Harry Reese

La violencia contra los escritores fue el tema sobre el que estaba a punto de entrevistar al novelista en la Institución Chautauqua el 12 de agosto. Estábamos siendo presentados en el escenario cuando de la nada, como en una escena de la novela de Rushdie “Shalimar el Payaso”, un hombre con cuchillo se acercó al escenario y comenzó a apuñalarlo.

Inmediatamente los miembros de la audiencia corrieron para defender a Rushdie. Fue una respuesta notable. Esa avalancha de personas que saltaban de sus asientos era lo opuesto al llamado “efecto espectador”, que ocurre cuando los individuos no hacen nada, confiando en que otros lo harán. Yo lo llamaría “el efecto lector”. La lectura crea empatía y Chautauqua es una comunidad intencional de lectores. La respuesta intuitiva de una comunidad empática es ayudar.

El “efecto lector” fue la razón por la que estuve en el escenario con Rushdie, en primer lugar. Había dado una charla en Pittsburgh en abril de 1997, durante la que dijo que la verdadera pelea “no se trata solo de mi derecho a escribir. También se trata de tu derecho a leer”. Mi esposa, Diane Samuels, y yo, ambos ávidos lectores, estábamos en la audiencia ese día y sus palabras nos conmovieron a la acción.

Al igual que la audiencia en Chautauqua, nuestra comunidad de lectores dio un paso adelante para ayudar: un abogado, un médico, un dentista, un cineasta y muchos otros ofrecieron sus servicios probono a los escritores perseguidos. Quedó claro que había una comunidad de lectores que ayudarían a sostener la Ciudad de Asilo. Ahora hemos recibido a 16 escritores, y la organización está financiada casi en su totalidad por la comunidad, por los lectores. Nuestro programa ofrece una casa sin alquiler por dos años o más si es necesario, un estipendio, asesoramiento legal, beneficios médicos y acceso a oportunidades de desarrollo profesional.

El primer escritor residente exiliado de la organización, el poeta y filósofo chino Huang Xiang, nos enseñó cuán simbióticas son las experiencias del lector y del escritor. A Huang, a quien se le ha llamado el Walt Whitman de China, no se le había permitido publicar o incluso interpretar su poesía allí.

“En China era como un fósil”, escribió Huang Xiang, “cuando llegué a los Estados Unidos y la gente me descubrió, me sacaron de la tierra y me volví vivo”.

El grupo matriz de nuestra organización, International Cities of Refuge Network, proporciona refugio y apoyo en más de 80 ciudades. Del 2020 al 2021, el número de solicitudes de protección a la organización se duplicó con creces a más de 400. Y en el último año, el grupo recibió miles de solicitudes y solicitudes de emergencia de escritores en Afganistán.

Aquellos que logran solicitar santuario son solo la punta del iceberg, ya que muchos más escritores perseguidos no pueden hacerlo. La lista anual de casos internacionales compilada por la organización de defensa de escritores PEN International detalla la censura, el encarcelamiento, la tortura y los asesinatos de cientos de escritores en todo el mundo. El Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés) mantiene una sombría base de datos de periodistas encarcelados y asesinados. Y Amnistía Internacional contabiliza las restricciones a la libertad de expresión en todo el mundo.

Hay 138 millones de lectores adultos de libros en los Estados Unidos. Nosotros, la comunidad estadounidense de lectores, debemos hacer más para proteger a los escritores que enfrentan persecución. Cada ciudad debe ofrecer refugio a escritores y artistas. Es lo menos que podemos hacer. Como dijo Rushdie en 1997, no se trata solo de su derecho a escribir; también se trata de nuestro derecho a leer.

La audiencia en Chautauqua demostró vívidamente cómo se ve para los lectores defender a los escritores. Mientras pensamos en la mejor manera de honrar y defender a Salman Rushdie y a todos los otros escritores valientes que se arriesgaron por nosotros, pienso en algo más que dijo cuando lo escuchamos hablar en Pittsburgh.

“La mejor manera de luchar y responder al tipo de amenaza que se me presentó es demostrar que no funciona”, dijo ese día. “Para mostrar que el negocio ordinario de escribir y leer y discutir y publicar y comprar libros simplemente continúa”.

–Glosado, editado y traducido–

© The New York Times

Harry Reese es cofundador de City of Asylum Pittsburgh, institución que alberga a escritores perseguidos y exiliados