“Los comportamientos antiéticos decepcionan, generan desconfianza e impactan en nuestra imagen-país a nivel mundial”. (Foto: Minsa).
“Los comportamientos antiéticos decepcionan, generan desconfianza e impactan en nuestra imagen-país a nivel mundial”. (Foto: Minsa).
/ MINSA / Miguel Mejía Castro
Janeyri Boyer Carrera

En nuestro sector público existen miles de personas con un alto sentido de la ética y probidad y que se la juegan día a día por un país mejor. Sin embargo, con las vacunas irregulares puestas a cientos de personas solo por “contactos” o por estar en una “posición de poder”, decepcionan hasta al más optimista. Y revela, hoy más que nunca, la necesidad de perseverar –en el sector público y privado– en trabajar en la integridad, la ética, la resistencia a obrar en función a intereses personales.

No está en juego aquí solo si se violó una norma o un código. Esa discusión tendría que culminar en procedimientos disciplinarios o procesos judiciales que castiguen a los responsables. Lo que está en juego es saber si como país estamos haciendo lo suficiente para que tengamos claro no solo el qué (nuestros objetivos), sino también el cómo (nuestras conductas) y el para qué (nuestro propósito).

Estas tres dimensiones son vitales e indivisibles en toda persona íntegra. Ni el fin justifica los medios, ni el fin privado debería ser superior al fin público, especialmente en los servidores públicos. Nuestra incorporación al Estado constituye un necesario pacto con la vocación de servicio, y con la integridad suficiente como para tomar una decisión frente al conflicto de interés: o continuar al servicio del país, guardando bajo siete llaves nuestros intereses personales, o dando un paso al costado, porque eso nos es humanamente imposible.

Es importante entender la integridad como “(…) el posicionamiento consistente y la adhesión a valores éticos comunes, así como al conjunto de principios y normas destinadas a proteger, mantener y priorizar el interés público sobre los intereses privados” (OCDE, Oficinas de Integridad Institucional en Perú. ).

Esto se traduce en hacer vívida la frase tan sencilla y a la vez tan potente de que al Estado “vienes a servir y no para servirte”, y que ello no se canaliza únicamente a través de castigos, sino en una cultura de sentir que estás en la ruta correcta, porque lo que haces como servidor o servidora será bueno para una gran mayoría, para la colectividad. No para amigos o allegados.

A pesar de esfuerzos e iniciativas, aún no se ha consolidado la importancia de trabajar en la integridad y ética pública de manera colaborativa entre el sector público y privado. Estamos viviendo las consecuencias de no priorizarla: los comportamientos antiéticos decepcionan, generan desconfianza e impactan en nuestra imagen-país a nivel mundial. Sin embargo, hay esperanza y una gran oportunidad. Miles de servidores y servidoras siguen luchando desde el anonimato para defender la vida, actuando con integridad y vocación de servicio. Por ellos y ellas, seguiremos perseverando.