(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)
Paula Muñoz

Un fenómeno ha llamado recientemente la atención de los medios de comunicación: un número creciente de hijos o esposas de alcaldes y ex alcaldes figuran como candidatos para las elecciones del 7 de octubre. ¿Qué explicaría este auge de familiares de autoridades políticas en la próxima contienda electoral?

La multiplicación de candidaturas de familiares de autoridades debe entenderse, en primer lugar, en el contexto de una política sin organizaciones partidarias. Desde el colapso del sistema de partidos tradicionales, ocurrido a inicios de la década de 1990, el Perú experimentó el auge de los llamados independientes, junto con un creciente desprestigio de los partidos políticos tradicionales.

Luego de la caída de régimen fujimorista se implementó una serie de reformas institucionales para evitar repetir un autoritarismo sin Fujimori, incluyendo la descentralización y el fortalecimiento de los partidos. No obstante, para los primeros años del 2000, los políticos habían institucionalizado ya estrategias y técnicas que les permiten competir y gobernar sin organizaciones partidarias. Los vehículos electorales personalistas se habían vuelto la forma dominante y más efectiva para competir electoralmente a nivel nacional y municipal.

Como sostiene el politólogo Mauricio Zavaleta, la mayoría de partidos y movimientos inscritos son, en la práctica, coaliciones temporales de independientes que se disuelven una vez finalizado el proceso electoral. Esta institución informal se distingue de los partidos políticos, que en principio son alianzas de políticos que buscan ser duraderas en el tiempo. Las coaliciones de independientes son atractivas, pues suman esfuerzos y recursos sin grandes compromisos, y han demostrado ser eficaces para ganar elecciones, especialmente regionales y municipales. Además, permiten a políticos locales competir sin tener que asumir los costos negativos que trae unirse a un partido nacional (partidos que, por su debilidad, tienen poco que ofrecerles). Por ello, las reformas emprendidas no han podido competir con los potentes incentivos proporcionados por reglas informales. Los políticos acatan las leyes para no quedar fuera de la contienda, pero no cambian el fondo de su forma de hacer política. Así, la desarticulación política se reproduce elección a elección sin que la lógica temporal de asociación política entre individuos cambie.

En segundo lugar, en este contexto de repliegue de las identidades colectivas proporcionadas por las antiguas afiliaciones partidarias, la política peruana se volvió más personalista de lo que ya era. Por un lado, cada vez importa más la trayectoria profesional/pública del candidato y sus características personales como criterios para decidir una elección. Por otro, los núcleos políticos que duran son restringidos a círculos más íntimos y lealtades personales. El núcleo central de campaña y de asesores está normalmente constituido por parientes y amigos cercanos del candidato, pues son los únicos en los que este confía. Por ello, no es de extrañar que cuando una autoridad política deja de postular a un cargo para asumir otro reto, delegue la representación del movimiento o partido en un familiar directo. Como no son organizaciones colectivas, no se representan ideas o programas colectivos, sino que se “heredan” las virtudes y el récord gubernamental de la persona. También está la ventaja del apellido: los electores ya conocen la “etiqueta”, lo que otorga un piso electoral desde el cual competir. Dada la fluidez del sistema de competencia poco organizado, mostrar viabilidad electoral al inicio de la campaña es muy importante para definir las probabilidades de éxito de un candidato.

Además de estas tendencias generales hacia la desorganización y la creciente personalización de la política, debemos considerar un tercer elemento fundamental: la participación de familiares en contienda se vuelve una estrategia más apetecible luego de la prohibición de la reelección inmediata de gobernadores regionales y alcaldes. El efecto de esta nueva regla no tendría por qué ser la multiplicación de candidaturas de familiares si existiesen organizaciones políticas duraderas, que preparan cuadros políticos como parte de un proyecto colectivo. Pero, en nuestro contexto, las autoridades subnacionales que antes buscaban la reelección, hoy, al estar impedidas de postular, buscan un familiar que los reemplace.

Finalmente, un tema para prestar atención es que la no reelección no garantiza necesariamente lo que en teoría sus promotores buscaron: reducir la corrupción al limitar el enraizamiento de mafias en el poder regional y local. En otros países, como Colombia, la no reelección ha permitido la continuidad de mafias del poder local, que es lo que probablemente suceda en el Perú considerando que las actividades ilegales vinculadas a gobiernos subnacionales a menudo reposan también en redes que tienen un componente familiar, conyugal o amical. Estos son los problemas que se originan al emprender reformas que con frecuencia esconden intereses pequeños (como deshacerse de posibles rivales) y no analizan el contexto real en el que las nuevas normas operarán.