"El COVID-19 es el séptimo coronavirus humano y lo estamos conociendo sobre la marcha". (Ilustración: Giovanni Tazza)
"El COVID-19 es el séptimo coronavirus humano y lo estamos conociendo sobre la marcha". (Ilustración: Giovanni Tazza)
Fabiola León Velarde

En Wuhan, concurrieron diversos factores que podrían haber propiciado la aparición del SARS-CoV-2, un nuevo virus de la familia de los , causante de la enfermedad del COVID-19 . Un mercado con gran aglomeración de gente donde los alimentos comparten espacio con animales silvestres vivos y muertos, en una zona donde también habitan murciélagos, huéspedes naturales de más de 40 especies de coronavirus. Entre los animales silvestres a la venta se encuentra el pangolín, que es consumido como exquisitez y por sus supuestas propiedades medicinales. Posiblemente este haya sido el intermediario que permitió que el COVID-19 pasara de una especie a otra, es decir, que el virus que portaban los animales infectara al humano. De ahí en adelante, el virus se ha expandido con una velocidad inusitada y se ha convertido en una , es decir, en una epidemia de alcance global.

El peligro de los virus para la humanidad depende de tres variables. La primera es el tiempo que toma la infección en hacerse visible, el tiempo de incubación; la segunda es su capacidad y velocidad para propagarse; y la tercera es su tasa de mortalidad. El COVID-19 tiene un período de incubación que podría llegar hasta 14 días, lo que significa que quienes lo portan podrían transmitirlo por hasta dos semanas sin ser conscientes del peligro que representan. Tiene además una muy rápida capacidad de contagio y su tasa de mortalidad es bastante elevada entre las personas mayores. La confluencia de estos tres componentes hacen de este virus uno verdaderamente peligroso, sobre todo por el estrés que impondrán sobre los sistemas sanitarios para atender a quienes se contagien con cuadros especialmente graves.

Mientras las autoridades políticas y sanitarias enfrentan este desafío inédito, la trabaja velozmente para encontrar los antivirales (medicinas) más adecuados, así como la vacuna contra este flagelo.

Después de la crisis del SARS-CoV, otro coronavirus, la Organización Mundial de la Salud (OMS) constituyó en el 2005 el Comité de Emergencias del Reglamento Sanitario Internacional (RSI), una institución para enfrentar de manera articulada a las nuevas crisis sanitarias. A su amparo, instituciones y laboratorios constituyeron plataformas de datos abiertos para compartir información genética sobre estos virus y las investigaciones científicas asociadas a ellos. Gracias a estas iniciativas, el 10 de enero pasado pudimos conocer la secuencia genética del nuevo coronavirus realizada en China, a través de la plataforma Gisaid, creada en el 2008. El COVID-19 es el séptimo coronavirus humano y lo estamos conociendo sobre la marcha.

La respuesta internacional de instituciones sanitarias y científicas ha sido masiva, y cada vez más colaborativa. Otra plataforma pública, Nextstrain, creada en el 2017 nos permite seguir la evolución genética de los más importantes virus conocidos y su difusión geográfica. Las bases de datos de estas plataformas, además, se nutren de las muestras secuenciadas de miles de pacientes afectados por diferentes virus en todas las regiones del mundo. Es de imaginar lo que los científicos pueden obtener del trabajo con esta información (big data) y con su interacción con la inteligencia artificial, en la búsqueda de los antivirales y las vacunas que requieren los virus más peligrosos, como el COVID-19.

De hecho, se están desarrollando diferentes iniciativas de supercomputación para luchar contra el COVID-19, tanto en el ámbito privado como en el público. Estas computadoras son capaces de hacer más cálculos en un segundo de lo que un humano podría hacer en miles de años. Con estos avances, se intenta descubrir qué anticuerpos podrían atacar al virus y neutralizarlo.

Una parte muy importante de las investigaciones científicas ya realizadas y publicadas sobre este último coronavirus se encuentra a disposición de la comunidad científica peruana, a través de la biblioteca virtual del Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación Tecnológica (Concytec).

Mientras la comunidad científica internacional se une para preparar las respuestas necesarias, el desafío inmediato es detener la propagación del virus y así contener su letalidad a escala global.