Juntas vecinales: los vecinos y su seguridad, por César Bazán
Juntas vecinales: los vecinos y su seguridad, por César Bazán

A Hilda le da pereza salir el viernes a hacer una ronda nocturna con el comisario, un representante de fiscalización de la municipalidad y un activo grupo de vecinos y vecinas. Pero debe hacerlo. Ella convocó a las autoridades y, luego de mucho insistir, logró que la acompañaran. Su objetivo es cerrar dos cantinas ilegales, donde se reúnen delincuentes del barrio para beber y celebrar sus goles. Ella es coordinadora de comisaría de las juntas vecinales de seguridad ciudadana.

Manuel podría estar el domingo por la mañana en casa de su hijo, desayunando y jugando con sus nietas. Sin embargo, va a ir a un izamiento de bandera. Ahí podrá conversar con el director de la Unidad de Gestión Educativa Local (UGEL) sobre la venta de droga en el colegio y planificar cómo golpear a la microcomercialización en el sector 3. Él es coordinador distrital de las juntas vecinales de seguridad ciudadana.

Las dos historias anteriores son ficticias. Sin embargo, podrían ser reales. Ambos son integrantes de la mayor organización de vecinas y vecinos voluntarios del país a favor de la seguridad ciudadana: las juntas vecinales (policiales). Solo en Lima, se calcula que alrededor de 15.000 personas son miembros de las juntas, aunque podrían ser más.

¿Qué es una junta vecinal? Es un grupo de vecinos y vecinas de un determinado barrio o sector, que se organiza para realizar acciones a favor de la seguridad en su localidad. Obviamente, no estoy hablando de Fuenteovejuna en versión peruana: “Chapa tu choro y déjalo paralítico”, sino de todo lo contrario. Se organizan, son reconocidos como junta vecinal por la comisaría, y trabajan con las autoridades para que estas cumplan mejor su función. Sus aliados son la policía, las municipalidades, las UGEL y otras entidad del Estado.

Las juntas vecinales se instituyeron como intento de política pública policial a fines de los años noventa, a iniciativa de oficiales y suboficiales que convocaron a líderes vecinales, bajo la lógica de acercarse a la comunidad y potenciar su trabajo. Luego de casi veinte años, las juntas vecinales son una organización con historia, con figuras emblemáticas, con presente y futuro, extendida a lo largo de casi todas las ciudades del país. Conozco personalmente a casi todos los coordinadores distritales y de comisaría de Lima, a la directiva de Lima y al coordinador nacional, y puedo dar fe, con admiración, de su tenacidad y del empeño con que ejercen su voluntariado.

A pesar de las dos décadas, las juntas vecinales transitan constantemente por crisis institucionales, que son mezcla de varios factores. Las juntas suelen ser apetitosas para el proselitismo político a favor de altos mandos policiales, ministros del Interior y candidatos a cargos de elección popular. Además, ellas han sido víctimas del abandono de la institución policial que, salvo excepciones, no las trata con respeto. Lo mismo puede decirse de los gobiernos anteriores. Esperemos que esta administración sea diferente, aunque es llamativa la inasistencia de Carlos Basombrío al Congreso Nacional de Juntas Vecinales realizado hace dos días. 

Por otra parte, las juntas vecinales tienen que enfrentar grandes retos para consolidarse. Uno de ellos es aumentar el número y la calidad de sus miembros. Siendo la delincuencia el principal problema del país, los coordinadores de las juntas vecinales pueden canalizar la búsqueda ciudadana por salidas eficientes contra la inseguridad.  Un porcentaje grande de integrantes de juntas vecinales son adultos mayores. Eso es loable. Pero es un reto atraer a jóvenes a la organización. Igualmente, corresponde estar capacitados y reflexionar sobre su propia tarea, por ejemplo, reconocer el aporte de las juntas a la construcción de ciudadanía y tener herramientas para exigir a las autoridades que cumplan su función, poniendo especial énfasis en el control de la corrupción policial.

Como fuere, las juntas vecinales están aquí para quedarse. Y esa es una buena noticia. Los vecinos y vecinas están interesadas en su seguridad y están dispuestos a entregar su tiempo gratuitamente para eso. Tomen nota las autoridades.