un tiempo de “extractivismo depredador”, pero que las transiciones deben conducirnos a un “extractivismo o extracción indispensable” en donde solo queden actividades que son “genuinamente” necesarias y que estén directamente vinculadas a cadenas productivas nacionales y regionales. El objetivo lo señala literalmente cuando dice que “se romperá con un comercio internacional basado en la dependencia de enviar minerales al Sudeste Asiático, para luego comprar sus televisores o electrodomésticos”. Para ello demanda romper con las asimetrías existentes en la integración regional para generar cadenas productivas a nivel continental, de donde el extractivismo indispensable será aquel necesario para alimentarlas.

Esta propuesta, que carece de datos duros que prueben su viabilidad, olvida de hecho los procesos ya recorridos de “industrialización por sustitución de importaciones” y el proteccionismo que derivó de este, y también omite analizar las consecuencias nefastas que tuvo en las economías de la región y la pérdida de calidad y competitividad a la que se sometió a nuestra industria. Por otro lado, la propuesta incurre en un bucolismo extremo al hablar de articulaciones continentales, aun frente a la evidencia irrefutable de la crisis de supervivencia que sufren los procesos de integración, contrario al caso de la Alianza del Pacífico cuyo núcleo articulador es justamente el comercio internacional y global de las economías que lo forman y que el posextractivismo rechaza. Negar en el mundo global y competitivo de hoy el comercio internacional a gran escala aprovechando las ventajas competitivas de las naciones es, por decir lo menos, irresponsable.

Elemento adicional para entender la posición de los posextractivistas está en la cita que Gudynas hace de una investigación de Sotelo y Francke (2011) en la que estos analizan un escenario donde se suspenden todos los emprendimientos extractivistas licenciados entre el 2007 y el 2011, lo que implicaría perder exportaciones por cinco mil millones de dólares. Mencionan, sin embargo, que esta es una caída manejable en las reservas internacionales netas del país y que esa pérdida es soportable si se le agrega un incremento en los impuestos a las ganancias extractivistas que siguen en operación. 

Dicho de otra manera, proponen cancelar operaciones extractivas, en las que caen las mineras (actuales o futuras), y elevar impuestos a las que quedan vigentes, argumento que, aunque citado a manera de ejemplo, pone en evidencia su posición y que además generaría el escenario perfecto para ahuyentar a cualquier inversionista, siguiendo el mal ejemplo de algunos países de la región que se enfrentan a una crisis económica sin precedentes y un desabastecimiento monumental.

El documento antes citado sobre nueva minería de Tierra y Libertad plantea una posición similar al señalar que se debe planificar el ritmo de las inversiones en función de la estabilidad monetaria del país y no solamente en función de la rentabilidad de las empresas, para evitar la actual distorsión del tipo de cambio.

No se necesita más tinta para concluir, fruto de lo analizado, que la posición ideológica de los posextractivistas es limitar las inversiones en actividades como la minería, petróleo, agroindustria, riego destinado a esta, etcétera, pero sí es necesario terminar señalando que ello se confirma cuando consideran que no es viable apostar por el crecimiento y bienestar basado en la privatización de los recursos naturales (inversión privada) y que la nacionalización o estatización de las industrias (empresas públicas) no es una alternativa. Es decir, no se trata del operador público o privado, se trata de la negativa al desarrollo de la actividad.

Esto último es lo que divide a la izquierda peruana, como señaló Fernando Vivas el 26 de abril último en un artículo en este Diario. Una izquierda bucólica y anacrónica que sostiene posiciones como la analizada y otra capaz de plantear, aun en las diferencias, puntos de encuentro desde el potencial de nuestro país y la mirada común al crecimiento y al desarrollo.

Apostemos a un aprovechamiento sostenible de nuestros recursos naturales y su potencial y concertemos una visión de bienestar y prosperidad para todos los peruanos.