“¿Por qué callan? Porque no quieren ser vistas como personas problemáticas, porque tienen miedo de sufrir algún tipo de represalias, porque tienen vergüenza”. (Ilustración: Antonio Tarazona/El Comercio).
“¿Por qué callan? Porque no quieren ser vistas como personas problemáticas, porque tienen miedo de sufrir algún tipo de represalias, porque tienen vergüenza”. (Ilustración: Antonio Tarazona/El Comercio).
Marlene Molero

“Si yo fuera mujer, digo, ¿qué pasaría si a mi hijo le dijeran eso, a mi padre, a mi esposo?”, declaró el presidente del Consejo de Ministros, , a un medio de comunicación televisivo, luego de que se hiciera pública por acoso político con expresiones sexuales y sexistas. “Anda cásate” y “ahora solo falta que te violen” es lo que Bellido le habría dicho a una de sus colegas en el Congreso en una reunión en la que, se sabe, había otros tres congresistas presentes.

Pero Guido Bellido no es mujer y, en consecuencia, no sabe lo que es vivir expuesta a situaciones de acoso sexual y frases sexistas en prácticamente todos los ámbitos en los que nos desenvolvemos las mujeres, como nuestras casas, la calle, el colegio, los institutos, las universidades, nuestros centros de trabajo, lugares de esparcimiento y, también, el Congreso de la República.

No lo sabe y lo minimiza.

El caso de Bellido va más allá de él y, por eso mismo, es particularmente grave. Sus declaraciones no son solo las de quien intenta hacer una defensa plagada de machismo y estereotipos, sino la de una autoridad que le está diciendo continuamente a las mujeres que sufren acoso que no denuncien cuando la falta de denuncia por este delito ya es una realidad en nuestro país.

De acuerdo con información obtenida de más de 30.000 respuestas a la encuesta de prevalencia de acoso sexual laboral –ELSA– de GenderLab, menos del 10% de quienes pasan por una situación de acoso realizan la denuncia correspondiente. Más del 40% optan por guardar silencio y el 80% intenta evitar a la persona que las agredió. ¿Por qué callan? Porque no quieren ser vistas como personas problemáticas, porque tienen miedo de sufrir algún tipo de represalias, porque tienen vergüenza. En total, una de cada dos mujeres que sufren acoso sexual laboral callan por alguno de estos motivos.

Las mujeres lo piensan mucho antes de hacer una denuncia. Así que, cuando el ministro Bellido les recomienda pensar antes en los padres, hermanos o hijos, no hace sino reafirmar sus miedos y mostrar una profunda falta de sensibilidad frente a uno de los principales problemas que afectan a las mujeres y niñas del Perú.

El caso Bellido se está trayendo abajo cualquier avance en prevención, erradicación y sanción del acoso sexual. Sin duda, enfrentar una acusación de este tipo no es fácil, pero, dado su cargo, la situación exige de él una responsabilidad suprema. La victimización no es el camino, sino que debería solicitar y someterse a una investigación rigurosa y pronta, así como mostrar respeto hacia la persona que lo denunció. Si la acusación es falsa (solo el 2% de este tipo lo es), la investigación lo dirá. Si es que hay una.