"Los hechos mencionados nos permiten, por un lado, reflexionar sobre el fortalecimiento del proceso democrático en Estados Unidos". (Ilustración: Giovanni Tazza)
"Los hechos mencionados nos permiten, por un lado, reflexionar sobre el fortalecimiento del proceso democrático en Estados Unidos". (Ilustración: Giovanni Tazza)
Carlos Pareja

La semana pasada se realizaron las elecciones de medio término en EE.UU., proceso que comprendió el total de los escaños correspondientes a la Cámara de Representantes (435), un tercio del Senado (35) y dos tercios de las gobernaciones estatales (36).

Para el período legislativo 2019-2021, la muy activa campaña personal del presidente Trump (solo en octubre y noviembre realizó 26 presentaciones públicas, Trump Rallies) ha logrado que el Partido Republicano mantenga el control del Senado. Sin embargo, el escenario político de este país cambiará sustancialmente pues, luego de 8 años, el Partido Demócrata recuperó la mayoría en la Cámara de Representantes.

La creciente polarización política, sobre todo partidaria, no ha sido obstáculo para que el proceso democrático demuestre su solidez institucional, inclusive en los pocos casos en los que aún se espera, voto a voto, el resultado final. En este contexto, esta polarización ha sido un factor decisivo en las inusuales cifras de participación política, ya que aproximadamente 114 millones de electores (49% de los electores hábiles) acudieron a las urnas, un registro sin precedentes en las elecciones de medio término (en EE.UU. el sufragio es voluntario).

El hecho descollante en esta contienda electoral ha sido la movilización política, particularmente de las mujeres. Muchos analistas coinciden en afirmar que estas han sido las protagonistas principales, desde la obtención de cifras récord en recaudación de fondos de campaña (alrededor de 400 millones de dólares) hasta los 110 escaños conseguidos a la fecha en la Cámara de Representantes.

Cabría citar algunos ejemplos de los resultados obtenidos: se presentaron más de 260 candidatas al Congreso; 33 contiendas electorales se definieron entre dos mujeres; fue elegida, con 29 años de edad, la congresista más joven de la historia estadounidense (de origen hispano); por lo menos 40 mujeres afroamericanas resultaron elegidas a la Cámara de Representantes y, en clara muestra de una progresiva presencia de comunidades minoritarias en la política estadounidense, fueron elegidas, por primera vez, dos mujeres nativo-americanas, dos de religión musulmana y una mujer refugiada de origen somalí.

Estos resultados reflejan, entre otros factores, los avances en el proceso de empoderamiento de la mujer en este país, a nivel social, laboral y político. Sin embargo, todavía hay un largo camino por recorrer si se tiene en consideración que, de acuerdo a la Oficina del Censo de EE.UU., la población de mujeres es mayor que la de hombres (157 millones frente a 151,8 millones) y su número también lo supera en el registro electoral, lo que no se condice con el hecho de que tanto en el Senado como en la Cámara de Representantes estas no alcanzan ni el tercio de los escaños (23% y 19,3%, respectivamente).

Se suma a este fenómeno la creciente movilización de electores jóvenes, hombres y mujeres de 18 a 29 años, cuyo involucramiento y participación en este proceso constituyó el 31% de los votos hábiles, siendo esta la cifra más alta desde las elecciones de 1994.

La polarización existente en la sociedad estadounidense, y que no parece amenguar terminada esta elección, ha fomentado el incremento sustancial de la participación de sectores de la población que antes no sentían una plena identificación con estos procesos, una genuina representación por parte de las autoridades elegidas o la necesidad de expresar su sentir político. A su vez, este contexto ha contribuido a ampliar la brecha ideológica y social entre los sectores demográficos que componen el país, redistribuyendo así el apoyo de las bases electorales de los partidos Demócrata y Republicano.

Los hechos mencionados nos permiten, por un lado, reflexionar sobre el fortalecimiento del proceso democrático en Estados Unidos, al involucrar en la vida política del país a sectores sociales diversos y motivar su presencia activa en las urnas para expresar su voluntad. Por otro lado, la polarización político-partidaria también conlleva el reto de buscar espacios de consensos que eviten una paralización en temas de vital importancia para la población y que los candidatos elegidos deberán construir.

Queda mantenernos atentos al desarrollo de estos procesos con miras a lo que sin duda será una muy interesante campaña electoral presidencial en el año 2020.