(Ilustración: Giovanni Tazza).
(Ilustración: Giovanni Tazza).
Eswar Prasad

Cada vez suenan más fuerte las alarmas sobre una inminente recesión mundial. Según los últimos índices Tiger de Brookings-Financial Times, que dan seguimiento a la recuperación económica global, el ritmo de crecimiento está en declive en prácticamente todas las grandes economías del planeta. Es inquietante lo que esto anuncia en el largo plazo, dado que las opciones de política macroeconómica para estimular el crecimiento son limitadas.

La actual desaceleración es principalmente resultado del débil sentimiento de negocios y de consumo, incertidumbres geopolíticas y tensiones comerciales. Son factores que han debilitado la inversión corporativa y, además, podrían afectar las perspectivas de crecimiento futuro. Si persiste la desaceleración, los altos niveles actuales de deuda pública y las bajas tasas de interés limitarán la capacidad de las autoridades de las grandes economías avanzadas de aplicar estímulos fiscales o monetarios significativos. Mientras tanto, se podrían poner en práctica otras medidas monetarias menos convencionales, con importantes riesgos y resultados inciertos.

En Estados Unidos, la expansión económica se ha moderado a medida que desaparecen los efectos del estímulo fiscal y el empleo y las ventas minoristas se debilitan. Los indicadores de proyecciones de negocios y confianza del consumidor sugieren que más adelante habrá más problemas, una situación que se agrava por una curva de rendimiento que sigue relativamente plana a pesar de la probabilidad de que haya mayores déficits presupuestarios. Con las presiones salariales e inflacionarias todavía tenues, la Reserva Federal (FED) ha decidido dejar en espera sus planes de ajuste de las tasas. Hoy se habla de posibles recortes a las tasas y parar la reducción del balance de la FED.

El crecimiento también está reduciéndose en Europa. Alemania, su principal motor, está perdiendo fuelle visiblemente y en las economías centrales y periféricas de la Eurozona están surgiendo debilidades. El sentimiento de negocios y del consumidor parece haberse agriado en todos los países, lo que podría mantener bajo el crecimiento.

Mientras tanto, en el Reino Unido, que tiene débiles mercados de valores y un crecimiento del crédito estancado, las incertidumbres alrededor del ‘brexit’ están llegando a su punto culminante. Sin embargo, la economía real ha resistido hasta ahora mejor de lo esperado, a pesar de la contracción de la inversión empresarial. Mientras tanto, en Japón las condiciones financieras se están debilitando, persisten los riesgos deflacionarios y las tensiones comerciales globales amenazan con desestabilizar las exportaciones y el crecimiento.

Aparentemente, el crecimiento del PBI de China se ha sostenido bien, pero otros indicadores como las ventas minoristas, la inversión en activos fijos y la producción industrial componen una imagen menos alegre. Tanto las exportaciones como las importaciones están más bajas que hace un año, reflejando la débil demanda global y un crecimiento interno desfasado. Las iniciativas del gobierno por mitigar esta trayectoria de crecimiento menguante han logrado algunas mejoras en indicadores a futuro, como el índice de los directores de compras. Hay señales de que la inversión está empezando a reactivarse, como el hecho de que el crédito bancario esté volviendo a fluir con mayor libertad. Pero la asignación desacertada de crédito está elevando los riesgos del sistema financiero y, además, poniendo en peligro la productividad y el crecimiento de largo plazo, especialmente dados los factores demográficos desfavorables del país.

Cualquier alivio que las economías de mercado emergentes puedan tener con una política de la FED más adaptable se ha anulado por el contrapeso de la mayor lentitud del crecimiento chino, que ha afectado las exportaciones. Sin embargo, Brasil muestra señales de resiliencia en sus volúmenes de comercio y mercados de trabajo. Brasil, México y Rusia podrían crecer cerca de un 2% en el 2019, pero todos ellos son países altamente vulnerables a potenciales crisis en la demanda global y los precios de los productos básicos. Mientras tanto, Turquía ha caído en recesión, causada por una caída de la producción industrial y la debilidad del consumo.

La ralentización del crecimiento del comercio internacional podría agravar los males económicos inmediatos del mundo, dificultando aun más la recuperación del crecimiento general. Además, la incertidumbre causada por las tensiones comerciales podría tener un efecto adverso de largo plazo al socavar la confianza de los negocios y aminorar la inversión privada. A su vez, esto afectará negativamente el crecimiento de la productividad, que ha sido débil desde la recuperación de la crisis financiera global de 2008 y se volverá incluso más crucial para mantener el crecimiento del PBI a medida que las poblaciones envejecen.

Frente a una desaceleración mundial cada vez más sincronizada, las autoridades deberán combinar sabiamente medidas monetarias y fiscales para sostener el crecimiento. Al mismo tiempo, tienen que renovar su compromiso con reformas más amplias a los mercados financieros, laborales y de la producción, una tarea vasta e inacabada. El rumbo de la economía mundial en los años venideros estará definido por la calidad de su respuesta a este reto.

–Glosado y editado–
Traducido del inglés por David Meléndez Tormen.