Alfredo Thorne

Pasamos por uno de los momentos más difíciles de nuestra vida republicana. Las protestas de las últimas semanas son solo un llamado de atención. Uno se pregunta, ¿cómo salimos de esta crisis? La mayoría en las encuestas opta por nuevas elecciones con a nuestro sistema electoral.

Razón no les falta. Tenemos una crisis de representatividad: el elector promedio no se siente representado por sus autoridades y eso hay que corregirlo con reformas electorales. Pero eso no es todo. También está el hecho de que nuestras autoridades le dan la espalda al ciudadano. Es necesario convertir al ciudadano en el centro del gobierno. Eso se puede lograr con reformas electorales, pero también con reformas económicas.

Ciertamente, el gobierno del expresidente Pedro Castillo fue en extremo disfuncional, pero no podemos negar que hace muchos años hemos venido implementando políticas populistas que solo han beneficiado a unos pocos y no han logrado producir los cambios necesarios para beneficiar a la gran mayoría y a los más necesitados.

Pensar que solo saldremos de esta crisis con algunas reformas electorales sin lograr cambios transformacionales en nuestra gestión gubernamental y en la forma en que los beneficios económicos son distribuidos al resto de la población es un poco iluso.

El nuevo ministro de Economía y Finanzas ha propuesto un nuevo . Uno se pregunta, ¿eso es lo que realmente necesitamos? No quisiera desconocer que hay algunas medidas interesantes en él, pero nada realmente transformador. Algunos dirán que el Gobierno es de transición y que no le corresponde impulsar reformas de largo aliento. Discrepo. Pienso que el MEF debería de tomar ese rol reformista que siempre tuvo y articular un programa económico transversal a todos los ministerios.

Lo más importante es profesionalizar nuestro servicio civil; desligar la tecnocracia de la volatilidad política, como ha ocurrido en muchos estados modernos. El Congreso, con el apoyo del MEF, podría empezar esta reforma.

El siguiente paso debe ser un gran programa social. Aún no logramos revertir el aumento de la pobreza durante la pandemia. Esto pasa por darle prioridad al pequeño agricultor y por conectar nuestra sierra pobre con las cadenas productivas nacionales e internacionales. ¿Por qué nuestro sistema vial no se ha preocupado, por ejemplo, por desarrollar vías transversales que comuniquen a la sierra con la costa y con Asia por medio de nuestros puertos?

Pero nuestro mayor lastre es la incapacidad para crear puestos formales. Nuestra informalidad económica se ha convertido en política y Castillo es el mejor ejemplo de ello. No es casual que las protestas se hayan concentrado en el sur del país y en los pueblos andinos, donde la informalidad ha proliferado. El MEF necesita poner a la formalidad en el centro de su agenda pro-crecimiento. ¿Es acaso viable convertirnos en un estado moderno con los niveles de informalidad que tenemos? La formalización nos puede dar las mayores ganancias en términos de crecimiento, productividad y bienestar. Más aún, la articulación de la formalidad con la política educativa es crucial: la mejor forma de formalizar es aumentando el nivel educativo de nuestra población, que es lo que le permite al trabajador adaptarse a las nuevas tecnologías y aumentar su productividad.

Otra prioridad que está contenida en el programa Con Punche Perú, aunque tímidamente, es la reactivación de la obra pública. Sabemos que las nuevas autoridades toman tiempo en aprender a ejecutar proyectos de inversión, y que la ejecución se va a empezar a retrasar a partir de este mes, pero no vemos mucha acción por parte del Gobierno. Por otro lado, ProInversión está casi abandonada, ¿no sería posible, por ejemplo, licitar unas cuantas obras con impacto regional por el mecanismo de ‘gobierno-a-gobierno’ que diseñamos desde el MEF mientras se reforma ProInversión?

Finalmente, no podríamos pensar en una agenda de generación de progreso económico sin la participación del sector privado. Este representa cerca del 80% del gasto y fue muy maltratado por Castillo. Justifica que el MEF piense en un choque de confianza para reactivar la inversión y el gasto privado. La promoción de la minería merece especial atención por el impacto que puede tener en las regiones y por su efecto en la formalización, pero también se debe buscar nuevos motores de crecimiento.

Asimismo, resulta necesario el desarrollo de las mypes que, por la excesiva regulación tributaria, laboral y de seguridad social, están destinadas a ser pequeñas empresas. Sucesivos gobiernos han propuesto subsidios; yo pienso que las mypes solo necesitan un entorno atractivo para surgir. Por ejemplo, en vez de darles créditos subsidiados, ¿por qué no les permitimos cobrar sus facturas en siete días y no en 70, como planteamos desde el MEF en el 2017?

El tema de fondo de nuestra fragilidad política no está solo en las reglas electorales, sino también en generar progreso y optar por mejores formas de distribuirlo entre la población.

Alfredo Thorne es exministro de Economía y Finanzas