"En el Perú seguimos creyendo que lo que estudiamos en el pregrado nos va a definir laboralmente, lo cual cada vez es menos cierto" (Ilustración: Giovanni Tazza).
"En el Perú seguimos creyendo que lo que estudiamos en el pregrado nos va a definir laboralmente, lo cual cada vez es menos cierto" (Ilustración: Giovanni Tazza).

A partir del reciente artículo de Luis Millones titulado “” –en el que reflexiona sobre el rol de esas disciplinas académicas y sobre las exiguas remuneraciones que suelen recibir quienes se dedican a la docencia o a la investigación en temas humanísticos–, quisiera aportar otros argumentos en torno al papel de las humanidades y a su relevancia en el mundo de hoy.

Existe el arraigado prejuicio sobre que el estudio de las carreras universitarias de humanidades –Filosofía, Historia, Lingüística o Literatura, entre otras– no tiene utilidad o, peor aun, abre el camino hacia el inexorable fracaso económico de quien se atreva a seguirlas. Lo cierto, sin embargo, es que su estudio brinda una base sólida para desarrollar con éxito lo que se quiera hacer en la vida.

El objetivo principal del estudio de las humanidades no es el de acumular información sobre personajes o libros famosos, sino el entendimiento de nuestras realidades, de la sociedad y de las personas. Su cultivo, además de desarrollar la inteligencia, estimula la creatividad y la imaginación, y dota a quien las estudia de capacidad crítica y de pensamiento complejo.

En el Perú seguimos creyendo que lo que estudiamos en el pregrado nos va a definir laboralmente, lo cual cada vez es menos cierto. Más bien, el destino laboral está marcado por las decisiones que toman las personas después de graduarse: los trabajos que asume, el posgrado que estudia, entre otras consideraciones. Hay notorios ejemplos de personalidades cuyos estudios humanísticos, complementados con posgrados en otras materias, les han servido para lograr el éxito en los más diversos ámbitos profesionales. Un ejemplo muy notorio es el de Emmanuel Macron, actual presidente de Francia y filósofo de formación.

Hoy es cada vez más frecuente que grandes empresas capaciten a sus ejecutivos del más alto nivel por medio de programas de lectura de autores clásicos. Y es grande el número de directivos de corporaciones importantes que ha estudiado Filosofía en la universidad. Es ilustrativo el caso específico de Reid Hoffman, uno de los fundadores de la red social LinkedIn, que estudió Filosofía en Oxford y “pensó seriamente en dedicarse a la vida académica antes de optar por la vida de un multimillonario” (“The Economist”, 4/10/2014).

¿Por qué grandes corporaciones capacitan a sus altos ejecutivos con estudios de humanidades? Así como el cuerpo se mantiene en forma con el ejercicio físico, la mente debe también ejercitarse, para que la inteligencia se desarrolle. Las humanidades, por su exigencia intelectual, son un excelente medio para lograr ese objetivo.

En el ámbito laboral, la automatización está llegando más allá de los trabajos manuales. Lo que no se puede automatizar, sin embargo, es el pensamiento crítico, la creatividad y la imaginación, los cuales se potencian con el cultivo de las humanidades.

Una sólida formación humanística es un activo cada vez más valioso en el complejo mundo de hoy. Nos brinda también mayor perspectiva para entender las variadas formas de pensar que existen. Por tanto, nos ayuda a mostrar tolerancia frente a quien es distinto o piensa de modo diferente al nuestro. Esto es particularmente importante en un país tan diverso como el Perú, en el que las distancias entre nosotros generan conflictos e impiden que desarrollemos plenamente nuestro potencial como sociedad.

Derrotemos, pues, el prejuicio que afirma que las humanidades no sirven para nada. Por el contrario, solo cuando la sociedad y nuestros gobernantes entiendan su verdadero rol en la formación de las personas es que estaremos en condiciones de pensar en que el Perú pueda lograr el desarrollo. La proximidad del bicentenario de nuestra república puede ser un aliciente para que ello ocurra.