Jueces mitológicos, por Cecilia O'Neill de la Fuente
Jueces mitológicos, por Cecilia O'Neill de la Fuente

¿Son dioses los jueces? No lo son, pero son muchas las veces que se desvían de su misión y terminan usando poderes sobrenaturales, que convierten lo blanco en negro y lo negro en blanco. Tampoco usan capas ni chisteras para hacer magia, pero se escudan en sus togas y medallas, para distinguirse de nosotros, los simples mortales.

Recientes y variopintas decisiones judiciales me hicieron pensar en algunos seres mitológicos que sirven de inspiración a nuestros jueces. Siguiendo al profesor François Ost, podemos preguntarnos a qué tipo de ser mitológico se parecen los jueces que tenemos y los que queremos. 

El dios más importante de la mitología griega y romana fue Júpiter (o Zeus). Era el padre tanto de los dioses como de los hombres. Tenía la menuda tarea de supervisar ni más ni menos que todo el universo. Vigilaba los juramentos, castigaba a los comerciantes deshonestos y vengaba las injusticias. Para hacerlo ocupaba una posición privilegiada en las alturas, desde la cual podía observarlo todo. 

Para un juez Júpiter, el Derecho es sinónimo de ley. Las leyes se imponen desde arriba hacia abajo y no se modifican según el signo de los tiempos, porque están aisladas de los valores y principios. 

Sobran los jueces Júpiter, que con la excusa de aplicar estrictamente la ley, no hacen el menor esfuerzo por adaptarla al caso que está entre sus manos. Así, como para la explotación laboral hace falta agotar la fuerza física del trabajador, no califica como víctima una menor de edad que trabaja como dama de compañía durante 12 horas, dado que “simplemente bebe con los clientes”. Tampoco interesó a los jueces que exculparon a la propietaria del bar que la adolescente haya tenido relaciones sexuales con los clientes, pues solo se trató de una “sugerencia expresada por la acusada”. 

Hércules era hijo natural de Júpiter. Este semidiós destacó por su virilidad, orgullo, coraje, vigor sexual y fuerza. Podía realizar cualquier hazaña. Un juez Hércules es polémico, pues para él la ley es solo un referente que puede amoldarse según su propia visión del mundo.

Sobran los jueces Hércules, que se excusan en la fuerza de su autoridad para entender la ley según su propia conveniencia. Recordemos el caso de La Parada, en el que un juez acogió una acción de hábeas corpus no solo para impedir un desalojo de comerciantes sino además para disponer la destitución de la entonces alcaldesa de Lima. 

Hermes (o Mercurio) era hermano de Hércules, por ser también hijo de Júpiter, aunque de madre distinta. También era un semidiós muy popular. Era hermoso como su hermano, pero su fuerza no era “hercúlea”, sino ingeniosa y creativa. Era conciliador y versátil, porque conectaba el mundo de los vivos y de los muertos, el mundo de los dioses y el de los mortales. 

Para el juez Hermes el Derecho no es sinónimo de ley, sino que también contiene valores que inspiran un Estado liberal y democrático. El juez Hermes debe aplicar la ley, pero a la luz de la Constitución, que no solo funda un sistema jurídico sino además político y de valores.

Decisiones como la de administrar la píldora del día siguiente en los hospitales públicos o, en general, decisiones que se atreven a extirpar prácticas discriminatorias pese a que están socialmente arraigadas, son ejemplo de que sí podemos soñar con jueces Hermes. 

Encontrarlos no es tarea sencilla, pero precisamente por ello es que ahora más que nunca es urgente el compromiso de las facultades de Derecho del país para formar jueces respetuosos de la ley, que no olviden que la Constitución y sus principios liberales son la fuente de su trabajo.