El frente progresista, por Sergio Tejada
El frente progresista, por Sergio Tejada
Redacción EC

No hay duda de que el Perú necesita un gran frente progresista. En política los espacios vacíos siempre son llenados, por eso llama la atención que el amplio espectro que va desde la izquierda hasta el centro siga pareciendo vacío. Sin embargo, sería un error limitar este gran frente a la izquierda. La realidad muestra que muchas demandas populares, de los de “abajo”, tienen otras coordenadas y orientaciones, y no por ello dejan de ser legítimas. El frente debe ser “nacional-popular” y apuntar a la articulación de sectores progresistas, nacionalistas y de izquierda, mirando también a los movimientos regionales, muchos de los cuales aspiran a convertirse en partidos nacionales.

El Partido Nacionalista Peruano representó a este amplio espacio nacional-popular, pero por la propia orientación del gobierno pronto lo fue perdiendo. Desde los partidos de izquierda no se ha logrado rearticular este espacio y lo ocurrido con el Frente Amplio ha generado mucha confusión: ya no es más la coalición que apoyó a contra la revocación, pues parece haber diferencias insalvables entre (el único partido legalmente inscrito y que adoptó el nombre de Frente Amplio) y muchos de los partidos que integraron dicha coalición.

¿Es posible encontrar elementos comunes en este espacio tan heterogéneo? Un punto de unidad puede ser su rechazo al Apra y al . La lucha contra la corrupción, así como la defensa de los derechos humanos y de la institucionalidad democrática aglutinan a diferentes voluntades más allá de las diferencias ideológicas. Sin embargo, las identidades no solo se definen por oposición, se deben buscar también puntos comunes para un programa mínimo. El rol del Estado podría ser uno de ellos: ¿Queremos un Estado que garantice derechos y servicios públicos de calidad y que represente la heterogeneidad cultural del Perú o este Estado criollo excluyente que observa con complacencia el encarnizado libre mercado? ¿Un Estado que invierte en ciencia, innovación y tecnología o uno que espera que estas surjan del libre juego entre los actores económicos?

Vinculado al papel del Estado está el debate sobre la base productiva de nuestro país: ¿Crecimiento económico desde los trabajadores o a costa de ellos (‘ley pulpín’)? ¿Damos trato especial a las grandes empresas o nos centramos en las mypes que generan alrededor del 80% del empleo? ¿País primario exportador o industrializado con estándares ambientales adecuados? El debate está abierto.

Para generar la unidad de una propuesta realmente alternativa, que ocupe aquel espacio vacío, se requiere romper varios “consensos” (véase lo que ocurre en España y Grecia con Podemos y Syriza, respectivamente). Se necesita un nuevo discurso frente al Estado, el mercado, la informalidad, el medio ambiente, entre otros. No se debería prescindir ni de los nacionalistas que aún simpatizan con la gran transformación ni de los liberales que creen en la profundización de la libertad (civil y política), la igualdad y la solidaridad. Todos pueden confluir en la defensa de las demandas por nación, redistribución y reconocimiento de los sectores postergados. Finalmente, será fundamental el protagonismo de las nuevas generaciones que logren estar por encima de antiguas concepciones y rencillas, y realicen un llamado a la unidad. El reto es grande, pero hay que estar a la altura de las circunstancias.