“Al prometer tomar medidas decisivas, Johnson se ganó a millones de desesperados votantes del ‘brexit’, obteniendo un apoyo masivo para los conservadores de la clase trabajadora, tradicionalmente captada por los laboristas”. (Ilustración: Rolando Pinillos Romero).
“Al prometer tomar medidas decisivas, Johnson se ganó a millones de desesperados votantes del ‘brexit’, obteniendo un apoyo masivo para los conservadores de la clase trabajadora, tradicionalmente captada por los laboristas”. (Ilustración: Rolando Pinillos Romero).
/ Rolando Pinillos Romero
Paul Keller

La abrumadora victoria de en las indica un cambio dramático en el estado de ánimo popular a favor del . En simple, la escala de la victoria le da al primer ministro conservador libertad el próximo mes. Los votantes británicos también propiciaron la mayor derrota en casi cien años , rechazando su oferta de reformas radicales de izquierda y un plan para negociar otro acuerdo de ‘brexit’.

La “elección del ‘brexit’” es la más significativa para una generación –si no el voto más importante en Gran Bretaña desde el final de la Segunda Guerra Mundial–. Fue una pelea entre dos de los políticos más impopulares de los tiempos modernos. En un rincón se sentaba Boris Johnson, una figura enormemente divisiva y controvertida, con su reputación de oportunista político sin escrúpulos. Durante la campaña electoral, Johnson no exhibió ninguna preocupación cuando se le mostró una foto de un niño enfermo que dormía en el piso de un hospital estatal debido a la falta de camas.

En la otra esquina estaba su oponente, el líder laborista Jeremy Corbyn, un socialista radical que es ampliamente percibido como un idealista equivocado que ha vacilado constantemente sobre el ‘brexit’. En lugar de centrarse en el ‘brexit’, Corbyn ofreció a los votantes soluciones anticuadas de estilo socialista a los problemas del siglo XXI. Aún más en serio, el partido, bajo su liderazgo, enfrentó acusaciones de antisemitismo generalizado, cargos que Corbyn se negó a abordar durante la campaña.

Significativamente, en los últimos años, ambos partidos se han desplazado desde el centro hacia extremos opuestos del espectro político. Los conservadores bajo Johnson ocupan ahora una posición mucho menos liberal en una variedad de asuntos económicos y sociales, mientras que los laboristas se han desplazado hacia la extrema izquierda en comparación con sus contrapartes europeas, amenazando con volver a colocar los servicios privados claves bajo el control del Estado, mientras cobran mayores impuestos a los ricos para llevar a un rápido aumento del gasto público.

Entonces, para muchos votantes, la elección del jueves se sintió como una amarga decisión por el menor de dos males. Al final, el mantra electoral de Johnson para “hacer que el ‘brexit’ se haga” resultó decisivo.

Después de tres años y medio de tortuosas discusiones en el Parlamento sobre los aspectos positivos y negativos de abandonar la UE, la mayoría de los votantes se enojó por el incumplimiento del referéndum del 2016. Las disputas interminables entre los principales partidos llevaron a muchos a concluir que el proceso político británico estaba roto, incapaz de avanzar, y aparentemente condenado a una eternidad de limbo autoimpuesto.

Después de décadas de estabilidad posbélica, Gran Bretaña se ha convertido en un país dividido en una sola pregunta: ¿respaldamos o abandonamos un club que muchos de nosotros creíamos que traía enormes beneficios económicos y sociales para la nación? A medida que avanzaba la campaña electoral, la confianza en toda la clase política alcanzó un mínimo histórico. El ambiente dominante era: “acabemos con esto”. Al prometer tomar medidas decisivas, Johnson se ganó a millones de desesperados votantes del ‘brexit’, obteniendo un apoyo masivo para los conservadores de la clase trabajadora, tradicionalmente captada por los laboristas. Por otro lado, los mensajes mixtos de los laboristas sobre el ‘brexit’ dividieron su apoyo por la mitad de manera fatal. Muchos de sus partidarios rechazaron la propuesta de Corbyn de celebrar un segundo referéndum, viéndolo como un rechazo arrogante del resultado del referéndum original.

Mientras el primer ministro saborea su victoria, hay un campo minado de problemas por delante. Johnson hereda una nación partida en dos por el ‘brexit’. Los nacionalistas escoceses, que ahora controlan la mayor parte de Escocia, rechazan el ‘brexit’ como algo por lo que la mayoría de los escoceses no votó, y Johnson puede esperar nuevas convocatorias para otro referéndum independentista.

Lo más difícil de todo será cumplir su promesa de “hacer que el ‘brexit’ se haga”. Es una sobresimplificación masiva, si no una mentira absoluta, sugerir que Gran Bretaña simplemente puede abandonar la UE de un día para otro. Es probable que el proceso de negociación de un acuerdo comercial tarde mucho más de lo que sugiere Johnson. El acuerdo que negoció en octubre ofrece términos comerciales plausibles, pero solo manteniendo a Irlanda del Norte dentro de la unión aduanera de la UE y, en efecto, separando la problemática provincia del Reino Unido del resto de Gran Bretaña. Está muy lejos de ser una solución perfecta, y una que, junto con los llamados a la independencia de Escocia, podría llevar a la ruptura del Reino Unido.

Johnson se ha ganado la confianza del pueblo británico por ahora, pero su luna de miel podría ser muy breve.