Para evitar un calentamiento superior a 1,5 °C, es necesario descarbonizar el sistema energético mundial de aquí a mediados de siglo
Para evitar un calentamiento superior a 1,5 °C, es necesario descarbonizar el sistema energético mundial de aquí a mediados de siglo
Jeffrey Sachs

La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático () celebrada este mes en Katowice (Polonia) consiguió elaborar un conjunto de reglas para la implementación del sobre el . Pero aunque todos los miembros de la lo suscribieron, no bastará para evitar una catástrofe climática. Es hora de llamar a los ingenieros.

El éxito diplomático logrado en la COP 24 fue notable, en vista del cabildeo y obstruccionismo incesante de la industria de los combustibles fósiles. Los diplomáticos leyeron la ciencia y saben la verdad: sin una transición veloz a un sistema energético global descarbonizado de aquí a mediados de siglo, la humanidad correrá un serio peligro. Si durante este siglo el calentamiento se extiende a más de 1,5 o 2 °C (hasta niveles que jamás se experimentaron en los 10.000 años de historia de la civilización humana) el mundo se volverá mucho más peligroso.

Los diplomáticos, por supuesto, no son expertos en tecnología. Para la siguiente etapa el mundo necesita ingenieros expertos en generación y transmisión de , vehículos eléctricos, celdas de combustible basadas en hidrógeno, inteligencia artificial para la gestión de sistemas de energía, diseño urbano para la eficiencia energética y el transporte público y otros especialistas relacionados. Ya es hora de que estos ocupen el centro de la escena.

El Acuerdo de París da por sentado que cada gobierno consultará a ingenieros locales para idear una estrategia energética nacional, de modo que básicamente cada uno de los 193 miembros de la ONU elaborará un plan separado. Este enfoque refleja una profunda falta de comprensión de cómo debe ser la transición energética global. Necesitamos soluciones acordadas y coordinadas en el concierto internacional, no país por país.

Hace poco integré un panel con tres economistas y un veterano ingeniero del ámbito empresarial. Después de que los economistas hablaron de precios del carbono, de internalizar externalidades, de pagar a los usuarios por inyectar en la red, de compensar emisiones, etcétera, el ingeniero habló poco y atinado. “La verdad no entiendo lo que dijeron ustedes los economistas, pero tengo una sugerencia. Dennos a los ingenieros las especificaciones y el plazo, nosotros sabremos cómo hacerlo”. Y no es una bravuconada.

Las especificaciones son estas. Para evitar un calentamiento superior a 1,5 °C, es necesario descarbonizar el sistema energético mundial de aquí a mediados de siglo. Esto demandará una enorme movilización de fuentes de energía descarbonizadas, por ejemplo eólica, solar e hídrica, lo cual implica un sistema capaz de manejar una provisión de energía intermitente que depende del sol, del viento y del caudal de los ríos.

Esta electricidad descarbonizada impulsará vehículos eléctricos que reemplazarán a los autos con motor de combustión interna. También se usará para producir combustibles descarbonizados tales como hidrógeno para transporte marítimo e hidrocarburos sintéticos para los aviones. Las casas y edificios de oficinas se calentarán con electricidad descarbonizada en vez de con carbón, petróleo o gas natural. Y las industrias con alto consumo de energía también reemplazarán los combustibles fósiles con electricidad descarbonizada e hidrógeno.

Estas soluciones descarbonizadas exceden los límites de cualquier país. Las renovables más baratas y abundantes suelen estar muy lejos de los centros poblados, en desiertos y montañas, y mar adentro en el caso del viento. De modo que habrá que transmitir esta energía a grandes distancias, con líneas de transmisión de alto voltaje especiales.

En un plan de descarbonización global sensato, muchos de los países y empresas que hoy exportan combustibles fósiles se convertirán en exportadores de energía descarbonizada. Los países petroleros del golfo deberían exportar energía solar desde el vasto desierto de Arabia a Europa y Asia. Australia, productora de carbón, debería exportar energía solar desde su enorme desierto interior hasta el sudeste de Asia por cable submarino. Canadá debería aumentar sus exportaciones de energía hídrica descarbonizada al mercado estadounidense.

La transformación energética en pos de la seguridad climática es la misión a la Luna del siglo XXI. Cuando en setiembre los jefes de Estado vuelvan a reunirse en la ONU, los mejores ingenieros del mundo tendrían que estar allí para recibirlos con un marco tecnológico avanzado para la acción global.

–Glosado y editado–
Traducción de Esteban Flamini.