Mayorías y minorías parlamentarias, por Juan Arroyo
Mayorías y minorías parlamentarias, por Juan Arroyo
Juan Arroyo

estas elecciones tienen la particularidad de que el presidente que resulte elegido deberá gobernar con un Parlamento que tiene ya definida una mayoría. Una situación que ha generado un dilema nacional para el 5 de junio. 

Por un lado, si gana Pedro Pablo Kuczynski, tendrá un Congreso en contra pero se respaldaría la pluralidad propia de la democracia. Por otro lado, si vence Keiko Fujimori, el Ejecutivo y el Parlamento obedecerán a un solo partido y probablemente habría mayor eficacia gubernamental, pero aumentaría el riesgo del autoritarismo y el avasallamiento de las minorías. 

¿Tiene algo que enseñarnos nuestra historia política al respecto? Una revisión de las relaciones entre el Ejecutivo y el Parlamento desde 1945 hasta el 2011 podría ayudarnos.

En realidad, los resultados electorales conducen a tres tipos de situaciones: gobiernos con una mayoría absoluta en el Congreso, gobiernos con la primera mayoría relativa en el Parlamento y gobiernos que son minoría en el Congreso. 

La primera situación ya se dio con José Luis Bustamante y Rivero en 1945, Alan García en 1985 y Alberto Fujimori en 1995. En 1945, el Frente Democrático Nacional (FDN), liderado por Bustamante y Rivero, obtuvo 35 de 46 senadores y 74 de 132 diputados. Pero el FDN era una alianza con clara mayoría aprista y no hubo gran entendimiento dentro de la alianza y sí una gran oposición, lo que terminó en 1948 con el golpe de Odría. 

Otro caso ocurrió en 1985 cuando el Apra consiguió la mayoría absoluta en ambas cámaras (107 de 180 diputados y 32 de 60 senadores), lo que generó una gran polarización a partir de la política del gobierno. En las elecciones para el Congreso Constituyente de 1992, Cambio 90 sacó el 55% de los escaños y luego, en las elecciones de 1995, Fujimori obtuvo el 56% del nuevo Congreso. Tanto el Apra como Cambio 90 estuvieron en la misma situación mayoritaria, pero tuvieron comportamientos distintos.

La segunda situación ocurre cuando el partido ganador en el Ejecutivo solo tiene la primera mayoría relativa. Sucedió en el 2001 cuando Perú Posible obtuvo 45 de 120 curules (38%), y en el 2011 cuando Gana Perú logró 47 de los 130 escaños (36%). En ambos casos, los gobiernos entrantes conformaron alianzas congresales para gobernar con fluidez. 

De otro lado, cuando existían dos cámaras los resultados electorales generaban a veces situaciones más complejas. En 1980, Acción Popular obtuvo 98 de 180 escaños en la Cámara de Diputados, pero solo 26 de 60 en la de senadores. En 1956, el Movimiento Democrático Pradista de Manuel Prado sacó 30 de 57 senadores, pero solo 68 de 182 diputados. En general, en todos estos casos, la eficacia gubernamental dependió en buena medida de la negociación democrática.

La tercera categoría ocurre cuando el presidente elegido tiene minoría en el Parlamento. Sucedió en 1990 cuando Cambio 90 sacó solo 32 diputados (18%) y 14 senadores (23%). García también inició su segundo gobierno como minoría con 36 congresistas, pero, al igual que con Toledo en el 2001 y Humala en el 2011, se buscaron alianzas para equilibrar las cosas. 

El caso clásico se dio en 1963, cuando Acción Popular ganó pero gobernó en minoría. Incluso tras aliarse con la Democracia Cristiana, solo sumó 49 de 139 diputados y 20 de 45 senadores, teniendo al frente a la alianza Apra-UNO. El tenso período de entonces terminó en el golpe militar de 1968.

Así, podríamos decir que las situaciones menos problemáticas parecen haber sido aquellas cuando el Ejecutivo tuvo solo la primera mayoría congresal y obtuvo aliados para un bloque parlamentario de respaldo. Estos fueron quinquenios de negociación relativamente fluida. 

Para los presidentes con mayoría absoluta en el Congreso, el curso democrático depende de la convicción democrática del partido de gobierno. En todo caso, la probabilidad del avasallamiento se modera conforme se agigantan las minorías. Enseñó Robert Dahl que si los gobiernos no son concertadores, solo toleran la oposición por no pagar el precio de suprimirla. Estos son quinquenios de fuerza y negociación. 

En el tercer caso, cuando los gobiernos son minoría en el Congreso, la navegación es tormentosa y el resultado depende de la voluntad democrática de las partes. Si los actores políticos no son maduros, todos pierden y se viven quinquenios de fuerza extrema y negociaciones al filo. 

Se aprecia que no hay números mágicos que expliquen por sí solos lo que podría pasar. Sea cual fuere el resultado del 5 de junio, la gobernabilidad dependerá de la solidez democrática de los representantes y representados.