Marie Cox

En Estados Unidos, los demócratas se enfrentan a una base que se siente traicionada y a un conjunto de votantes ricos y moderados que pueden no darse cuenta de que sus propios derechos también están en juego. Ahora necesitan a ambos grupos para evitar una derrota en noviembre, y el miedo puede llevarlos a las urnas. Deberían decirles a sus votantes que tengan miedo, ¿pero a qué? A una prohibición nacional del aborto.

Después de la caída de ‘Roe vs. Wade’ [el fallo de 1973 que consagró el derecho al en Estados Unidos], cualquiera que valore la libertad reproductiva en el país norteamericano tiene motivos para sentir pánico ante lo que podría ocurrir si los republicanos vuelven a tomar el poder. Los congresistas del Partido Republicano ya han presentado proyectos de ley que criminalizarían el aborto de diversas maneras. Y ahora están más envalentonados.

Muchos votantes progresistas no necesitan que se les advierta sobre este peligro. Ya están aterrorizados por el futuro. Pero todo el mundo debería estarlo, no solo aquellos que podrían necesitar un aborto en el futuro. Las teorías legales conservadoras (y los juristas conservadores) que derribaron ‘Roe’ amenazan ahora el matrimonio igualitario e incluso la anticoncepción. Una ley que prohíba el aborto reconociendo a los fetos como seres humanos con derechos constitucionales podría criminalizar incluso la fecundación ‘in vitro’.

Para hacer frente a la urgencia del momento y salvar su delgado y a menudo inexistente control en el Senado, los deben hablar de ese futuro, dándoles a los votantes de todo el país una razón para votar. Al mismo tiempo, los líderes demócratas tienen que entender que la política del miedo puede ir en ambas direcciones.

El partido tiene que asustar a los votantes y demostrar que ellos también tienen miedo. Los demócratas vieron cómo los republicanos hacían retroceder el derecho al aborto durante décadas y cuando ‘Roe’ cayó no tenían ningún plan de respuesta. Ahora tienen que demostrar que están dispuestos a ponerse a merced de aquellos a los que han fallado y hacerles saber a los votantes que, si vuelven a fallar, será un ajuste de cuentas.

No se pongan a discutir, no se distraigan con los debates sobre si se producirá la prohibición o cuándo sería. En su lugar, decidan un puñado de acciones concretas en torno del acceso al aborto y hagan que todos los que quieran un voto lo digan en voz alta: “Apoyaré el acceso al aborto de estas maneras y, si no cumplo, deberían echarme”.

Sinceramente, no estoy segura de que importe cuáles sean esos puntos de acción; lo que sí sé es que los demócratas tendrán que desechar cualquier preocupación por la apariencia de moderación. Ahora mismo, todas las ideas sobre la reducción de la brecha del acceso al aborto suenan extremas. Pero extrema también fue la anulación de ‘Roe vs. Wade’.

Por ejemplo, el presidente estadounidense Joe Biden podría declarar una política para permitir los abortos en territorios federales. Los candidatos solo tendrían que comprometerse a apoyarla. Sí, la política invocaría una avalancha de teorías legales no probadas y complicadas cuestiones jurisdiccionales, pero los demócratas que quieren salvar la vida de quienes necesitan un aborto no pueden recurrir al “es complicado” como excusa para ni siquiera intentarlo.

Si quieren algo menos complicado, comprométanse a no votar por ningún proyecto de ley de asignaciones que lleve la Enmienda Hyde, que prohíbe la financiación federal de la mayoría de los abortos. Por sí sola, la abolición de la Enmienda Hyde no ampliaría mucho el acceso fuera de los estados en donde el aborto es legal. Pero si se combina con el acceso al aborto en propiedad federal, el gobierno podría actuar de forma aún más directa para ayudar a quienes buscan atención para un aborto.

Adoptar una política del miedo en materia de derechos reproductivos une a dos de los grupos de votantes que los demócratas necesitan para superar al Partido Republicano en estados claves (Wisconsin, Pensilvania, Georgia). En primer lugar, insistir en el peligro de una prohibición nacional puede alarmar lo suficiente a los votantes moderados de los suburbios, convenciéndolos de que abandonen a los republicanos. En segundo lugar, abordar el sentimiento generalizado de traición entre los votantes progresistas ayudará a mantenerlos activos. La amenaza de una prohibición nacional del aborto es también un mensaje para todos. Los demócratas pueden dejar en claro que el partido no puede arriesgarse a una sola derrota. Y luego está la simple verdad que sustenta toda esta estrategia: proteger el derecho al aborto es popular.

Este plan –en el que los líderes demócratas asumen verdaderos riesgos políticos– todavía no ha sido probado. Pero vale la pena apostar por él. Actuar con audacia es la única manera de garantizarles a los votantes que están dispuestos a hacer lo que sea necesario cuando otros derechos estén en peligro. Y lo que es más importante, dar prioridad a responder a los votantes reajustaría todo el marco de las campañas demócratas.

La única manera de que esta estrategia sea realmente contraproducente es que los demócratas se presenten con una promesa y luego la incumplan, de nuevo. Y luego esperen a ser reelegidos, de nuevo. Por supuesto, eso es lo que los demócratas están haciendo ahora. “Proteger a ‘Roe’” era su grito de guerra; resulta que solo era eso, un grito.

El miedo suele dividir, pero también puede unir. Cuando se tiene una amenaza en común, existe la oportunidad de una misión en común. Esta amenaza ya no está más allá del horizonte: está en la puerta. Ahora, demócratas, decidan una misión.


–Glosado, editado y traducido–

© The New York Times

Marie Cox es periodista estadounidense. Este es un artículo especial de The New York Times.