Ilan Valdés

Un día como hoy, en 1839, presentó el daguerrotipo a la Academia de Ciencias de Francia, dando el primer paso hacia la masificación del proceso fotográfico e introduciendo la fotografía como objeto. A partir de ahí, distintos procesos químicos y analógicos evolucionarían y coexistirían hasta desarrollar la tecnología digital que hoy conocemos.

El comparte la fecha con el de la Asistencia Humanitaria, coincidencia que nos recuerda no solo los procesos detrás de la captura de imágenes, sino también las funciones que les hemos otorgado a estas históricamente. Así, fotógrafos como Nick Ut, autor de la conocida , han compartido escenas impactantes que forman parte de nuestro imaginario colectivo.

Actualmente, nuestra relación con la fotografía es más cotidiana que nunca. Pero, a pesar de eso, conocemos menos sobre el proceso detrás de ella y damos por sentada su infalibilidad.

Sin embargo, principios como el de la fotoelasticidad y la birrefringencia o doble refracción evidencian que cuando capturamos la realidad registramos una versión diseñada para corresponder a nuestra percepción. El estrés molecular presente en materiales plásticos, por ejemplo, se percibe como transparencia a menos que se vea a través de un filtro que polarice la luz. La orientación en la que se polariza la luz, además, afecta la coloratura percibida por el ojo y el cerebro humano.

Esto quiere decir que la fotografía como comúnmente la conocemos fue diseñada para adaptarse a nuestro limitado espectro visible. Lo que, por ejemplo, nos hace incapaces de siquiera imaginar cómo ve un animal como el camarón mantis, que cuenta con nueve fotorreceptores más que nosotros.

Nunca seremos capaces de notar todo lo que nos rodea. Si bien hoy existe la tecnología para acceder a otras frecuencias (infrarrojo, ultravioleta, rayos x) para ver más de lo que solemos, es complicado tener acceso a todas las versiones en simultáneo. Al encuadrar una fotografía, por otro lado, se está seleccionando la porción de la realidad que se quiere retener y se omite todo lo demás. A esto, además, hay que sumarle la imposibilidad de saber, a priori, cuánto se ha alterado el contenido de una imagen en el proceso de edición. Por esto, la fotografía es una fuente de registro, pero su función no es mostrar la versión más fiel a la realidad posible.

El Día de la Fotografía, entonces, no solo es una oportunidad para reconocer cómo esta herramienta nos ha permitido visualizarnos, sino también para reflexionar sobre nuestra mirada sesgada y los aspectos esquivos de tener una versión mutilada y distorsionada de nuestro entorno. Pero esto no es necesariamente algo malo. Es en esta ilusión de representatividad, en la imposibilidad de comprehensión y en las posibilidades técnicas donde yace el valor artístico y potencial creativo de la fotografía.

Ilan Valdés es fotógrafo