"La gran mayoría de los casos de agresión sexual nunca llega a la sala del tribunal. La Red Nacional contra la Violación, el Abuso y el Incesto estima que de cada mil agresiones sexuales, solo cinco son condenadas".
"La gran mayoría de los casos de agresión sexual nunca llega a la sala del tribunal. La Red Nacional contra la Violación, el Abuso y el Incesto estima que de cada mil agresiones sexuales, solo cinco son condenadas".
/ ANGELA WEISS
Deborah Tuerkheimer

El veredicto de culpabilidad contra es más que una victoria para el movimiento . A pesar de que fue absuelto de los cargos más graves –dos cargos de predatoria–, el resultado envía una señal de que las barreras sociales y legales que durante mucho tiempo han negado la justicia a las víctimas de agresión sexual están empezando a derrumbarse.

Weinstein fue declarado culpable de un acto sexual contra Miriam Haley, antigua ayudante de producción, y de violación en tercer grado contra Jessica Mann.

La condena del antes poderoso productor de cine ciertamente trae una medida de validación a sus muchas acusadoras. Aunque tal vez nunca haya otra acusación como la de Weinstein, cada vez más veremos otras que se le asemejen.

El hecho de que Weinstein haya sido juzgado fue una anomalía. La gran mayoría de los casos de agresión sexual nunca llega a la sala del tribunal. La Red Nacional contra la Violación, el Abuso y el Incesto estima que de cada mil agresiones sexuales, solo cinco son condenadas. Los casos que terminan condenados tienden a ser muy diferentes al caso Weinstein. Es más probable que los fiscales presenten cargos en los casos que involucran a desconocidos, lesiones físicas, un arma, resistencia física y denuncia inmediata. El enjuiciamiento de los delitos sexuales es relativamente raro cuando las agresiones son entre conocidos, con un mínimo de fuerza y una revelación tardía. Esas circunstancias pueden poner a prueba la capacidad de los jurados para dejar de lado las nociones convencionales de agresión sexual.

En total, seis mujeres testificaron que Weinstein las agredió sexualmente, pero solo dos de los casos fueron imputados. No todos los acusados dejan ese rastro. Los fiscales suelen contar con el testimonio de un solo testigo, lo cual no suele ser suficiente para persuadir al jurado, incluso si hay pruebas adicionales que corroboran el relato de la víctima. Este “descuento de credibilidad” ha impregnado históricamente el sistema de justicia penal.

La defensa de Weinstein trató de aprovechar lo que probablemente eran sospechas muy arraigadas en el jurado. No es sorprendente que se hayan utilizado viejas tácticas para desacreditar a las testigos. Fueron presentadas como mujeres vengativas que se arrepentían de haber tenido sexo consensual. La pregunta es: ¿cuánto tiempo esas concepciones conservarán su poder en una era en la que las víctimas tienen una oportunidad, aunque sea remota, de ser creídas?

A lo largo del juicio muchas partidarias del movimiento #MeToo sintieron una sensación de urgencia. Si Weinstein no tenía que rendir cuentas, ¿qué esperanza había para las supervivientes ordinarias que buscan justicia penal? Para estas supervivientes e innumerables otras, la condena de Weinstein es motivo de esperanza.

Sin duda, #MeToo tiene como objetivo lograr mucho más que enviar delincuentes a la cárcel. El alcance del movimiento es ambicioso –exige que transformemos nuestra cultura, que beneficia al sexo masculino–. Este cambio puede requerir la reforma de nuestras leyes de agresión sexual, que siguen fijándose en la fuerza física, en lugar de la ausencia de consentimiento. Lo que la ley no reconoce es otra dinámica, la coerción. Las demandantes describieron a Weinstein controlando sus vidas profesionales y personales de maneras que no eran principalmente físicas. Pero la ley de agresión sexual hace poco para explicar ese tipo de poder.

La condena de Weinstein nos muestra que el verdadero progreso está en marcha. Pero el sistema sigue fallando a las sobrevivientes. Las mujeres pobres, de color, estas mujeres, seguirán siendo desacreditadas y culpadas. Incluso las mujeres cuyos casos nunca llegan a primera plana merecen más que una promesa esquiva de justicia penal. Los prejuicios no desaparecerán de la noche a la mañana; ni siquiera una condena extraordinaria puede rehacer el mundo. Pero los veredictos de Weinstein indican que estamos empezando a corregir el rumbo.


–Glosado y editado–

© The New York Times