"En los últimos días, la atención se ha tornado en más de una ocasión hacia una grandilocuencia que exagera la fuerza y el peligro de la izquierda". (Ilustración: Giovanni Tazza).
"En los últimos días, la atención se ha tornado en más de una ocasión hacia una grandilocuencia que exagera la fuerza y el peligro de la izquierda". (Ilustración: Giovanni Tazza).
/ Giovanni Tazza
Daniel Encinas

¿Hay acaso un mundo más incierto que el que nos toca vivir hoy? La pandemia, por su escala y rapidez, nos ha arrebatado la noción de futuro y ha conseguido que el conocimiento científico más confiable se asemeje por momentos a la sabiduría socrática: saber es saber que no sabes. Pero el desconcierto, recuerda un estupendo artículo en “The Atlantic”, tiene orígenes no solo científicos y epidemiológicos, sino también sociales y epistemológicos. Pensado de esta manera, tiene sentido sugerir que los matices de la incertidumbre dependerán del lugar donde la pandemia aterrice. ¿Cómo es el desconcierto Marca Perú?

Empecemos por lo ya apuntado: el Perú ha comprobado con bochorno las precariedades del sistema de salud a pesar del crecimiento económico, nuestra indiferencia hacia la ciencia y la evidencia, y la continuidad de las múltiples desigualdades con las que se vive esta desgracia. Estos son los puntos principales. Al mismo tiempo, esta realidad concreta es solo parte de la historia. Las personas, unas con más voz que otras, filtran esta realidad con sus sesgos, sus miedos, sus pasiones y sus intereses. Es decir, aunque no deciden el foco de la pandemia, deciden el foco de atención en la pandemia.

En los últimos días, la atención se ha tornado en más de una ocasión hacia una grandilocuencia que exagera la fuerza y el peligro de la izquierda. Por ejemplo, un segmento de Aprendo en Casa (Minedu) dedicado a la discriminación lingüística ha recibido una lluvia de críticas. Comentaristas políticos, una portada del diario “Perú 21” y otros le critican el uso de términos como “grupos de poder”, el “azuzar” a los escolares e incluir contenidos “ideologizados”, “clasistas” y “marxistas”. La sociolingüista Virginia Zavala ya ha desmentido estas ideas y hay poco que agregar en esta columna. Quisiera asegurarle al lector que hay muchas teorías no marxistas que hacen referencia a “grupos de poder”. Pero, valgan verdades, los detalles que puedo añadir y la fecha de la discusión importan poco aquí. Si en todo el mundo se habla de la nueva normalidad, convengamos que la reacción contra Aprendo en Casa es solo el episodio más reciente de nuestra antigua normalidad.

¿A qué me refiero? Varios capítulos del libro “Politics after Violence”, reseñado con anterioridad en este Diario, vinculan este tipo de reacciones a los legados de la violencia política de los 80 y su resolución autoritaria en los 90. Alberto Vergara y yo, por ejemplo, indicamos que la derecha peruana se transformó de una manera que, para bien y para mal, ha podido desmontar riesgos contra el modelo económico. Sin embargo, parte de la derecha también ha sabido inventar amenazas allí donde no existen y limitar debates beneficiosos para el país. Se recurre al facilismo de nombrar a Sendero Luminoso, Cuba o Venezuela en una estrategia por sustituir el diálogo por el susto. Y se presenta a una izquierda todopoderosa cuando en realidad, como lo ha estudiado Paula Muñoz, exhibe muchas debilidades. Digámoslo así: hay legado de la violencia y hay manipulación del legado.

Durante tres décadas, entonces, la defensa del modelo económico aparece, para algunos, como una defensa de un país libre de terroristas. Ideas mínimamente críticas son respondidas casi al unísono por ciertas figuras políticas, empresariales, mediáticas, tecnocráticas y hasta religiosas con un discurso contra el terrorismo, como si los buenos argumentos económicos fuesen escasos. Pero habría que admitir que también hay cierta innovación. De otra manera no se entiende que un presidente como Martín Vizcarra, sacado de las canteras de Peruanos por el Kambio, sea tildado de castrochavista y comunista para hacerle oposición.

No puedes depender de tus ojos, escribió Mark Twain, cuando tienes la imaginación fuera de foco. En medio de este drama, nuestra atención debe estar en asegurar que un gobierno que va mostrando muchas limitaciones tome decisiones basadas en evidencia y centradas en los grupos más vulnerables. De tanto pensar en no ser Cuba, Venezuela o el país de los 80, corremos riesgo de seguir siendo este Perú.