Miraflores parió un ratón, por Jean Maninat
Miraflores parió un ratón, por Jean Maninat
Jean Maninat

Tras más de cuatro horas de contar anécdotas, hacer chistes, recordar al comandante eterno, soltar una que otra lisura y –por supuesto– echarle la culpa a la guerra económica y al asedio del capital internacional de la terrible situación que vive Venezuela, el presidente Nicolás Maduro anunció las medidas económicas que el país estaba esperando angustiado. En realidad, dejó escapar a un pequeño roedor, enclenque y decaído, que se escurrió asustadizo entre los zapatos de los jerarcas invitados para la ocasión a Miraflores. El Palacio de Gobierno había parido un ratón.

La situación económica y social de Venezuela es bastante conocida en el ámbito internacional. Inflación, desabastecimiento, mercado negro, inseguridad, violencia, despilfarro, corrupción, presos y exiliados políticos, diáspora, son los datos que más se asocian con el actual estado de cosas. 

No hay taxista, en la ciudad latinoamericana que uno visite, que no comente, en algún momento del trayecto: “Maestro, qué lástima lo de su país”. Todo el mundo está al tanto, incluso el gobierno, pero atrapado en sus contradicciones no quiere asumir el costo político de remediar el grave daño causado por su gestión, pese al sonoro campanazo que le dieron el 6 de diciembre en las elecciones legislativas.

Las medidas anunciadas –básicamente, aumento de la gasolina y modificación de la estructura del sistema cambiario–, aun cuando podrían apuntar en una buena dirección, se diluirán por aisladas y tímidas frente a la estrella negra que amenaza con tragarse al país. 

Como lo han sugerido varios economistas, el gobierno debería comenzar por reducir las importaciones del sector público y retornarle al sector privado la producción y distribución de alimentos y medicinas. Liberar el dólar y no seguir manteniendo un control sobre el mercado cambiario que, lejos de darle soberanía, lo ha entregado maniatado a los préstamos de China, que si algo ha aprendido de Deng Xiaoping estos días es: ‘Business is business’.

En un demoledor artículo “Dios no proveyó” (10 de febrero), Ricardo Hausmann y Miguel Ángel Santos señalan que habría que tener el valor para pedir ayuda a la comunidad internacional y reestructurar la deuda, como lo hizo Grecia bajo un gobierno de inspiración socialista, progresista o como lo queramos denominar.

Pero, sobre todo, la única manera de encontrar una salida a la crisis económica, social, ya en ciernes de ser humanitaria, es llamar a un gran diálogo nacional –en serio, no un show mediático– con la participación de todos los sectores concernidos: la empresa privada, los gremios, los sindicatos, los partidos políticos y la Asamblea Nacional; remangarse la camisa enérgicamente y sentarse a conciliar. 

Mientras con una mano se pida cooperación y con la otra se imponga un decreto de emergencia económica, a través del sumiso Tribunal Supremo de Justicia, pasando por encima de la Asamblea Nacional, no habrá plan económico ni medidas extraordinarias que valgan. 

El autobús del presidente Maduro avanza raudo hacia el precipicio, conduce con los ojos cerrados y tapándose los oídos con las manos para no escuchar los gritos de alarma de los pasajeros. Solo la boca queda libre, para amenazar, insultar, descalificar, inculpar. Un ratón, enclenque y decaído, atraviesa la pista, ve venir el vehículo pesado y exclama antes de ser destripado por su creador: ¡Dios, es él!