"Ese nuevo cristianismo público puede despertar la esperanza de millones de católicos y evangélicos que no se sienten representados y preferirían que el rostro público de su fe sean profesionales compasivos en lugar de 'apóstoles' abusivos". (Ilustración: Víctor Aguilar)
"Ese nuevo cristianismo público puede despertar la esperanza de millones de católicos y evangélicos que no se sienten representados y preferirían que el rostro público de su fe sean profesionales compasivos en lugar de 'apóstoles' abusivos". (Ilustración: Víctor Aguilar)
Guillermo Flores Borda

En “Christ in Crisis”, el teólogo Jim Wallis contrapone “la política de Jesús” a la “política del anticristo”, contrastando las enseñanzas bíblicas de amor al prójimo con las políticas trumpistas avaladas por la derecha religiosa. Mientras Jesús dice “no teman”, ellas promueven el temor al otro. Mientras Génesis enfatiza que todos somos hechos a imagen de Dios, ellas reclaman que ciertas personas son menos valiosas que otras. Mientras Jesús demanda un liderazgo basado en el servicio, ellas buscarían la consolidación del poder.

El historiador John Fea infiere que la derecha religiosa apoyó a Trump porque sus propuestas enfatizaban miedos comunes en ese grupo, como la pérdida de influencia cultural “cristiana”. En contraposición, reconociendo que 67% de estadounidenses consideran que Estados Unidos es una “nación cristiana” (Pew, 2007), candidatos presidenciales demócratas como Buttigieg, Booker y Warren han comenzado a hablar sobre cómo su cristianismo informa sus políticas en defensa de inmigrantes y minorías. Distintos creyentes priorizarán distintos valores, pero, para hacer política en Estados Unidos, hay que hablar de religión.

En un país en que 90,1% de personas se considera “cristiano” y 66% señala que la “religión es muy importante en sus vidas” (Pew, 2015), los partidos políticos peruanos deberían considerar el rol que la fe tiene en las decisiones de los votantes.

Dadas las acusaciones de corrupción que han tocado tanto a políticos de izquierda como de derecha, se presume (injustamente) que todo político es potencialmente inmoral en términos cívicos, por lo que la “moral religiosa” se convierte en el factor que determina quién es “moral” para los creyentes. Esa “moral religiosa” puede reducirse a agendas “pro vida” y “pro familia”, o construirse sobre la búsqueda de justicia social basada en el amor al prójimo. Los políticos conservadores han construido un discurso basado en la primera opción, pero los políticos cristianos moderados y progresistas no hablan sobre la segunda.

Buscando posicionarse de cara a las elecciones 2020/2021, el 23 de noviembre se llevará a cabo el foro Voto Cristiano en las Elecciones con personajes vinculados al conservadurismo religioso como Christian Rosas (#ConMisHijosNoTeMetas) y Beatriz Mejía (Educa Bien), convocados por la organización Voto Cristiano, que, en sus palabras, “nace con la finalidad de unir el voto cristiano en el Perú, unidos por la causa pro vida, pro familia y pro patria”. También Salvador Heresi señaló que el partido “Contigo” valorará “la importancia de la Iglesia Católica y el cristianismo en la formación de nuestra personalidad histórica”. Ellos, probablemente, serán los candidatos de quienes anhelan construir una ultraconservadora “nación cristiana” que tiene más de César que de Cristo.

Ante esto, muchos jóvenes evangélicos se vienen organizando para proponer un cristianismo público distinto, enfocado en justicia social para migrantes, pobres y minorías. Mientras los conservadores ven los avances culturales como “señales del fin del mundo” y al Estado laico como “un ataque para sacar a Dios de la esfera pública”, estos jóvenes los entienden como el fermento de Dios en la historia y la única forma de proteger su fe de la instrumentalización política.

Recientemente, jóvenes universitarios formados en la teología de la “misión integral” (que demanda atender las necesidades tanto espirituales como materiales del prójimo) conformaron el colectivo Ciudadanía Cristiana, que, durante la reciente crisis política, lideró un pronunciamiento denunciando a quienes “bajo el disfraz de ‘la defensa de la familia’ o de supuestos ‘valores cristianos’, se aprovechan de la sencillez y buena fe de muchas hermanas y hermanos para ponerlos al servicio de sus propias ambiciones, así como a las de grupos políticos corruptos”. También articulan con partidos de centro e izquierda, contando con un precandidato al 2021 en Restauración Nacional (enfocado en pobreza urbano-rural) y otra al 2020 en el Movimiento Patriótico Plurinacional (por su trabajo con rondas campesinas). Dos de ellos participan de un equipo que desarrolla la relación entre “fe y republicanismo” en el Partido Morado, que busca ofrecer una forma democrática de vivir su cristianismo a los creyentes dentro y fuera de su partido. Estos jóvenes participan en política para no pasar del “roba, pero hace obra” al “abusa, pero predica”.

Ese nuevo cristianismo público puede despertar la esperanza de millones de católicos y evangélicos que no se sienten representados y preferirían que el rostro público de su fe sean profesionales compasivos en lugar de “apóstoles” abusivos. Ese será #ElOtroVotoCristiano.