¿Corea del Norte se ha reconciliado con el mundo? Los Juegos Olímpicos de Invierno en Pyeongchang rompieron el hielo entre las dos Coreas. El Norte ha pedido participar en el evento deportivo internacional que se llevará a cabo en el sur de la península coreana, un tragaluz para el diálogo intercoreano. Mientras que el mundo celebra la reanudación de los contactos, Kim Jong-un emprende su diplomacia del iceberg.
Después de un 2017 copado de ensayos nucleares y disparos de un misil intercontinental, Pyongyang ha llegado a una conclusión: es el momento de la reconciliación. Pero con Seúl, no con Washington. En el primer día de enero, Kim Jong-un lanzó un mensaje conciliador, instando a su vecino del sur a “promover activamente la reconciliación” que, según dijo, “es más urgente que nunca”.
La premura de Pyongyang es como un iceberg desprendido de un glaciar a consecuencia del último paquete de sanciones impuesto por la ONU y una distancia perceptible con China. A estas alturas de la travesía ya es evidente que Corea del Norte no renunciará jamás a su programa nuclear porque lo considera un arma disuasoria y de autodefensa del régimen. En las profundidades del océano viaja sumergido el proceso de reforma que intenta consumar al mismo estilo chino: economía sí, política no.
La enésima batería de sanciones podría haber dado en el blanco con el apoyo de Beijing. Además de un nuevo recorte del suministro de petróleo y sus derivados, y la prohibición de exportaciones en sectores como el textil, las medidas punitivas alcanzaron a los norcoreanos que trabajan en el exterior y supuestamente generan US$500 millones anuales. En un plazo máximo de dos años, deberán ser repatriados. Según diversos medios, esta resolución fue “negociada discretamente por EE.UU. y China”.
Apenas unas semanas antes en Pyongyang, Kim Jong-un rompió con la diplomacia del “mianzi” entre su país y China, cuando no recibió a Song Tao, enviado especial del presidente Xi Jinping, Este concepto de “mianzi” o “cara”, muy arraigado en la cultura asiática, se refiere al prestigio vinculado al poder y la autoridad. Corea del Norte le hizo perder su cara a China frente a la comunidad internacional, al evidenciar la falta de consenso entre ambos regímenes. Los analistas chinos lo tildaron de humillación.
Kim no estaba dispuesto a discutir con el enviado especial de Xi la posibilidad de congelar el programa nuclear norcoreano para reactivar su economía. Song Tao, que se reunió en Pyongyang con el principal asesor del régimen y otro poderoso miembro de la cúpula norcoreana, aseguró que China desea “seguir mejorando las relaciones”, mientras que en el libro de visitas de una exposición dedicada al padre y abuelo de Kim expresó su “sincera añoranza por estos líderes” que fueron “compañeros amistosos de China”.
Corea del Norte pretende utilizar la vitrina de los Juegos Olímpicos de Invierno para lucirse como una nación que alcanzó poderío nuclear y está lista a emprender el proceso de reforma económica por medio del turismo y una nueva imagen del país. Para no andar a la deriva, ahora que atraviesa un temporal de resoluciones, necesita de un salvavidas como Pyeongchang. Confía en que China nunca permitirá su naufragio.
En medio de un clima cada vez más impredecible, el iceberg norcoreano podría tener grietas en su base. China ha advertido que no permitirá una guerra, pero nunca ha dicho nada sobre tomar partido. En un remoto escenario bélico, Beijing cerrará sus compuertas, alzará las velas y desde una distancia prudencial, hará un llamamiento rotundo y comprometido por la paz de la humanidad mientras espera un nuevo amanecer.