(Foto de archivo: AP/Francisco Vigo)
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/ Francisco Vigo
Juan Luis Denegri

Hace más de 10 años, cuando Alan García asumió la presidencia de la República, invitó a una cena en Palacio de Gobierno a los principales representantes del Partido Popular Cristiano encabezados por su fundador Luis Bedoya Reyes. En esa oportunidad el presidente García describió al viejo PPC como el partido de la sensatez. Una sensatez que estaba comprometida con las instituciones democráticas, la ley y el crecimiento económico. Eso es lo que representaba en ese momento el PPC. Con menos de 20 parlamentarios en el Congreso de la República, pero habiendo recibido casi un tercio de los votos en primera vuelta, era una garantía política de gobernabilidad y, sobre todo, responsabilidad.

Hoy el panorama es muy distinto y nos enfrentamos a un contexto polarizado donde los extremos amenazan con destruir por dentro y por fuera la legalidad, la economía y la institucionalidad. El discurso de la sensatez ha sido desplazado por la histeria política, haciendo cada vez más difícil el entendimiento que garantice a la ciudadanía paz y desarrollo. Es así como las fuerzas políticas de derecha e izquierda siguen sin ofrecer una salida legal e institucional que nos permita avizorar lo que ocurrirá en los próximos 5 años.

Peor aún, ¿si gana , sabemos más allá de la caricatura qué es lo que hará en su presidencia? ¿Si gana , sabemos cómo enfrentará al Perú que votó por Castillo? Las elecciones fueron el 6 de junio y seguimos enfrascados en una lucha política sin cuartel. Aquí, la derecha en particular está demostrando no querer abrir una salida. Atrás han quedado los días en que importaba más generar estabilidad y fortalecer instituciones. Desde el 2016 hemos entrado en un ciclo vicioso que desgasta nuestra gobernabilidad, y no se ha logrado constituir ninguna fuerza política que lo detenga.

Es ese espacio, el de la sensatez histórica, que le corresponde a la derecha cívica. Aun no teniendo un espacio en el Congreso que viene, puede tenerlo en el debate político nacional. Una derecha orgánica, articulada y política que pueda reconocer la importancia del crecimiento económico, pero que esté dispuesta a orientarlo hacia mayor libertad, justicia e igualdad. No me refiero a una derecha liberal y limeña, sino a una que pueda servir de puente político entre esos dos países que hoy se enfrentan en las calles. Para eso la derecha debe volver a sus raíces inspiracionales, a pensar como Belaunde en “Peruanidad” e imitar a Bustamante Rivero en su acción política.

Más allá del delirio callejero causado por el proceso electoral, el espacio de la derecha no puede ser rendido a quienes niegan la existencia del cielo, incluso cuando cubre sus cabezas. Es esencial recuperar a la derecha sensata, preocupada por el futuro y no los votos.

*El autor es militante del Partido Popular Cristiano.