(Ilustración: Víctor Aguilar Rúa).
(Ilustración: Víctor Aguilar Rúa).
Mabel Huertas

Sabíamos que iba a suceder. En la segunda vuelta lo temíamos, pocos se atrevieron a decirlo en voz alta. El partido no contaba con un aparato político a nivel nacional capaz de representar los intereses provincianos ni con aliados en esa intrincada realidad ajena a los limeños (y nada más limeño que PPK). Sin arraigo en el interior, sin socios políticos y sin sabuesos que huelan la sangre, ¿cómo podía terminar esta historia?

A estas alturas la inoperancia del gobierno para enfrentar la desbordante realidad social no debería sorprendernos. Esta huelga magisterial no ha sido más que el trampolín a la fama del dirigente Pedro Castillo y probablemente signifique el adiós de la ministra , sumando así un nuevo fracaso del primer ministro Fernando Zavala y, por supuesto, del presidente .

Ahora enfoquémonos en Castillo, un hombre, al parecer, sin mayores habilidades blandas, pero que supo aprovechar el vacío radical dejado –desde hace un rato– por Huaynalayas y Antauros. Sin embargo, sus limitaciones lo traicionan y ahora improvisa sobre la marcha: un día se niega a las evaluaciones; otra mañana las acepta, pero rechaza los despidos; luego cuestiona las rúbricas, y así va ensayando argumentos falaces, como aquel que acusa a la ministra Martens de tener solo el grado de bachiller. Vaya usted a saber qué dirá mañana, porque la plataforma de lucha de esta huelga –que se volvió abusiva– ya no existe; el decreto de urgencia que reconoce el aumento salarial, entre otros beneficios, se la tumbó.

Según GFK, el 85% de la población está a favor de las evaluaciones; es decir, la opinión pública juega en contra del dirigente, quien tras su histriónica caída en medio de una marcha está a punto de convertirse en un meme en las acaloradas redes sociales. Castillo podría regresar a Chota sin pena ni gloria, habiendo perdido la gran oportunidad de ser el autor del decreto de urgencia.

En este escenario, se hubiese esperado que el partido naranja se luzca, pero de la arrolladora mototaxi, nada. Esta facción decidió ponerse de perfil y observar. Su lideresa “ausente” , a través de You Tube, ofrecía generosamente facultades legislativas. ¿Para qué? Ninguna ley –lo ha reconocido su propia bancada– acabaría con la huelga. El fujimorismo no ha ganado nada. Es más, ha puesto en peligro su capital político: la lucha contra el terrorismo. Esta vez no les importó las supuestas relaciones de Castillo con el Movadef y en un errático movimiento político lo acogieron. ¿Qué fruto dio esa reunión? Ninguno. Es más, con la posible e inoportuna censura de Martens, el fujimorismo estaría empoderando a los radicales. ¡Quién lo diría!

Como ve, si tuviésemos que calificar a los principales actores de esta crisis, todos saldrían jalados. Pero hay un actor más que merece ser evaluado: el ciudadano promedio, ese ser pasivo que tuitea desde su sala; el padre de familia inconforme con la educación de su hijo y que abraza, sin rebelarse, su realidad; o el jefe de hogar que paga un colegio particular y ve la huelga como el problema de otros.

La educación es asunto de todos los peruanos, de los que invertimos en nuestro país con nuestros impuestos y trabajo. No podemos seguir produciendo generaciones limitadas en conocimientos que frenen el desarrollo y nos aten al mundo pre-OCDE. Ninguna asociación, ONG o iglesia –nadie– se ha comprado el pleito por los millones de niños que merecen mejor educación. Una vez más no pasamos de la indignación facebookera. Como escribió Hugo Ñopo, esta es la consecuencia de muchos años de olvido de sucesivos gobiernos, pero también de años de nuestra indiferencia como ciudadanos. Todos jugamos un rol en esta huelga y todos salimos jalados. Usted también.